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Acero: un caso testigo de la pérdida de soberanía e independencia nacional

Somisa se creó en 1947 en el marco del Plan Siderúrgico Nacional. Su misión fue brindar acero, hierro y chapa –insumos indispensables para la construcción liviana, pesada y la industria en general– a bajo costo. En 1991 fue privatizada y hoy la producción está altamente concentrada y monopolizada

Rodolfo Pablo Treber

 

Fundación Pueblos del Sur (*)

 

Especial para El Ciudadano

 

Existen sectores de desarrollo industrial que resultan imprescindibles si se quiere alcanzar un modelo productivo libre de factores foráneos que condicionen a la economía nacional. Entre ellos se encuentran la producción de alimentos, energías, ciencia y tecnología, la industria del transporte (naval, ferroviaria, aeronáutica y automotriz), comunicación y, sin lugar a dudas, la siderurgia.

 

Contexto histórico del acero en la Argentina

En 1944, finalizando la Segunda Guerra Mundial, Alemania, Japón, Italia, Rusia y todos los países que vieron su territorio envuelto en el conflicto bélico se encontraban sumamente debilitados o, literalmente, destruidos industrialmente.

En cambio, Estados Unidos, que se dedicó a proveer material bélico, peleó cómodamente, entrando a la contienda una vez que los otros ya se habían desgastado, sin compromiso alguno de su territorio continental.

Siendo conscientes del beneficio industrial y económico que les había causado el enfrentamiento, planificaron cómo reconvertir la producción exportadora de armamentos, que había dado empleos, salarios y ganancias como nunca antes. El objetivo era claro: sin importar la forma, tenían que lograr producir y exportar lo mismo que consumía la guerra. Así se gesta su estrategia geopolítica de dominio mundial.

De esta manera comienza la planificación del imperialismo de mercado norteamericano, con el objetivo de dominar los mercados periféricos e inundarlos con sus productos. Debían impedir que los mercados internos extranjeros se recuperasen, e invadirlos con su industria para salvar los empleos, los salarios y las ganancias que la guerra les otorgara.

En Argentina, alineándose al orden mundial en ciernes, ya no neutrales, Farrell y Ramírez toman posición y se preparaban para obedecer. Se despegan del coronel Juan Domingo Perón, quien había tomado la decisión de ir por un proyecto nacional y no someterse a la voluntad del nuevo imperio. Mientras ellos se preparan a obedecer, Perón rompe y resuelve buscar el poder político a través de los votos. Lo meten preso y el Pueblo lo libera con la extraordinaria movilización del 17 de octubre de 1945. Contra Braden, el embajador de Estados Unidos, y la Unión Democrática que creó, Perón gana las elecciones el 24 de febrero de 1946 con el 54% de los votos.

Una vez en el gobierno contesta patriótica y geopolíticamente, iniciando un proyecto de industrialización endógeno, con sustitución de importaciones, apoyado en un crecimiento constante del mercado interno.

Entre las empresas estatales creadas para dar impulso al desarrollo industrial en los sectores estratégicos se encontraba Somisa, Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina, con 80% de propiedad estatal, bajo la Dirección General de Fabricaciones Militares. Así se da inicio en la Argentina a la industria del acero en gran escala.

 

La Siderurgia

La siderurgia es un sector productor de insumos de uso estratégico, ya que abastece a un amplio y diversificado conjunto de industrias, entre las que se destacan la actividad de la construcción, el sector automotriz y autopartista, la industria metalmecánica, la de línea blanca y la industria del petróleo y gas, entre otras.

Por lo tanto, la disponibilidad y el precio de estos insumos resultan de vital importancia para el conjunto del entramado productivo nacional.

En nuestro país, la producción a gran escala de acero inició con la creación de Somisa, en 1947 y en el marco del Plan Siderúrgico Nacional, a cargo del general Manuel Savio, a partir de una inversión y desarrollo estatal, como sucedió con todos los sectores estratégicos industriales (Astillero Río Santiago, industria naval, 1948; Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA, energía nuclear, 1950; Yacimientos Petrolíferos Fiscales, YPF, gas y petróleo, 1922, etcétera).

La razón de ser, la misión de Somisa, fue brindar acero, hierro y chapa –insumos indispensables para la construcción liviana, pesada y la industria en general– a bajo costo.

La obra se finalizó en 1962, con capacidad de producir 632.000 toneladas de acero por año. Con el pasar de los años y la incorporación de tecnología, multiplicó su capacidad de producción constituyéndose en la segunda empresa nacional más grande, luego de YPF, y un actor continental de gran importancia en la producción de acero.

Somisa nació para convertirse en un pilar de la independencia económica nacional y así sucedió; la Argentina contaba con los insumos básicos para la producción de la mayor parte de los bienes necesarios y, de esta manera, no depender de factores exógenos que mermen la capacidad soberana de tomar decisiones sobre el quehacer nacional.

A contramano de lo que indica el interés nacional, en el año 1991, la tríada Menem, Triaca, y Alsogaray, la vaciaron, endeudaron, quebraron y, finalmente, la vendieron a precio vil, al 10% de su valor real, al grupo Techint. del empresario Paolo Rocca.

Pasados treinta años de su privatización, la empresa, mediante un proceso de extranjerización de su inversión, no produce todos los insumos necesarios para el desarrollo local, mientras que posee plantas en distintos países del mundo financiadas a partir de las ganancias extraídas de la anterior Somisa.

La producción local se encuentra ahora altamente concentrada, monopolizada, en todas las etapas productivas (fundición, aceración y laminación). Techint detenta el 100% de la capacidad instalada en planos (Siderar) y tubos sin costura (Siderca), mientras que Acindar representa el 60% en laminados no planos.

Esta estructura monopólica del mercado le permite a Techint poseer control total sobre los precios internos, los cuales eleva por encima de toda racionalidad con el objetivo de aumentar su saldo exportable de producción, en detrimento del consumo local.

La propia historia argentina nos muestra cuál es el camino correcto a seguir si el objetivo es el desarrollo económico que permita la recuperación del trabajo y la justicia social.

A nuestra Patria, por su abundancia en recursos y posibilidades, le conviene la industrialización endógena y asociada con los países de la región, en vez de la competencia y los mercados globales.

Sería pecar de inocentes si alguno todavía pretende lograr el mentado desarrollo mediante la inversión extranjera o el financiamiento de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, instituciones todas imperialistas, golpistas y asesinas de nuestros Pueblos. Tenemos que hacer la nuestra, construir un futuro distinto. Ya se sabe lo que hay que hacer; es cuestión de decisión política para enfrentar los intereses ajenos a los de la Patria.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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