Search

Juan Monteverde: «Al frente de frentes hay que oponerle un movimiento de movimientos”

El líder de Ciudad Futura quiere construir un “espacio nuevo” para “enfrentar a la partidocracia” en 2023, "que no junte siglas de partidos políticos". “Lo que necesitamos en un país con un 50% de pobres es una revolución”, propuso el concejal 

Idealista y realista casi por partes iguales, el concejal de Ciudad Futura Juan Monteverde entiende la política como un ejercicio no exento de debate, pero esencialmente “práctico”. Con un grupo de amigos se lanzó a la acción política tras la crisis de 2001, por fuera de los partidos tradicionales, y ya talla fuerte en el escenario electoral de la ciudad. Habla de esos orígenes, no tan lejanos, con el entusiasmo de lo que recién empezó. No se resigna a administrar la crisis y resucita una palabra casi en desuso: revolución. Cree que se necesita un cambio de raíz, pero incluye en esa revolución la dimensión “espiritual” del ser humano, una palabra con la que intenta devolver centralidad política al «sentido de la vida», por fuera del materialismo reinante. Lejos del neoliberalismo, pero también del estatismo, cree en “un Estado que empodere a una sociedad que se organiza”. Y agrega: “Nosotros mostramos lo que ya hicimos, lo que la sociedad organizada es capaz cuando ante un problema común inventa una solución muchas veces mejor que la del Estado”. Monteverde cree que su diferencial no es hablar de educación, de cultura, de producción de alimentos, sino mostrar las experiencias propias territoriales y proponerlas como modelo hacia adelante: “Es poder mostrar en el presente los pedazos de la sociedad que queremos para mañana”. En medio de la disyuntiva que se plantea hacia el año próximo propone “armar una gran coalición de centro hacia la izquierda para disputarle a esa gran coalición de centroderecha”, el frente de frentes. Y más: propone que ese camino, totalmente nuevo, sin siglas partidarias, se imite en el orden nacional: “Podemos hacer un aporte desde Santa Fe para el futuro de la Argentina”.

—¿Pensaban llegar a la pelea electoral cuando arrancaron en Nuevo Alberdi?

—Lo que estábamos construyendo era un proyecto político, nunca lo pensamos como “estamos ayudando a la gente”. De hecho, el manifiesto de Giros (Grupo Independiente Rosarino Organizado Solidariamente) era independiente de la política tradicional, de los partidos de izquierda tradicional. Si bien teníamos una formación de izquierda no queríamos que la izquierda sea esa práctica política. Independiente de la iglesia, de la caridad, de todas esas cosas. Nuestras referencias, de entrada, tenían más que ver con los movimientos sociales que con los espacios políticos, pero con los movimientos sociales del estilo de los Sin Tierra de Brasil, el Zapatismo de México, esa era más o menos la orientación ideológica y práctica de lo que nosotros estábamos haciendo, pero perfectamente consciente de que el horizonte era construir una alternativa política. Esa alternativa no descartaba la posibilidad de armar un partido político. Pero siempre lo que decíamos era que teníamos que ser capaces de construir no solamente un discurso político diferente sino fundamentalmente una práctica distinta. Y fue la propia historia del territorio la que nos llevó un poco a esta mirada que tenemos sobre el modelo de ciudad, a esta cuestión de rescatar la importancia de las disputas que se dan en la ciudad, y la posibilidad de generar proyectos políticos desde abajo. Y la propia práctica territorial, que nos puso en la lucha por la tierra, porque en ese lugar querían construir un barrio privado y las estrategias que nosotros nos dimos para enfrentar era una estrategia no solamente defensiva y reivindicativa, sino también intentando que en esa resistencia esté el modelo que nosotros queríamos proponer. Por eso logramos prohibir los barrios privados en el año 2010, sin ser concejales, siendo Rosario la primera ciudad del mundo en prohibir los barrios privados, y en ese momento yo recuerdo que muchos decían, “¿por qué Giros no mete un concejal? Y nosotros decíamos: “No, le dimos muerte a una forma de concebir la ciudad, el ícono del neoliberalismo en la ciudad, como son los barrios privados, tenemos que ser capaces de empezar a construir un modelo diferente”. Entonces ahí nos fuimos a vivir con un grupo de compañeros al tambo (llamado La Resistencia, en Nuevo Alberdi), fundamos la escuela de gestión social, para demostrar que el destino de las periferias de las ciudades no necesariamente tenía que ser barrios privados o lo que en aquel momento se llamaba asentamientos irregulares y hoy se llama barrio popular. Podía haber un modelo de desarrollo diferente, con condiciones de vida dignas y que además se pudiera producir alimento. Es decir que ahí había no solamente una forma de subsistencia de los propios que viven en los territorios de las periferias de la ciudad, sino que además esas periferias podían ofrecerle algo al resto de la ciudad, por eso es todo el trabajo estratégico en torno a los alimentos que empezamos en el tambo y lo continuamos con diferentes políticas. Pero básicamente es esa forma de construcción, que nosotros llamamos de prefiguración, es decir, poder mostrar ahora en el presente los pedazos de la sociedad que queremos para mañana. Lo que nosotros le proponemos a la sociedad en las elecciones no es, como en el 95% de los partidos, “te prometo que si gano y llego al Estado voy a hacer esto, y después algún día te explico por qué no lo pude hacer”. Nosotros mostramos lo que ya hicimos, lo que la sociedad organizada es capaz cuando, ante un problema común, inventa una solución muchas veces mejor que la del Estado. ¿Qué decimos nosotros? Nosotros logramos construir este modelo educativo, que hace que los mismos pibes que en las escuelas del Estado se van, en la nuestra terminen. Nosotros podemos construir este modelo de producción de alimentos, que nuestros productos son entre un 30 y un 50 % más baratos que los del mercado, son de mejor calidad, y tienen un esquema de producción mucho más sustentable en términos ambientales. Tenemos este modelo de cultura, donde sostenemos espacios de calidad, a los que la gente va, en los cuales los artistas no solamente pueden tocar, sino que pueden llevarse el fruto de su trabajo y no tienen que pagar para tocar. Damos crédito a los sujetos que no son sujeto de crédito en el mercado. Una cantidad de cosas que no es ni más ni menos que un plan de gobierno. Nosotros decimos que somos un partido con funciones de Estado porque en realidad estamos resolviendo una cantidad de problemas comunes con los recursos de los que hoy disponemos, que son la sociedad organizada, los recursos que podemos conseguir del Estado y las políticas que podemos cogestionar con el Estado.

