Con un fuerte llamado a no separar la Iglesia católica de la esfera pública, y el reproche a quienes impulsan esa idea “mostrando a sus instituciones como enemigas o extrañas a la sociedad”, el arzobispo de Rosario, José Luis Mollaghan, encabezó en la tarde de ayer, en el Parque Nacional a la Bandera, la misa concelebrada en honor a la Virgen de Rosario, patrona de la ciudad. Junto a él estuvieron los obispos Eduardo Mirás (emérito), Pedro Ronquino y Reinaldo Brédice, además de sacerdotes de toda la diócesis. También se hicieron presentes el gobernador Hermes Binner y el intendente Miguel Lifschitz.
“Necesitamos más que nunca la ayuda de una ética que influya en la esfera pública”, dijo Mollaghan, quien cifró en la religiosidad la ayuda necesaria para “hacer frente a los grandes riesgos y desafíos a los que se enfrenta la sociedad”, entre los cuales incluyó “el desprecio a la vida desde el seno materno, la falta de seguridad en las calles, el flagelo de la droga, la desatención a los ancianos, y también a los jubilados, la marginación de los que no pueden vivir dignamente”.
La cita, expresada en la plazoleta Cardenal Antonio Caggiano, se dio en un contexto donde, en Rosario, la Argentina y otras partes del mundo, se suceden cuestionamientos o confrontaciones con las instituciones católicas. Tras la peregrinación que había partido desde la Catedral para arribar, a las 17, al espacio verde cercano al Monumento a la Bandera, el arzobispo de Rosario insistió en la pertinencia de la opinión e incumbencia religiosa en la vida pública.
Y confrontó las opiniones proclives a un espacio confesional “privatizado”.
“Queridos hermanos, aún reconociendo tantas faltas como nosotros, humanos, podemos tenerlas en nuestras vidas, no parece justo que frecuentemente se pretenda mostrar a la Iglesia como desinteresada de esta realidad social, o que su mensaje sobra en la sociedad de hoy, o que habría que separarla y reducirla al ámbito privado mostrando a sus instituciones como enemigas o extrañas a la sociedad”, lamentó el arzobispo. Y replicó: “Pienso por ello en el bien que se realiza en el ámbito de la educación, en la universidad, en la promoción social, en el trabajo con los más pobres, en la defensa de la vida y de la familia, del matrimonio y de tantos otros valores que son propios de su misión en la sociedad”, inquirió el máximo referente de la Diócesis de Rosario.
Mollaghan eludió referencias inequívocas en su discurso, pero el contexto puede señalarlas: en Rosario, la reciente polémica por el “compromiso de admisión” que el colegio salesiano San José hace firmar a los padres para anoticiarlos que promueve la una conducta sexual que remita a la identidad anatómica; en el país, la persistente disputa de la cúpula eclesiástica con el gobierno nacional y con los legisladores u organizaciones que promueven normas que el Episcopado considera contrarias a la doctrina católica, como el ya vigente matrimonio sin restricción de sexo entre contrayentes, o los proyectos de ley que despenalizan el aborto en ciertos casos. Y fuera de las fronteras, la amplia difusión mediática de casos de pedofilia de los que se acusa a sacerdotes.
“Si queremos construir una sociedad justa es necesario tener presente y aceptar el fundamento de los valores y de la moral. Sólo con un cimiento ético podemos llegar a afianzar la verdadera calidad de vida de nuestra sociedad y de nuestro país”, defendió Mollaghan la potestad de la Iglesia para intervenir en las discusiones del ámbito público.
El arzobispo, además, interpeló a los dirigentes de todos los espacios: “Cómo no aplaudir a la Patria, que nació el 25 de mayo de 1810. Y después de 200 años de vida pedimos que la Nación cuente con las instituciones que la consoliden, valorando el espíritu de libertad y el respeto a las leyes y la pasión por la verdad”, señaló para completar: “Si queremos construir una sociedad justa es necesario tener presente y aceptar el fundamento de los valores y de la moral. Sólo con un cimiento ético podemos llegar a afianzar la verdadera calidad de vida de nuestra sociedad y de nuestro país”.
La celebración contó con gran cantidad de fieles que colmaron la plaza de Rioja y 1º de Mayo, e incluyó suelta de globos –con los colores amarillo y blanco del Vaticano– y de palomas.