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Crimen de Gabriel Arainte: «Chau pendejo, con el Flaco y con Mariano, te vamos a extrañar”

Un amigo dedicó cálidas palabras en una red social a modo de despedida para el joven ayudante de plomero, de 25 años, asesinado el martes por la noche en la cuadra de Forest al 7500: cada víctima que se cobra la violencia en la ciudad deja un vacío irrecuperable y vive en la memoria de sus afectos

Gabriel Jesús Arainte estaba este martes por la noche en un taller de motos de Forest al 7500 y a metros de su casa en barrio Supercemento. Un atacante se acercó de a pie y le disparó sin piedad en la cabeza. El Sies lo llevó primero al Policlínico San Martín y de allí lo derivaron al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca). En la madrugada de este miércoles, pasada la 1, los médicos informaron que había muerto. Era ayudante de plomero y gasista, tenía 25 años y como todas y cada una de las 171 víctimas de homicidios que se cobró la escalada de violencia en el departamento Rosario, su asesinato dejó un inmenso vacío y conmoción en quienes lo conocían.

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Tras el crimen de Gabriel, hubo decenas de sentidos mensajes en redes sociales para despedirlo. Uno de ellos fue el de Juan, quien se hizo amigo luego de compartir el trabajo en una obra en construcción. Además de decirle que lo va a extrañar, hizo una cálida descripción de quién era Gabriel y que dice así:

“Gabi es un pibe de tan solo 25 años, con toda la caradurez, la picardía, el deseo y las ganas de vivir de cualquier pibe de su edad.

Un risueño permanente, un atrevido, un ávido de historias. Un pibe de barrio, con sus defectos y muchas virtudes.

Alto vago, pero laburante.

Caravanero, pero cumplidor.

Hace pocos meses su papá le «sugirió dulcemente» en su habitación, que le aflojara un poco a la joda.

Lo contó mientras trabajábamos en la obra, en el break del mediodía de los que laburamos en la construcción. Nos cagamos de la risa con el relato, yo, el Flaco y Mariano, que formamos esa pequeña familia que comparte anécdotas, falda de viernes y billetes, mates, fríos, calores, vientos, tierra y polvo de ladrillos flotando en el aire.

Fue nuestro compañero y amigo, al igual que su familia, que nos recibía con facturas, cada mañana, cuando lo esperábamos mientras se vestía con su cara de trasnochado.

Como dije al principio, Gabi es dueño de todos los placeres, vicios y alegrías que tienen los pibes de su edad.

Hace cosa de 6 meses atrás, Gabi decidió quedarse trabajando en el mismo lugar de donde los otros tres nos fuimos.

Y no nos volvimos a ver, aunque seguimos teniendo contacto por Whatsapp.

Como todos ya me han escuchado decir infinidad de veces, no miro televisión, no escucho noticieros ni nada que se le parezca.

Hoy, en la obra, mientras trampeábamos al fresco tomando unos mates, Mariano dijo: «¿Viste el pibito de 25 años que mataron en el Fonavi? Lo vio Camila en la tele, ahí, en calle Forest. Mirá que conozco a casi todos en ese barrio, pero no me imagino quién puede ser».

Inmediatamente, nos miramos entre los 3, como si nos hubiera atravesado la misma sensación y repetimos: «Naaa, no puede ser.»

Llamé a su papá, no me respondió. Llamé a su casa, tampoco.

Con la poca señal de datos que hay en la zona donde trabajamos, busqué la noticia en internet. Leí su nombre y apellido. La noticia era confusa, pero, básicamente, alguien decidió caminar detrás del Gabi, y meterle un plomo en la nuca, a las 10 de la noche, a menos de 50 metros de su casa.

Recién llego, con mi pantalón cargo y la cinta métrica colgada en uno de mis bolsillos, de darles un abrazo a su papá y mamá, y apoyar mi mano izquierda, con el puño cerrado, contra el vidrio del coche fúnebre que ya partía hacia Baigorria, con el féretro que llevaba dentro al pibito al que, mientras trabajábamos juntos, lo chamullaba como si fuera un hijo.

La mayoría de mis compañeros de obra, viven en zonas «picantes», y me cuentan como la mismísima Gendarmería y el grupo Albatros, se paran frente a la ventanita del «transa» del barrio, para espantarle los clientes.

Parece que es lo único que pueden hacer, porque patearle la puerta sin una orden judicial, los metería en problemas.

Cuando leo, y cuando lea, a los ignorantes de siempre, repitiendo que el problema son «los políticos», me voy a acordar de la sonrisa del pibito bonachón al que algún hdp decidió robarle la vida en una calle sin luces del Fonavi y les voy a replicar «NO MARCIANOS HDP, EL PROBLEMA ES EL PUTX PODER JUDICIAL».

Chau pendejo, con el Flaco y con Mariano, te vamos a extrañar”.

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