“Andate a la quinta del Ñato”, era la vieja frase que se utilizaba comúnmente hace ya varios años, pero seguramente queda en el recuerdo colectivo de los rosarinos y rosarinas. Ñata, explican desde la RAE (Real Académica Española), proviene del quechua ñatu, adjetivo que describe el pequeño tamaño de una nariz. En esta historia, pero más bien por todo lo contrario, se refiere a la característica morfológica del rostro de Domingo Pettinari, sacerdote de la iglesia San Antonio de Padua, y a la vez capellán del Cementerio La Piedad.
El historiador y profesor Eduardo Guida Bria contó a El Ciudadano hasta qué punto llegó el dicho popular: «Es probable que no exista rosarino que alguna vez, sobre todo si ha superado los 50 años, no haya dicho o escuchado decir «Andate a la quinta del Ñato», indicando a alguien que se vaya lejos, que desaparezca, o directamente que deje de molestar”.
Todo se remonta a la zona oeste de la ciudad, en lo que hoy es el barrio Belgrano. El padre Domingo Pettinari fue sacerdote y párroco de la iglesia San Antonio de Padua entre 1910 y 1938. Y desde 1927 fue también capellán del Cementerio La Piedad. Lo conocían como “el Ñato”, apodo irónico por su pronunciado apéndice nasal. La jerga popular comenzó a designar como “la quinta del Ñato” al camposanto, en alusión al sacerdote que daba los responsos de última partida.
El Cementerio de la Piedad o Enterratorio Municipal fue construido en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, en una zona de quintas que se explotaban de dos maneras: producción de frutas y hortalizas o, las menos, como hornos de ladrillos. Y fue en el Mercado de Frutas y Hortalizas donde nació la referencia a “la quinta del Ñato”.
Domingo Pettinari era sencillo, simpático y muy sociable. En varias oportunidades se subía la sotana para jugar un partido de bochas o, con la muchachada del barrio, un partido de fútbol o “picadito”, como solía comentar a sus allegados. Otras veces se arremangaba para intervenir en alguna que otra trifulca que se armaba en los campos de alrededor de la iglesia. A veces no salía muy bien parado de esos entreveros. Su condición de sacerdote no lo hacía inmune a los puñetazos, y en esos casos volvía a su morada religiosa con algún magullón en el rostro, después de haber dado los suyos.
Pero Pettinari también tuvo problemas con las autoridades. “Mi lugar está entre los pobres“, dijo apenas llegó de Italia, en 1910. Y en la parroquia fomentó las comisiones vecinales y acompañó y condujo a los habitantes del entonces barrio Vila en sus reclamos por derechos y servicios públicos.
Guida Bria explica que el padre Pettinari ejerció como cura párroco de 1910 hasta su muerte, en 1938, siempre en el mismo templo. Una calle frente a la Iglesia San Antonio de Padua lo recuerda con su nomenclatura: el pasaje Domingo Pettinari corre de este a oeste a la altura de Provincias Unidas al 1000.
El popular “Ñato” Pettinari fue el origen del apodo al Cementerio La Piedad. Un bautismo rosarino, aunque “la quinta del Ñato” también se usó en la ciudad de Buenos Aires para aludir a los cementerios. El motivo era otro: las calaveras no tienen nariz.
Pettinari falleció el 12 de junio de 1938 y sus restos, dicen, descansan en la iglesia ubicada en avenida Provincias Unidas y bulevar 27 de Febrero, frente al altar.
Un tango que menciona “la quinta del Ñato”
El tango “El títere”, de 1965, con letra de Jorge Luis Borges y música de Astor Piazzola dice en uno de sus versos: “Un balazo lo paró en Thames y Triunvirato. Se mudó a un barrio vecino: el de la quinta del ñato”.