—Ustedes tampoco ven al Estado como la solución de todo.

—Para nosotros la gestión social es la respuesta a la crisis del modelo capitalista, cuando el mercado no resuelve todo, y la respuesta a la crisis del modelo estatista de la Unión Soviética. Esos dos modelos, de distintas formas, y produciendo diferentes efectos, mostraron sus límites. Hay un determinado problema: el Estado con su burocracia y sus prioridades políticas no lo va a resolver, al mercado no le interesa porque no es rentable. Entonces, bueno, la comunidad se organiza para resolver ese problema y eso le da sustentabilidad a lo largo del tiempo. Argentina y Santa Fe tienen cooperativas que gestionan una cantidad de recursos económicos y de producción que son de la propia comunidad. Experiencias de consumo, de vivienda, etcétera. Lo que está claro para mí es que se tiene que inventar una forma de gestión de la vida diferente a la que tenemos. Porque hoy no está resolviendo las condiciones materiales de vida ni las condiciones espirituales de vida. A mí me parecen igual de importante las dos. ¿Qué quiero decir? Vos tenés un sistema donde tenés un 30% excluido de todo, casi en la indigencia. Ahora, el 70% restante, donde tenés un gran porcentaje de precarizados, de gente que no tiene condiciones laborales ni derechos garantizados, no tiene la posibilidad de prever su futuro. Ponele que tenga las condiciones de vida más o menos resuelta, ahora el sentido de la vida que te da el capitalismo tampoco está llenando espiritualmente a las personas, por eso hay tantos problemas de salud mental, suicidios… Porque realmente el modelo de trabajar todo el día para conseguir plata para consumir cosas que no sabés si necesitás, pero querés, es una espiral que no termina nunca. Ese modelo está absolutamente en crisis. Ahora, ese modelo que tiene que ver con las condiciones materiales de vida, tener agua… Escuché a Daniel Arroyo decir que en la Argentina hay gente viviendo en tres siglos distintos, gente viviendo en el siglo XIX, sin agua potable y en calles de tierra, tenés gente del siglo XX, que somos la mayoría, y después tenés un pedacito del siglo XXI, que son las áreas de desarrollo de software, los unicornios, es complejo. Como hacés para gobernar una sociedad que vive en tres siglos diferentes. Eso el mercado está claro que no lo resuelve; ahora, y esto es el gran debate que tenemos que dar los sectores nacionales y populares, sectores progresistas, de izquierda, es que este Estado tampoco lo va a resolver. Entonces la discusión entre más Estado o menos Estado no es la discusión central, sí entre más derechos o menos derechos, pero el Estado en sí hay que rediscutirlo. Hay que buscar formas mucho más ágiles, más cercanas, de gestión. Por eso la instancia municipal, con la cercanía que tiene con el territorio y con la gente, es un gran lugar. Nosotros decimos que hay que refundar la democracia o reinventar en el lugar donde nació, que son las ciudades. Pero todas experiencias de gestión social de lo común, en las ciudades se pueden hacer. Ir escalando lo social, podés hacer educación, deportes, gestión social de los servicios básicos, ¿por qué no puede un municipio asociado con la comunidad construir viviendas?, ¿por qué no nos podemos asociar los que no tenemos vivienda, y con ayuda del Estado levantar un edificio? ¿Quién dice que eso no se puede? No estamos hablando de poner en órbita un satélite.

