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Por rezago o por expectativas, la inflación le sigue ganando la guerra al gobierno nacional

Economistas analizan el cuadro de situación que atraviesa la economía argentina, que ya naturalizó un piso inflacionario del 50% y que difícilmente se desacelere en medio del conflicto internacional. Para corregir atrasos o para cubrirse a futuro, siguen los aumentos y el gobierno corre desde atrás

Hace algunos días se conoció un nuevo dato de inflación en Argentina que expuso cifras preocupantes, pero que todavía no contemplan el impacto ocasionado por el contexto internacional. Para abordar los elevados índices de precios que arrastra Argentina desde hace tiempo, economistas hacen hincapié en la inercia inflacionaria, un fenómeno que explica parte de las dificultades que tiene el gobierno nacional para resolver la inestabilidad de precios y que impacta de lleno en la mesa de los argentinos.

A partir del conflicto entre Ucrania y Rusia y su consecuente impacto en precios la economía sumó un nuevo problema. El precio internacional de Commodities como el trigo, registraron continuos aumentos durante los últimos días, provocando importantes subas en derivados locales. Esto no hace más que poner presión sobre un piso ya elevado, producto de reajustes por inflación rezagada pero también por expectativas.

Economistas consultadas por El Ciudadano analizaron el fenómeno de inercia inflacionaria que atraviesa Argentina desde hace un tiempo y que fue llevando a naturalizar un dato oficial cercano al 50% de incremento interanual. Consideraron que entre los formadores de precios están quienes ajustan de acuerdo a la inflación pasada, pero también prevalecen quienes se cubren a futuro. Ambas variables posibilitadas por una concentración del mercado que no da lugar a la alternativa de los consumidores.

Como si no bastara la inflación del 4,7% que publicó el Indec hace algunos días sobre el mes de febrero, el escenario anticipa que los datos de marzo serán peores. Si bien los consumidores miran de cerca el rubro alimentos, que ya de por sí sufrió algunos ajustes durante los últimos días, los incrementos en naftas o tarifas, también terminarán repercutiendo más temprano que tarde en las mesas argentinas.

El presidente Alberto Fernández pretende llevar adelante un conjunto de medidas que atenúen la aceleración de precios, pero las iniciativas se parecen más a señales discursivas que a políticas concretas que puedan gravitar en la realidad. De hecho, entre el anuncio de «la guerra contra la inflación», hasta su concreción, los principales proveedores de alimentos aprovecharon para pasar listas actualizadas a los comercios de cercanía.

En la previa a la publicación del índice de precios, el gobierno cerró las exportaciones para la harina y aceite de soja, lo que suponía la antesala a la suba de retenciones para ambos sectores. Tras idas y vueltas, finalmente se oficializó la suba del 2% en las alícuotas que pagan por derechos de exportación la harina y el aceite de soja, más el anuncio de un fondo estabilizador del trigo.

Una decisión que ya cuenta con el rechazo de los sectores rurales más concentrados, pero también de allegados al propio gobierno. Sin ir más lejos, el gobernador de Santa Fe Omar Perotti le pidió personalmente al presidente que evite esa alternativa, una posición que coincide con la del ministro de Agricultura, Julián Domínguez.

Cuadro de situación

No hay certezas del impacto que pueden tener estos nuevos anuncios, pero sí del cuadro de situación que atraviesa Argentina hace ya algunos años, y que expone un piso de inflación elevado, difícil de contrarrestar y que genera un ajuste constante de precios en distintos sectores de la economía por inflación rezagada, pero también por expectativas.

En diálogo con El Ciudadano, la economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), Celina Calore, explicó: “El fenómeno de la inercia inflacionaria es, lisa y llanamente, que los precios actuales aumentan de acuerdo a cómo aumentaron en el pasado, y esa inercia toma nuevo impulso con cada shock que pueda sucederse en la economía, como una devaluación o impacto de precios externos”.

Para ejemplificar este fenómeno, citó casos como el de la renovación de alquileres, donde los ajustes se dan a partir de la inflación pasada, lo mismo que sucede con acuerdos de precios sectoriales, o con salarios, donde en algunos casos también aparece la posibilidad de una cláusula gatillo, teniendo en cuenta las expectativas inflacionarias.

“A eso llamamos inflación inercial, al piso de inflación a partir del cual los distintos actores de la economía toman sus decisiones y negocian precios/ingresos, y que hoy se ubica en torno al 50%”, sostuvo la economista del Ceso.

A futuro, y teniendo en cuenta las tensiones que provocará la guerra entre Rusia y Ucrania, consideró: “Es necesaria una medida para desacoplar el precio interno de nuestros alimentos del internacional, evitando que se traslade al consumidor final, pero estas políticas necesariamente tienen que ser acompañadas por políticas de ingresos, como aumento de AUH, Tarjeta Alimentar, Jubilaciones y Salario Mínimo”.

Inflación por expectativas

Por su parte, la socióloga y especialista en economía cultural, Natalia Calcagno, también analizó la situación de precios en Argentina y el fenómeno de inercia inflacionaria. A la variable de arrastre o rezago, le suma las expectativas a futuro que tienen en cuenta los sectores formadores de precios.

Consultada por El Ciudadano, analizó: “Hay también un componente de expectativas en la fijación de precios en el que también se puede anclar el concepto de inercia inflacionaria. El de los alimentos es un sector muy concentrado y son muy pocos los que deciden el precio. Ahí hay costos pero también hay mucho de expectativas, qué va a pasar con el dólar o con la nafta, por ejemplo”.

Calcagno integra el equipo de Fundación Colsecor, un centro de estudios que elabora una canasta básica de alimentos a partir de un relevamiento en 34 localidades de 6 provincias, con la idea de exponer las diferencias que existe en los distintos territorios respecto a los índices que se elaboran desde Capital Federal.

A partir de esta experiencia puede observar las brechas que existen entre distintas localidades y cómo los sectores alimenticios más concentrados definen el mercado. “En este caso pueden tomar decisiones más conservadoras, y al no tener competencia pueden subir el precio ya que no van a aparecer otras marcas que tengan la capacidad de distribución que tienen los grandes”, explicó.

En el corto plazo y teniendo en cuenta lo que pueden generar las tensiones internacionales, consideró: “Ya se ve un impacto en los cereales pero también se modifican los precios de las naftas, dos componentes básicos de la alimentación en Argentina. Es una situación difícil de desactivar sin un fuerte acuerdo con los sectores más concentrados de la economía”.

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