Con la convicción de que a sus 72 años no se ha convertido en un «hijo de puta», el cantante español Joaquín Sabina dio a conocer este martes su gran faceta de bibliófilo al dejar en la Caja de Las Letras del Instituto Cervantes no sólo su icónico bombín, sino su colección completa de la revista literaria argentina Sur (1931-1992).
«He escrito un libro, he tenido dos hijas y en Rota trasplanté un olivo, no me falta nada y estoy moderadamente en paz conmigo mismo teniendo en cuenta que la gente de mi generación pensábamos que no íbamos a ser nunca adultos porque los adultos eran siempre unos hijos de puta», dijo el destacado músico a la la agencia española de noticias EFE.
«Así que he llegado a los 72 años y aún no me considero un hijo de puta, y con eso me basta», expresó Sabina tras guardar su legado en la cámara acorazada del Instituto Cervantes, que acoge los de numerosos artistas.
Se trata de una institución a la que considera «su casa», ya que sostuvo: “Ahora que se dicen tantas tonterías sobre la muerte de España nuestra mayor riqueza es el idioma”.
En concreto, como explicó el artista nacido en Úbeda (España) en 1949, quiso acompañar a esta colección de la revista argentina Sur con el manuscrito de su canción «Se llama Soledad», así como con cuatro dibujos de gallos de pelea y otros dos de «una pareja asturiana», y la primera edición de su libro de sonetos Ciento volando.
Pero el cantante y coleccionista de libros ha querido también legar fotos «personales» de sus amigos como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, así como otra donde aparece junto a Luis García Montero, Almudena Grandes, Benjamín Prado, Ángel González, Chus Visor y Javier Ruibal.
Según contó, cuando el director del Cervantes, Luis García Montero, al que definió como su «hermano», le pidió que dejara su legado en el Instituto le dijo que eligiera si la colección de la revista Sur la quería para él o para la institución que dirige: «Y él, con una generosidad no frecuente entre los bibliófilos, eligió que se la diéramos al Cervantes».
«Luis y yo hemos competido siempre en ver quien tenía más primeras ediciones y libros valiosos», añadió Sabina.
En palabras de García Montero, cuando se planteó el legado de Sabina le surgió una precaución: «Todo el mundo sabe que somos amigos desde hace mucho tiempo, hermanos, y va a parecer que le estoy haciendo un homenaje a un hermano, pero era una precaución innecesaria porque es uno de los grandes referentes y porque cuando se lo ofrecí, su generosidad ha servido no para hacerle un homenaje a él sino para que él le haga un homenaje al Instituto Cervantes».