—Un punto medio entre el Estado ausente y el Estado omnipresente.

—Estamos hablando de un Estado que empodere a la comunidad que se organiza.

—¿La falta de referencias políticas preexistentes y la originalidad de la propuesta puede haber conspirado en la compresión del electorado sobre la identidad de Ciudad Futura?

—Se puede analizar desde diferentes planos. Si vos analizás la composición de fuerza del palacio municipal, hoy somos el bloque más grande del Concejo. Producto de que las diferentes listas que se presentan juntas después no pueden sostener ni un bloque juntos, o sea que ahí estamos hablando de la ausencia de un proyecto político, estamos más cerca de proyectos individuales dentro de un gran contenedor, pero no hay un proyecto político que los aglutine. Todos los que nos presentamos por Ciudad Futura terminamos en el mismo bloque. No es menor, y ponele que un Concejo municipal no importe tener uno o tres bloques, pero para gobernar eso es fundamental. Hoy estamos llenos de experiencia y el Frente de Todos es un ejemplo a nivel nacional, de que una cosa es ganar elecciones y otra es gobernar. Y esto va a la pregunta sobre los tiempos y los métodos: yo no quiero llegar al poder a cualquier costo. Y a cualquier costo me refiero no solamente a venderle el alma al diablo para llegar a determinado lugar sino también al nivel de amplitud de la coalición que vos armás para ganar. Porque vos tenés que armar una coalición lo suficientemente amplia para ganar pero lo suficientemente compacta para gobernar. Porque a mí no me mueve llegar a un lugar, ser intendente, gobernador, presidente, a mí me mueve hacer una revolución, porque acá lo que necesitamos es una revolución. Después los métodos varían según los tiempos. Lo que necesitamos en un país con un 50% de pobres es una revolución. Revolución es cambiar de raíz. ¿Cuándo vamos a admitir que esto fracasó? Admitir que esto fracasó, que fracasó la política, pero el mercado también. Porque vos tenés sectores de Cambiemos que dicen “esto fracasó”, pero ¿el mercado? El mercado fracasó rotundamente, lo que en teoría es mucho más eficiente. En esa dicotomía, la idea de una forma diferente de pensar la cosa para nosotros es la única manera de salir de este atolladero, en un país donde vamos como un péndulo de un lado al otro, y el que llega destruye todo lo que hizo el anterior y ahí se le va la vida a generaciones y generaciones, y la política está enfrascada en las cinco manzanas que rodean a la Plaza de Mayo, el problema de nuestro país, aparte de toda la cuestión política-ideológica.

—Vos hablás de una revolución, en la que incluís la dimensión espiritual, ¿podés profundizar eso?

