Por Germán Ulrich – Agencia Télam
La costa santafesina, un corredor de 300 kilómetros que se inicia en la ciudad de Santa Fe y concluye en Reconquista, ofrece una variedad de actividades para disfrutar del río Paraná y también la posibilidad de conocer el origen colonial de Santa Fe la Vieja, cuyas ruinas en la localidad de Cayastá revelan la forma de vida de los primeros pobladores españoles en la región.
El recorrido, ideal para una escapada de fin de semana, se inicia en el distrito Colastiné Norte, un barrio de la capital de la provincia, y se extiende hacia el norte por la ruta provincial 1 a través de las localidades de San José del Rincón, Arroyo Leyes, Santa Rosa de Calchines, Cayastá, Helvecia, San Javier, Alejandra, Romang y Reconquista.
En todo ese trayecto el río, contra la costa, va cambiando de nombre, desde el Colastiné del inicio, pasado por Ubajay, luego San Javier y finalmente San Jerónimo, aunque todos son parte del gran sistema del río Paraná, cuyo cauce principal está a kilómetros hacia el este.
Las localidades situadas a la vera de la ruta tienen como denominador común el paisaje fluvial, aunque cada una tiene particularidades que las hacen únicas en cuanto a su relación con el río y también desde el punto de vista histórico.
En Colastiné, Rincón y Arroyo Leyes hay una oferta abundante de cabañas muy bien equipadas y rústicas, que se caracterizan por convivir con una población estable cuya actividad depende de la ciudad de Santa Fe pero que se diferencian por la posibilidad de navegar, pescar y explorar el intrincado sendero de ríos, riachos y arroyos que conforman innumerables islas.
El pueblo siguiente es Santa Rosa de Calchines, donde pueden visitarse construcciones del siglo XIX, el Museo Aníbal Bergallo y la bella iglesia Santa Rosa de Lima, y hacer base en bungalows o en el camping comunal San Antonio, muy bien equipado con asadores y bajada de lanchas para avistaje de pájaros o pesca deportiva.
Luego, ya a unos 80 kilómetros al norte, el departamento Garay ofrece dos localidades antiguas, Helvecia y Cayastá, esta última con la atracción del parque arqueológico Ruinas de Santa Fe la Vieja.
El sitio, declarado Monumento Histórico Nacional en 1957, posee las primitivas viviendas de la época colonial y los edificios del Cabildo, las Iglesias de San Francisco, La Merced y Santo Domingo, donde se encuentran los restos de los primeros habitantes españoles.
Allí se erige también el Museo de Sitio, con piezas exhumadas por el historiador Agustín Zapata Gollan a partir de 1949, con un recorrido cronológico que incluye elementos de la cultura aborigen antes de la llegada de los europeos.
A finales de junio se realiza la fiesta de la Yerra, que conmemora la primera marcación de ganado que se hizo en el Río de la Plata, en 1576, es decir tres años después de que Juan de Garay fundara el asentamiento original de lo que hoy es la ciudad de Santa Fe.
El recorrido hacia el norte deriva en Helvecia, donde se promocionan safaris fotográficos por las islas, la pesca deportiva y el turismo rural, actividades que se combinan con el Museo Histórico Regional, el parque Prefectura Naval Argentina y la iglesia Nuestra Señora del Carmen como lugares para visitar.
En todo el trayecto no hace falta más que internarse en alguno de los cursos de agua para encontrarse con la vegetación abundante propia de las islas y una presencia constante de animales como carpinchos y nutrias, que en algunos lugares son adoptados como mascotas.
En cuanto a las especies ictícolas, sobresalen los sábalos, las bogas, las rayas y una gran variedad de bagres, además de las especies más codiciadas, como el dorado, el pacú y el manguruyú, cuya captura está prohibida, en tanto que en el caso del surubí es protegido con vedas que generalmente comienzan en noviembre.
La próxima parada después de Helvecia es la ciudad de San Javier, llamada «El paraíso costero», que nació como una reducción jesuítica de indios de la nación mocoví en el siglo XVIII y que, además de la caza, la pesca y el turismo aventura, ofrece las huellas del pasado, con marcas de la relación rica y al mismo tiempo tensa entre habitantes primitivos y los llegados desde el otro lado del océano.
En San Javier, ubicada a 160 kilómetros de Santa Fe, nació el campeón mundial de boxeo Carlos Monzón y todavía existe la que fue su casa de barrio La Flecha, como así también la del poeta Julio Migno y del escritor y cineasta Alcides Greca, quien filmó un documental titulado «El último malón» en 1918, que reprodujo la rebelión mocoví de 1904 que terminó en una matanza.
En cercanías de la localidad de Romang y de allí hacia el norte comienza una de las zonas más bellas, que el pueblo indígena abipón llamaba «Jaaukanigás», que significa «gente del agua». Se trata de un sitio Ramsar que permite observar la naturaleza de un territorio virgen donde conviven yacarés, monos carayá y una gran diversidad de aves, y que es territorio de los pescadores artesanales.
Allí, con epicentro en el barrio Puerto de Reconquista, se puede recorrer las islas del Paraná en safaris fotográficos, navegaciones, kayak o senderismo con enormes árboles de la selva en galería.
Las actividades y los servicios de turismo de todo el corredor de la costa están incluidos en la plataforma Viví Santa Fe (vivisantafe.com), gestionada por la Secretaría de Turismo de Santa Fe, que representa una herramienta de divulgación y de promoción para operadores privados y municipios.
Allí se pueden realizar reservaciones de alojamiento y de actividades, aunque por las características de la zona también es factible llegar hasta cada localidad y recién allí contratar hospedaje, que va desde los lugares con mayores comodidades hasta las cabañas básicas y la opción de los campings municipales y privados.