La industria editorial mira con preocupación el futuro próximo del mundo de los libros. La faltante de papel, el aumento de los costos en un 140% y la suba de los valores logísticos del sector derivaron en una doble complicación: por un lado los libros aumentaron su precio entre el 70% y el 80%, y por otro lado, se cerró el crédito de las imprentas para las editoriales, lo cual pone en peligro el futuro de las publicaciones y las reediciones en editoriales.
Natalio Rangone, titular de la librería Oliva Libros, observó en diálogo con este diario cómo en los últimos meses, desde febrero a esta parte, los precios de los libros comenzaron a aumentar: el costo de un ejemplar que valía $ 1.540 en enero pasó a tener un costo de venta de $ 3.000 en agosto. Un libro editado por una firma independiente, que a principio de año rondaba los $ 800, pasó a costar $ 2.190.
“Hay varios factores para las variaciones de precio, incluso no todas las editoriales aumentaron por igual”, dijo Rangone, y agregó que que el aumento promedio de los libros ronda los 70 puntos porcentuales.
José “Perico” Pérez, consejero de la Cámara Argentina del Libro (CAL) y fundador de la librería Homo Sapiens, afirmó a El Ciudadano que “la problemática viene desde febrero, pero todavía había crédito de las imprentas para poder editar los libros, por eso se publicaron bastantes novedades durante la Feria del Libro” en Buenos Aires, que se llevó adelante entre los meses de abril y mayo, “y se reeditaron muchos libros. Hoy hubiera sido imposible si la feria fuera el mes que viene”. El veterano librero advierte que, así las cosas, este fenómeno sucederá con la Feria del Libro en Rosario a realizarse en septiembre.
“Más allá de que el libro aumentó como aumentaron todos los productos, no aumentó tanto como aumentó la producción por unidad de cada libro” advierte Pérez, y aclara: “Es decir, fue menor para tratar de que la mayoría de las editoriales pudiera seguir vendiendo los libros. El aumento del precio del libro (en puntos porcentuales) fue menor a lo que fue la suba de producción en estos últimos ocho meses”.
Rangone aclaró a este diario que el mercado de los grandes grupos editoriales está concentrado en las dos empresas: Penguin Random House y el Grupo Planeta, “que de alguna manera, ellos son los que le ponen el precio a los libros, junto con la Cámara Argentina del Libro”, que concentra a los editores por fuera de estas dos firmas editoriales.
“Esos grandes grupos fueron aumentando”, explicó, aunque el comerciante destacó que la suba no fue “todo de golpe, sino que progresivamente en estos seis meses, en unos aumentos escalonados”, de entre el 10% los primeros meses, “un saltito más en julio que llegó al 20% y así, con todo lo acumulado te daría cerca de un 70%. Más o menos es ése el aumento del precio de los libros”.
Las editoriales no trasladaron el precio del costo de producción de cada libro al precio final, pero «todavía estaba la posibilidad de pedir un plazo con las imprentas. En los últimos treinta días se agravó, pero ya en los últimos 60 días se había complicado por la falta del papel, sobre todo el papel de ilustración para tapa, para libros infantiles y para imágenes en el interior” contó Perico. “Lo que se conseguía se conseguía muy caro. Lo que complicó los últimos treinta días es que las imprentas dejaron, durante una semana de dar precios aún queriendo pagarlos. Dejó de haber plazos y había que pagar de contado”.
A este escenario se le sumó la profundización de la escasez de papel y, con la dificultad de poder acceder a dólares frescos para pagar los insumos de producción, se aumentaron drásticamente los precios: “el papel aumentó su valor en dólares: si salía el kilo de papel 2 dólares, pasó a salir 5, es decir una cosa increíble. Eso creó en los últimos treinta días un panorama muy complicado que hay que ver qué pasa de aquí en adelante sino va a ser muy difícil la producción de nuevos libros y de las reediciones. Las tiradas van a ser muy cortas».
El sistema por dentro
Martín Gremmelspacher, presidente de la CAL, sostuvo a este diario que, a comparación con otros bienes duraderos, los libros “no están caros” sino más bien “un libro está realmente barato”.
El esquema de costos de la producción de los libros está compuesto, entre un 50% del valor del papel que constituye el texto, completando el restante 45% o 50%, dependiendo la obra, de los costos que significan la impresión y la encuadernación. A esto, se le agregan los costos de logística, de distribución, de administración, de diseño y los costos comerciales.
Gremmelspacher aclara a este diario que “del precio de venta al público, de 1.000 pesos, el librero cobra entre 500 y 600 pesos, porque el diferencial es lo que se queda el librero como parte de su costo comercial, y sobre el otro 50% que le quedó a la editorial, paga los derechos de autor, toda la parte de impresión del libro y sus gastos administrativos».