—Hay una frase muy buena de Juan Carlos Monedero, de Podemos, que dice que la única autoayuda que funciona es la autoayuda colectiva y la autoayuda colectiva se llama política. Me parece una gran frase, en términos de ese vacío, que le llamo espiritual por no encontrar otra palabra, pero a ese vacío, que genera un modelo de vida basado en las cosas, porque hoy las personas valen de acuerdo a lo que tienen y no a lo que son, porque eso es básicamente el capitalismo y el materialismo. Yo nací en el 85, no viví la Guerra Fría, tengo conciencia de un mundo unipolar, mi infancia fue durante el menemismo, ese modelo de vida neoliberal absoluto, donde desde chiquito te dicen “la vida es consumir”. Bueno, el consumismo es como una droga, puede funcionar muy bien en el momento en el que estás consumiendo pero no tiene trascendencia y no tiene objetivos. Es el consumismo por el consumismo mismo. Pero lo que nos diferencia de los animales es la conciencia sobre nuestra propia finitud, que en algún momento nos vamos a morir, y hay que darle sentido a por qué estamos acá. Este modelo realmente le da muy poco sentido a la vida. Son muy pocos los que tienen la suerte de por ejemplo tener un trabajo que te llene, que digan: “Me gusta mi trabajo, me levanto entusiasmado porque voy a un lugar y siento que lo que estoy haciendo no es solamente un medio para conseguir plata para vivir, sino que además me siento realizado”. ¿Cuántas personas conocés así? Somos muy poquitas. A eso me refiero con la cuestión de lo espiritual, que cada uno después lo llena de diferentes formas. En los sectores populares el vacío que producen las condiciones materiales de existencia muchas veces se llena con religión, que ahí también nosotros tenemos una gran diferencia con los sectores progresistas, que parecería que está bien creer en la astrología pero está mal ser evangelista. O está bien creer en el coach ontológico y está mal ser cristiano. ¿Por qué? Nosotros llenamos ese vacío con política. Nuestra razón de ser es militar. Yo si no milito me muero. Yo no podría decir, no sé, mañana pasa un cataclismo, le voy a encontrar la forma, la militancia no será ser concejal, será militar en un barrio, será en un club, pero no concibo la vida de otra manera. Y un modelo de sociedad, porque en definitiva la política no es ganar una elección y hacer una buena gestión, cuando decimos que hay que cambiar todo, hay que ser capaces de mostrarle a la sociedad un horizonte de un proyecto de vida. Bueno, un proyecto de vida que no contemple la realización de las personas no vale la pena. Muchas de las razones del fracaso de la Unión Soviética también tienen que ver con eso.

—¿Cómo imaginás el escenario electoral del año próximo?

—Vamos a hacer un análisis al revés de lo que hacemos siempre, de lo general a lo particular. Sí o sí en Argentina el año que viene hay que ser capaces de construir una cosa distinta. Argentina no puede volver a retroceder el año que viene y está claro que con el Frente de Todos no se va a ningún lado. Fue muy eficaz para cortar el intento de resurgimiento del ciclo neoliberal, pero es totalmente ineficaz para mostrar un proyecto de futuro. Por ende, hay que inventar algo nuevo. Yo creo que hay un aporte que nosotros podemos hacer a ese gran desafío histórico, para que Argentina no retroceda el año que viene, y para que se invente algo nuevo y que eso nuevo se vincule con los distintos gobiernos progresistas que fueron ganando las últimas elecciones. No es menor que en Chile, Perú y Colombia, toda la Costa Pacífica que fue siempre alineada a Estados Unidos, hoy haya otra cosa. Es el germen de la posibilidad de algo nuevo, si termina de ganar Lula en Brasil. Bueno, Argentina no puede quedar desprendida de eso. Ahora, hay que generar algo nuevo. ¿Cuál puede ser nuestro aporte en eso? Que en las elecciones de Santa Fe, que son tres meses antes que las nacionales, surja algo nuevo. Que surja algo disruptivo en términos políticos, que tenga la novedad y la profundidad, y la radicalidad de lo que hablamos siempre, y que también tenga la capacidad pragmática de ganar elecciones. Creo que podemos, y de hecho estamos hablando con distintos sectores, para poder construir esta plataforma, lo suficientemente amplia como para ganar, pero suficientemente compacta como para que hagamos un gobierno radical. Yo creo que eso se hace con distintas tradiciones políticas. Y que hay un gran ordenador de eso, que es el frente de frentes. Que es una realidad fáctica. Hoy el frente de frentes está discutiendo los detalles: están discutiendo el color de las cortinas de la casa que se compraron, no están discutiendo si compran una casa juntos. Y eso para mí es ordenador. Una clave de nuestra construcción política fue siempre ser independientes y no tener un jefe político. Nadie puede levantar un teléfono y decirnos: “Hagan esto”. No tenemos jefes ni patrones políticos. Ahora, cuando la cancha se divide en dos, como pasó en la historia argentina, nosotros no tenemos absolutamente ninguna duda de qué lado hay que estar. Si la centroderecha arma una gran coalición, como ya la está armando, con el PRO, el radicalismo y el socialismo en términos hegemónicos -yo creo que hay un montón de socialistas que no van a ir ahí por una cuestión de dignidad y de rescatar lo mejor que hicieron en Rosario-, entre todos los sectores que no van a ir allá, y los sectores que están defraudados por el Frente de Todos, hay que armar una gran coalición de centro hacia la izquierda para disputarle a esa gran coalición de centroderecha que tiene un potencial electoral innegable, y que tiene todo un discurso de época muy a su favor: la meritocracia como forma de descarte social, la xenofobia, etcétera. Ahí hay una cuestión de responsabilidad de dejar determinados egos, mezquindades y proyectos individuales y colectivos de construir esa alternativa. Para eso hace falta audacia política, para que cada uno suelte un poco su identidad y sea capaz de abrazar una identidad mayor. Que tiene que ser algo muy innovador y moderno en términos de coalición política. Me parece que hay que poder armar un espacio donde las reglas sean claras, y en eso Argentina tiene muy poca tradición de coaliciones, de hecho, la primera gran coalición fue el Frente de Todos y está estallando por el aire. Pero creo que el formato coalición política, con reglas claras, que respete las identidades individuales pero que el todo sea más que la suma de las partes, es la única posibilidad. Y que se den disputas internas, pero ordenadas, donde el sector que gane conduzca para ese lado, dentro de un marco, donde habrá políticas más de izquierda y políticas más de centro, y que los que pierden respeten eso. Un modelo como el del Frente Amplio uruguayo. Yo creo que eso es lo que hay que intentar construir en Rosario y en Santa Fe, porque creo que puede tener muy buenos resultados electorales. Creo que la sociedad está esperando algo nuevo y el cheque al Frente de Todos fue el último, de votar más de lo mismo. Y que está esperando algo nuevo. En términos electorales puede funcionar muy bien, y si eso funciona en Santa Fe, nada más y nada menos, puede alumbrar la posibilidad de no conformarnos con el menos malo de lo que hay.

