Por Camil Straschnoy – Télam
La Unión Europea (UE) se mostró unida en sus medidas contra Rusia por la guerra, pero el veto a comprarle gas, la «madre de todas las sanciones» según Ucrania, siguió esta semana dividiendo al bloque y «es probable que el suministro siga fluyendo, a menos que Occidente se involucre directamente en la guerra», según analistas.
El Parlamento Europeo pidió el jueves pasado imponer un embargo «total e inmediato» sobre las importaciones «de petróleo, carbón, combustible nuclear y gas» rusos, pero esta resolución no es vinculante y la decisión quedó en manos del Ejecutivo del bloque (la Comisión Europea) y cada Estado miembro, que hasta ahora solamente avanzaron en la misión más sencilla: el carbón.
Las importaciones europeas de ese mineral desde Rusia pasaron de 8 millones de toneladas en 1990 (7% del total) a 43 millones en 2020 (54%), pero se trata de una fuente de energía que varios países están abandonando por ser contaminante y de la que existen muchos vendedores a nivel global.
«El carbón ruso puede ser remplazado porque los mercados mundiales de carbón están bien suministrados y son flexibles», aseguró el Instituto Bruegel, un think-tank con sede en Bruselas.
La situación con el petróleo es más complicada, ya que el 25% del crudo que usa la UE proviene de Rusia, que además exporta al bloque 1,5 millones de barriles diarios de gasoil, del que Europa depende mucho.
Aun así, «en principio, remplazar el petróleo ruso sería más fácil que para el gas», ya que las importaciones llegan por barco y no mediante infraestructuras fijas como los gasoductos, indicó el Instituto Bruegel.
El desafío más complicado para Europa es el gas, ante la abrumadora dependencia: el 45% de las importaciones y cerca del 40% del consumo proviene del suministro que llega desde Rusia, gracias a una red de gasoductos que no se cortó en ningún momento pese a la batería de sanciones impuestas contra el Kremlin desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero pasado.
«Hasta ahora, el gas siguió fluyendo y ,de hecho, las entregas a través de la red que pasa por Ucrania aumentaron. A pesar de la retórica de ambos lados, muchos líderes europeos saben que una interrupción abrupta del suministro causaría dificultades económicas reales», indicó a Télam Michael Bradshaw, profesor de Energía Global en la Universidad de Warwick (Reino Unido).
«(El presidente ruso, Vladimir) Putin también comprende la importancia de los ingresos generados por las exportaciones de petróleo y gas que se benefician de precios muy altos», añadió.
Efectivamente, los fondos obtenidos del petróleo y del gas financiaron 45% del presupuesto federal de Rusia el año pasado, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Ante esto, el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, dijo que es necesario que Europa imponga «la madre de todas las sanciones» al abandonar el mercado energético ruso, medida que ya tomaron Estados Unidos y Reino Unido, mucho menos dependientes de esas importaciones desde Moscú.
En sintonía, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski instó a cesar las compras para que así «Rusia no tenga dinero para esta guerra» y cuestionó: «¿Cuanto tiempo puede Europa ignorar un embargo contra el petróleo ruso?».
Esos pedidos fueron escuchados por la UE, al menos en una pequeña parte, luego de la aparición de cientos de cuerpos de civiles en la localidad de Bucha, vecina de Kiev, en lo que para las potencias occidentales fue una masacre llevada a cabo por las fuerzas rusas que controlaron la localidad, acusación que el Kremlin niega.
El bloque decidió el jueves pasado un embargo contra el carbón ruso y el cierre de los puertos europeos a las embarcaciones rusas, en la quinta ronda de sanciones impuestas tras seis semanas de guerra.
Si bien algunos líderes de países dependientes del gas ruso como Italia, Alemania y Austria hablaron de la posibilidad de extender el veto a ese suministro, también dieron a entender que no es una opción viable en el corto plazo, más en un contexto en que la suba de precios por la guerra está generando una inflación histórica en sus economías.
El presidente francés, Emmanuel Macron, acusado por el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki de dialogar con Putin «cuando no se negocia con criminales», habló de medidas contra «el carbón y el petróleo» pero ni mencionó la compra de gas.
Sin tanta ambigüedad, Hungría no solo rechazó cualquier posibilidad de prohibir las importaciones, sino que también se mostró dispuesta a pagar el gas ruso en rublos, a diferencia de otros países de la UE que resistieron esta petición anunciada por Putin para contrarrestas las sanciones económicas contra su país.
Las decisiones sobre el gas ruso hasta ahora tienen un impacto más simbólico que real: Alemania suspendió la certificación del gasoducto Nord Stream 2 que tenía previsto incrementar su suministro desde Rusia y la empresa estatal rusa Gazprom tiene vetado el acceso al sistema financiero de los países occidentales.
La división interna en Europa y la dependencia recíproca entre el bloque y Rusia hacen prever que el comercio de esta fuente de energía seguirá activa, sin importar las denuncias cruzadas sobre lo que ocurre en Ucrania.
«Los contratos existentes entre los importadores europeos y Gazprom pueden asegurar un nivel de suministro durante algunos años. Todo esto significa que es probable que el gas continúe fluyendo a menos que las cosas se intensifiquen en la guerra en Ucrania y Occidente se involucre directamente, entonces la situación se volverá impredecible», aseguró Bradshaw.
El analista indicó que «a mediano plazo» Europa podría buscar como alternativa la firma de contratos con empresas de gas natural licuado (GNL) de EEUU que le aseguren una provisión estable «pero el precio se verá reflejado en las condiciones del mercado».
Y alertó que «la realidad a corto plazo es que Europa solo obtendrá más GNL redirigiendo los cargamentos existentes en una guerra de ofertas. Esto significa que otros países importadores, como la Argentina, pueden salir perdiendo».