Florencia Demirdjian*
“La memoria de mi memoria no es lo que he vivido, sino lo que he heredado. Es un eco del pasado, una capa sumergida de mi historia. Es un principio oscuro de mi saga. Es la mancha de sangre de mi puño apretado el día en que nací, es la tragedia que iba a heredar de niño. Es algo que traté de olvidar…”, dice el sociólogo francés Gérard Chaliand, y agrega: “Ahora están todos muertos, llegó el momento de recordar. Me guste o no, soy heredero de una raza asesinada y de un país que en líneas generales ha sido borrado del mapa”.
La posición geográfica de las tierras ancestrales armenias como corredor entre Asia y Europa, vulneró históricamente a las poblaciones situadas en el corazón del Asia menor, frontera natural entre rusos y turcos, sufriendo continuas invasiones extranjeras. Los armenios constituían una población de cuatro millones de habitantes en el Imperio Turco Otomano hasta que una parte fue cedida al Imperio Ruso.
En el año 1828, con la firma del tratado de Turkmanchai y finalizada la guerra rusa-turca, se establece una división entre la Armenia Occidental, dominada por el Imperio Otomano, y la Armenia Oriental, perteneciente al Imperio Ruso, una división que perdurará hasta la actualidad.
El derecho a existir
Tanto los zares como los sultanes consideraban peligrosa a Armenia y sometían a sus pobladores a privaciones, segregaciones y discriminación sistemática. Con el desmembramiento del Imperio Otomano que desencadenó en una gran crisis económica y social, y el emergente del panturquismo como “solución final” para salvar la economía nacional turca, el 10 de agosto de 1910 se elabora el plan panturquista con políticos, intelectuales y militares en la ciudad de Salónica, donde convergían poblaciones de los Balcanes, y era un baluarte de la oposición al Sultán.
El triunvirato Enver, Djemal, Talaat y los ideólogos panturquistas Zya Gokal y Halide Edib Adivar derrocan al Sultán tomando el control del gobierno turco y llevan a cabo el plan sistemático de exterminio contra el pueblo armenio.
La modernidad trajo aparejada el cómo esa sistematización se agilizaría a través de un instrumento nuevo “el telegrama”, que se convertiría en el instrumento principal del genocidio contra el pueblo armenio donde “una orden de matar” llegaría en cinco horas lo que antes tardaba cinco días.
El telégrafo, con toda su especificidad –velocidad-red-cifrado– está en el corazón de la organización y ejecución del genocidio de los armenios. No es casualidad que los dos principales responsables del exterminio armenio en los últimos años de la era otomana, el “Sultán rojo” Abdul Hamid II y el Ministro del Interior y gran Visir, Talaat Pashá, eran dos apasionados del telégrafo, así lo menciona Claire Mouradian, quien narra que en los numerosos trabajos sobre los efectos políticos y sociales de las innovaciones tecnológicas, el telegrama ocupa un lugar prominente como símbolo de la modernidad.
El telégrafo aparece también muy tempranamente como el nervio de represión de los regímenes autoritarios, una aplicación específica del gobierno a distancia crucial para los Imperios.
El telegrama cifrado n° 1.181, de fecha 15 de septiembre de 1915, enviado por el Ministro del Interior Talaat Pasha, dice: “A la Prefectura de Alepo: ya se ha comunicado que el gobierno ha decidido exterminar totalmente a los armenios habitantes de Turquía. Los que se opongan a esta orden ya no podrán pertenecer a la administración. Sin miramientos por las mujeres, los niños y los enfermos, por trágicos que puedan ser los medios de exterminio, sin atender los sentimientos de la conciencia, es necesario poner fin a sus existencias.”
La exaltación de un pueblo superior
El genocidio contra el pueblo armenio está documentado por diversas fuentes oficiales turcas-otomanas, como así también por documentos de los imperios alemán y austríaco, aliados políticos y militares de Turquía. La destrucción de la población armenia en el Imperio Otomano fue el resultado de un proceso histórico de limpieza étnica progresiva a través de masacres continuas, como fueron las de 1894 a 1896 y la de 1909, produciendo la muerte de más de 300 mil armenios.
Durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano cometió uno de los mayores genocidios de la historia, un millón y medio de armenios asesinados, sumado a los centenares de miles de armenios que murieron cuando los turcos intentaron extender el genocidio a la Armenia rusa en Transcaucasia.
Los ejecutores del plan sistemático de exterminio se definían como laicos y progresistas, estandartes del “nuevo hombre”, fomentaban la exaltación de una raza superior y una “Turquía para los turcos”, construyendo así el escenario para que se incremente el poder de un nuevo estado y desaparezca el derecho de las minorías a existir.
La impunidad, el silencio y la falta de acciones tras el genocidio contra el pueblo armenio provocaron graves problemas en la comunidad internacional para prevenir o reprimir los genocidios. La persistente impunidad que se mantuvo sostenidamente incitó y alentó a los criminales a ser más agresivos y en este contexto se instaura “La Moderna República de Turquía”, sucesora legal del Imperio Otomano, liderada por Mustafá Kemal Atatürk.
Esta dinámica de la impunidad en Turquía se mantiene hasta la actualidad convirtiendo el “negacionismo” en una constante en la política de Estado enterrando el pasado.
Una muestra de ello es el caso de la expropiación del Cementerio Armenio de Pangali, en Estambul. Pudimos acceder a esta información gracias a las investigaciones del profesor Eduardo Karzclian. La misma revela que desde 1926 se prohibieron las inhumaciones de los armenios en este cementerio y el 1º de mayo del año 1931, a través de una ordenanza municipal en Estambul, se solicitó la expropiación del mismo y la confiscación es consumada en 1934.
Finalmente, en 1939, se destruyen las capillas y se rematan las lápidas del Cementerio Armenio de Pangali en Estambul. Una parte se adjudica a la plaza Taksim y allí se levantan hoy los hoteles Divan, Hilton y Hyatt, el consulado de la India y la Radio-TV turca.
La investigación del profesor Eduardo Karzclian demuestra como a través de leyes, decretos, reglamentos, ordenanzas y medidas políticas diversas, los diferentes gobiernos que se han sucedido en la Turquía republicana aplican esa metodología legal-administrativa contra la población armenia remanente en su territorio, contra su herencia cultural, contra su subsistencia económica, tanto individual como asociativa.
*nieta de sobrevivientes del genocidio contra el Pueblo Armenio e integrante de la Cátedra Armenia, GECAM, y el Centro de Estudios Armenios pertenecientes a la Universidad Nacional de Rosario