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Llegó, se fue, volvió y ahora va por todo: Sergio Massa, la última bala del Frente de Todos

Es el más conservador de los progresistas y el más progresista de los conservadores. Es abogado, pero lo escucha el mercado y el empresariado. Nadie termina de confiar en él, pero siempre es el primer mencionado en tiempos de crisis. La apuesta del gobierno para frenar la crisis

Matías Quaranta / Data Clave

“Te quiero hacer un recordatorio… El Bicho no pudo en semifinales lo que Tigre pudo en la final… Así que pensalo en términos políticos”. Esta frase se la dijo Sergio Massa a quien entonces fuera el candidato elegido por Cristina Kirchner para las elecciones de 2019, un tal Alberto Fernández.

La conversación se dio en el programa que conduce Iván Schargrodsky en C5N. En ese entonces, el ahora presidente levantaba el perfil como el elegido por la ex presidenta para enfrentarse a un devaluado y arrinconado Mauricio Macri. Del otro lado estaba Massa, intentando sostener la “ancha avenida del medio” que siempre impulsa el establishemnt y se reclama desde los medios de comunicación, pero que nunca genera resultados electorales.

En esa fantasía centrista, repleta de peronistas de la vieja guardia que tuvieron cargos con Néstor Kirchner pero que se distanciaron con Cristina, estaban Miguel Ángel Pichetto, Roberto Lavagna y el salteño Juan Manuel Urtubey. El primero se fue con Macri y el segundo se negaba a cerrar un acuerdo con Massa si él no era el principal candidato a presidente. El todavía titular de la Cámara de Diputados -renunciará el martes-, acorralado por el contexto y con una tropa que ya se iba por otro camino, tuvo que aceptar alinearse con el en ese entonces prometedor artefacto llamado Frente de Todos.

La experiencia y construcción política de Sergio Massa en el último tiempo le permitió siempre ser una rueda de auxilio para los gobiernos de turno. Su plasticidad lo hizo ser un hombre clave en el Estado para Néstor Kirchner y al mismo tiempo ser la cara visible del peronismo cuando Macri lo llevó a Davos para presentarlo ante los líderes del mundo e inversores como el “peronista racional” que iba a hacerle oposición a su gestión.

Tres años después del intercambio futbolero desde los satélites, la analogía de Massa terminó surtiendo efecto. En ese ida y vuelta televisivo, Massa le ponía a Alberto como ejemplo La Copa de la extinta Superliga de 2019. Tigre, el Matador, salió campeón de ese torneo al superar a Boca por 2 a 0. Previamente, el Xeneize le había ganado las semifinales al Bicho, Argentinos Juniors, el equipo amado del presidente.

Hoy a Alberto Fernández se lo ve “superado” en términos futbolísticos. Su equipo es goleado por las ambiciones del mercado, superado en la tabla de posiciones por un fortalecido Juntos por el Cambio y tiene a un «plantel político» que no responde a pesar de los cambios. Las fugaces llegadas de Daniel Scioli y Silvina Batakis al área económica intentaban traer la promesa de una estabilidad que nunca se terminó consolidando; por el contrario, la incertidumbre e inestabilidad escalaron a otros niveles de locura.

Y ahí se encontraba Massa, esperando su posibilidad de desembarcar con todas las palancas del Estado a disposición. Su nombre sonó antes que el de Batakis cuando se fue Martín Guzmán, pero el jefe de Estado, en un intento perdido por querer conservar una parcela de poder de la que aún le quedaba, se inclinó por la economista que apenas iba a durar 24 días en el cargo y que, como premio consuelo, se quedó con la conducción del Banco Nación. La única persona que la felicitó por dar la cara fue el ministro de Obras Públicas Gabriel Katopodis, quien -todo indica- también manejará a partir de ahora el área de Transporte.