—¿Esa alianza tendría que tener una referencia nacional antes de la elección? Porque no habría tiempo entre una elección y la otra.

—No. Lo fundamental primero es conformar el espacio, poder construir este gran movimiento amplio. Es más, al frente de frentes, que es un frente de sellos políticos, hay que oponerle un movimiento de movimientos. O sea el frente de frentes es la política, claramente, un montón de siglas electorales en otro montón de siglas electorales. A eso hay que oponerle un movimiento de movimientos, que no junte siglas de partidos políticos, que junte lo mejor del movimiento nacional y popular, lo mejor del movimiento de izquierda, lo mejor de los movimientos sociales, de los movimientos ambientalistas, de los movimientos feministas. Tiene que ser una lógica movimientista la que enfrente a la partidocracia. Yo creo que lo fundamental es conformar ese espacio, y que la discusión de las candidaturas venga después, y si hay que ir a una interna creo que es un mecanismo válido.

—¿Vos imaginás una gran alianza con el peronismo adentro?

—Es que para mí hay que dejarlo de pensar en esos términos. Por eso digo que el Frente de Todos no va más y hay que construir una cosa diferente. Si nos quedamos cada uno donde estamos, no vamos a perder nosotros, va a perder la sociedad. Nosotros estamos dispuestos a discutir con todos los sectores que entiendan que acá no se trata de ganar o perder una elección. Y que la situación está muy complicada. Que vuelva el neoliberalismo, que vuelva Cambiemos, pero en formato recargado, vamos a lo de Brasil. Nosotros no estamos viendo lo que genera en la sociedad esos discursos de ultraderecha.

—¿Es una situación parecida al 2015?

—Cuando fue el balotaje dijimos: “Macri no”. Ahora lo que tenemos que hacer no es juntarnos con cualquiera para ganar una elección. Es al revés: construyamos un proyecto de futuro, pero ganemos. Los mecanismos por suerte están. Construyamos una cosa amplia, pero que no sea tal va a la interna del peronismo, o tal del peronismo va a la interna de tal, hay que construir un espacio nuevo. Un espacio que tenga todo. Pero que sea algo nuevo.

—¿Hay charlas en ese sentido?

—Nosotros estamos hablando con todos los sectores posibles de esta idea. Con otras características, en otro contexto, lo intentamos en el 2019. De hecho, cuando hicimos la experiencia de “diálogos abiertos”, donde estábamos realmente todos los sectores, que casi fue prefigurar el frente de todos, fue una cosa muy amplia, con sectores del peronismo y con sectores de izquierda. Eso no se pudo hacer, porque faltó audacia política, sobre todo de quienes tienen mayor responsabilidad. Eso es lo que estamos discutiendo con los distintos sectores, con la idea de que las candidaturas son el último eslabón. Tenemos que ponernos de acuerdo en construir un espacio político que empiece a cambiar la cultura política. Y se cambia desde el vamos, es una coalición que tiene reglas, una coalición donde están todas las identidades, No es que uno fue al pie del otro, porque así arrancamos mal. Es constituir un nuevo instrumento político al estilo del Frente Amplio en Uruguay, y creo que la potencia que puede tener es la de mostrar un camino en lo nacional, donde nadie está mostrando un camino. Podemos hacer un aporte desde Santa Fe para el futuro de la Argentina.

Bonus New Member
linitoto
dongjitu
slot depo 10k
slot depo 10k
10