La lepra sumó su tercera derrota al hilo y la situación es preocupante.
El fútbol no es matemática. Mucho menos una ciencia exacta. Pero muchas veces hay explicaciones lógicas para un resultado. Y eso sucedió en Tucumán. Newell’s jugó como el de las últimas cinco fechas; Atlético, en cambio, fue muy parecido al Newell’s de las primeras cinco fechas. Y la consecuencia de esas afirmaciones remiten a un resultado: victoria del local para seguir como líder solitario de la Liga.
Lema de nueve los últimos siete minutos; el arquero Herrera yendo a buscar un cabezazo para dejar el arco vacío en una contra final y letal; acumulación de jugadores en el área y nadie para tirar un centro decente; la imagen final de Newell’s en el partido es una foto del momento. El equipo se desestabilizó a partir de la lesión de Macagno, perder el Clásico lo desacomodó más, y no encuentra una idea para salir de esta incómoda situación que lo pone con seis partidos sin ganar.
En el comienzo Newell’s se pareció más al del inicio del torneo, parecía una buena noticia tras un par de partidos donde se lo vio desorientado, incluso a su entrenador. Presión alta para recuperar la pelota o al menos entorpecer la salida del rival fue el primer argumento. Con Pablo Pérez con la idea de manejar el juego, a veces con inteligencia, otras con demasiada lentitud como para sorprender a un rival que se replegó siempre con orden y rapidez.
Otra vez el déficit de Newell’s pasó por generar jugadas de gol. Lo que sí consiguió con Defensa, aunque con ineficacia, en el primer tiempo tucumano no pudo ser. Tuvo alguna chance, en especial un cabezazo entre Sordo y Riso Patrón que dio en el travesaño tras sorprender a Lampe. Ahí también está la suerte, porque la jugada fue parecida al gol de Veliz en el Clásico. Y esa ingresó, esta no.
La debilidad defensiva pasaba por la espalda de Martín Luciano, donde se tiró Rodríguez y tuvo una gran chance tras un lateral donde Ditta estuvo más concentrado en protestar que en marcar. Falló el delantero local, pero fue un anuncio. Y sobre el final el primer tiempo, por ese mismo sector se mandó Rius, con Sforza mirando desde lejos casi sin reacción de piernas. La pelota lo sobró a Méndez y Carrera le dio como venía, pero el destino quiso que pegara en el uruguayo, que se recompuso del error inicial en la marca.
Está bajo Juanchón. Está a la vista y es difícil sostenerlo como titular. Y con tres volantes con currículum de marca y poco gol, las fichas quedaron apostada en la casilla de Sordo o alguna subida de Méndez, por momentos más claro en ofensiva que el dinámico pero poco claro Panchito González.
Atlético también expuso sus miserias. Ser líder del torneo parece algo casual. Sustentado por el envión anímico de los triunfos, un buen despliegue físico y delanteros rápidos que siempre están a la pesca. Pero propuso menos que Newell’s, aunque su localía y posición en la tabla lo obligaran a más.
En la segunda parte el local entendió que podía cederle la pelota a Newell’s. Lo vio inofensivo, sin ideas, con delanteros que ni molestan. Y Atlético se paró de contra, haciéndole pagar a Newell’s con la misma medicina que la Lepra utilizó en el inicio del torneo y lo llevó a ser líder.
El partido podía morirse en cerro. Newell’s no encontraba una idea para lastimar; Atlético parecía conformarse con el punto. Pero hubo una contra, un error defensivo de Luciano, con colaboración de Ditta, y Rodríguez puso a Carrera de cara al arco para fusilar a Herrera y poner el 1-0. Y con lo que le cuesta a Newell’s hacer un gol, era casi una derrota anticipada.
Llenar de gente el área rival, mandarlo a Lema de nueve, fue un acto de desesperación que preocupa. Ni hablar de mandar a Herrera para intentar el cabezazo milagroso en la última jugada, para sumarle otro gol en su contra tras una contra de Tesuri con el arco leproso vacío.
Preocupa Newell’s. Perdió la línea, es inofensivo en ataque, y no tiene variantes en el banco que le aseguren estar mejor. Y eso incluye a un Sanguinetti que empieza a estar inestable en sus ideas. Y el partido de Copa Argentina empieza a tener un valor más importante de lo imaginado.