El oriundo de Tigre terminó logrando su cometido. Alberto «cazó la lapicera» -como dijo Cristina en uno de sus últimos discursos- en la tarde-noche del jueves y dio vuelta a un gobierno que pedía cambios desde la izquierda hasta la derecha, pasando por el centro. Massa terminó fusionando tres ministerios, devolvió a Scioli a Brasil y calmó las aguas del propio Frente Renovador, que le venía reclamando a su líder por el perfil “desdibujado” que venía mostrando en la Cámara de Diputados.

Roberto Lavagna, quien no dejó de tener contacto con la política y que suele conversar con Alberto Fernández, le recomendó al presidente la incorporación de Massa a la cartera económica. El ex candidato, que bien sabe de qué se trata la administración de una crisis, asegura que el problema actual de la Argentina no es necesariamente económico, sino político. En tiempos de crisis tan particulares, dicen los expertos, se necesitan líderes, algo que no se vio en la última etapa de Martín Guzmán y que tampoco supo establecer Batakis, a quienes los propios le reconocen una gran capacidad técnica. Ese liderazgo tampoco supo asumirlo Fernández, rehén de su estilo sui generis y en parte boicoteado por los socios de la coalición.

La idea de “superministro de Economía” ronda desde 2021 y se dio en medio de los primeros coletazos entre Guzmán y Alberto Fernández contra el kirchnerismo. Cristina hablaba, Alberto respondía y Massa esperaba, pese a que, increíblemente, sentía más empatía por los planteos de la ex presidenta, con la que alguna vez se peleó a muerte.

El retorno de Sergio Massa fue exigido por un gran número de gobernadores y también fue bien recibido por los mercados. Las acciones subieron, el dólar blue bajó -a pesar de que la brecha con el oficial sigue superando el 100%- y todavía no hubo resistencias públicas a su designación. De perfil moderado, busca ser el último fusible del Frente de Todos para intentar encausar un gobierno que se ve depredado en su interna, inactivo en la praxis y aturdido por las desaprobaciones del mercado a cada intento de posicionamiento político.

Massa se fue del kirchnerismo desafiando a los “dueños” en 2013, coqueteó con Macri en el principio de su gestión y lo “canceló” en 2018 para finalmente inclinarse en 2019 por un novedoso artefacto de campaña que apostase a gobernar de forma colegiada en un país con tradición puramente presidencialista. En este experimento, el hombre fana de Tigre hace equilibrio en la cornisa y se muestra como el más conservador de los progresistas y el más progresista de los conservadores. Un dirigente tan a favor del aborto como proselitista de la “mano dura” del Estado en materia de seguridad. Tan a favor del aguinaldo y el empleo registrado como amigo de banqueros y poderosos representantes del Círculo Rojo.

Pero también es cierto que la plasticidad política le hizo perder votos, algo complicado para un Massa que tiene como propósito central en esta vida el de ser presidente. Sus idas y vueltas con macristas y kirchneristas y su falta de «disciplina partidaria» –sus adversarios lo llaman “panqueque”- le juegan en contra y cada encuesta lo revela. Un último informe que realizó la consultora Giacobbe indica que Massa tiene más de un 68% de imagen negativa, un 18,7% de postura “regular” y apenas un 9% de positiva. Tiene apenas menos imagen negativa que Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pero el binomio presidencial lo supera en los niveles de aceptación.

Sergio Massa es el primero que sabe que esta es una de sus últimas chances para aspirar seriamente a quedarse con el Sillón de Rivadavia. Su ida al Frente de Todos en la recta final y el presente derrotero de la coalición lo ponen en un lugar en el que sólo él puede torcer el rumbo y salvar al gobierno de lo que podría ser una catástrofe electoral en 2023. Tiene la aceptación política, es bien visto por una parte importante del empresariado y tiene mayor aceptación de la que pudieron cosechar Guzmán y Batakis entre los suyos. ¿Podrá torcer el rumbo? Ya comenzó el segundo tiempo y el Matador tiene poco más de un año para remontar la goleada.

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