Según el informe de producción 2021 de la CAL, el 68% de los libros publicados por primera vez, llegaron al público en formato papel. A su vez, los ejemplares publicados en Argentina expresan una leve mejora en respecto de los últimos años: en 2021 se publicaron 44 millones de ejemplares, valor que sólo se compara (y supera ligeramente) los ejemplares publicados en 2018, lo cual implica una mejora del 69% del año pasado tras dos años de caída en la masa nominal de libros editados, pero sigue siendo un 47% menor que la tirada registrada el año 2015, periodo en el cual inicia el proceso de debacle del sector.
En Argentina, el titular de la CAL estima que 8 de cada 10 libros a la venta son de producción nacional. La aclaración es pertinente en tanto a que los libros que son de procedencia externa tienen costos dolarizados por importación, por lo que la obra termina siendo más costosa.
El sector editorial comercial estaba compuesto, hasta el año pasado, por 347 razones sociales que en su conjunto editaron 11.603 novedades, totalizando 10,4 millones de ejemplares en formato papel. Así mismo, los libros en soporte papel son mayoritariamente ediciones de encuadernación (89%) que se imprimen casi en su totalidad en Argentina: el 93% de los ejemplares del sector comercial estaban impresos en territorio nacional. Se trata de 9,7 millones de libros.
La crisis económico-política de los últimos meses afectó los índices de producción y de venta en la industria editorial: hasta mayo “había un cierto crecimiento, había consumo. Veníamos saliendo de la pandemia y veníamos creciendo como le estaba pasando a toda la economía en general. Pasó la Feria (del Libro) en Buenos Aires que fue un éxito”, relató el empresario, pero “con todos estos ruidos en la economía, hicieron que la venta disminuyera: junio fue malo, julio fue aceptable. Vamos a ver cómo viene agosto”. Las fluctuaciones del precio del dólar afectan de forma directa sobre el precio de los libros, debido a que el costo del papel está atado a la divisa estadounidense.
El negocio del papel
La retracción en la generación de papel tiene su razón de ser en que “muchas fábricas cambiaron su matriz de producción de papel para uso editorial, para libros y libros de ilustración, a papel para uso de embalaje. Eso hizo cambiar la matriz especialmente fuerte en la pandemia, hasta que esas matrices vuelven otra vez a ser papel para libros demora, y como hay atraso, no logran nunca ponerse al día pero fundamentalmente es eso, les resulta más rentable hacer papel para embalaje que para uso editorial.
“Hay otra gran dificultad que estamos teniendo en estos momentos en Argentina y en el mundo” resaltó Gremmelspacher, pero “Argentina está más castigada que en otros países, porque en nuestro país hay fabricación de papel obra, que es el papel nacional, que están fabricando muy poco o están con mucho atraso de producción, y eso hace que novedades y libros que se iban a reimprimir no se puedan hacer por falta de insumos”.
El papel obra, que es el papel habitual que uno usa para confeccionar los libros, aumentó un 140% en los últimos seis meses. Y el papel ilustración, que se utiliza mucho para la confección de las tapas o de libros impresos a todo color, como lo suelen estar los libros de fotografía, infantiles o de gastronomía, aumentó un 433% en lo que va del año. Eso hace que los libros hayan aumentado, y no en esa envergadura, porque sino serían casi invendibles. Por lo cual hay una gran pérdida de rentabilidad del sector editorial, mezclado con toda la inflación y los costos que se nos están incrementando
Existen dos fabricantes importantes de papel obra en Argentina: Celulosa Argentina S.A., cuya planta productora está ubicada en Capitán Bermúdez, y Ledesma Papel, integrante del grupo empresario propiedad de Carlos Blaquier.
A nivel país, estas dos empresas son los mayores vendedores de papel en Argentina: según las propias publicaciones de la empresa, Ledesma Papel explica el 40% de la producción papelera de Argentina. El balance del ejercicio 2021 explica que la empresa produjo 82.248 toneladas de papel embalado, de las cuales 7.380 toneladas fueron destinadas a la fabricación de cuadernos y repuestos escolares. A su vez, Ledesma vendió 58.448 toneladas de papel para impresión y escritura en el mercado interno, es decir, 29% menos que el papel para embalar.
El informe cuenta que “la venta de 27.806 toneladas en el mercado interno representa una caída del 17% del volumen respecto al ejercicio anterior”. El balance publicado por la papelera explica que las principales causas de esta caída fueron “una parada de planta de 33 días debido a un mantenimiento no programado; una baja de 54% en la demanda, a causa de una caída de la producción de biodiesel en la Argentina; y una disminución del 59% en las exportaciones de este combustible durante 2020”.
El papel es definido por Gremmelspacher como un commodity al cual “fijan el precio a nivel internacional, aunque gran parte de sus componentes son nacionales. Las materias primas están atadas al precio internacional, claramente es más ganancia para las papeleras en detrimento de los editores, porque el editor no puede terminar de transferir nunca ese valor final porque sino no venderíamos los libros”.
José Pérez sentenció que “no solamente van a necesitar que baje el precio del papel sino que las imprentas empiecen a tener más confianza para dar los plazos (de pagos a las editoriales) para pagar los libros. Sino va a ser muy difícil, va a haber una situación muy complicada para editar nuevos libros”.