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Brigadistas luchan entre el humo, las cenizas y los pastizales contra los incendios en las islas

Humaredas, olor a quemado, cenizas, vientos, calor, caminos inestables de plantas con espinas y pastizales configuran el estremecedor escenario en el que los brigadistas de altura combaten los incendios forestales en el Delta del Paraná.

Por Nahir Del Buey 

Humaredas, olor a quemado, cenizas, vientos, calor, caminos inestables de plantas con espinas y pastizales configuran el estremecedor escenario en el que los brigadistas de altura combaten los incendios forestales de las islas del Delta del Paraná.

«Comando, comando», se escucha a través de un handy en el aeroclub de la localidad bonaerense de San Pedro. Es que la brigada de combatientes forestales de la Provincia de Buenos Aires (PBA), aguarda ser trasladada por dos helicópteros hacia las Islas del Delta de Paraná para continuar con las tareas destinadas a apagar los incendios forestales que se vienen propagando en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.

En el lugar trabaja personal de Entre Ríos, policía de Buenos Aires, policía federal, integrantes de Parque Nacionales y brigadistas del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF), que suman alrededor de 115 personas instaladas hace 10 días en el campamento de San Pedro.

«Mantenemos un promedio de 10 aeronaves, 3 hidrantes, 5 helicópteros para despliegue de personal y el helicóptero de Buenos Aires que nos asiste en emergencia, y nos manejamos con las tres provincias en conjunto», detalló Florencia Tuñón, coordinadora de la Regional Pampeana del SNMF.

Tuñón insistió en que la justicia tiene que actuar sobre los responsables de las quemas no autorizadas ni controladas, que son las que luego se transforman en un incendio forestal.

A 300 metros de altura, en un helicóptero Bell 407 GXP, un equipo de Télam sobrevoló el área afectada acompañado por Diego Vargas de SNMF y Luciano Machado, Jefe de División Incendios Comunicaciones y Emergencias en Administración de Parques Nacionales (PNA).

Desde la altura se divisan las humaredas y el fuego que azota los pastizales, entre el olor a quemado.

Una vez realizado el aterrizaje en las cercanías de Ibicuy, en la provincia de Entre Ríos, saltan a tierra el jefe de brigadas de PBA, Gonzalo Linde; los comisarios Pablo Polarolo y Lautaro Lequio y sus cuadrillas en el campo de trabajo.

Los pajales, juncos, plantas con ramas y espinas hacen que el terreno sea inhóspito, donde «te acalambrás, enterrás o puede entrarte una rama en el ojo» aseguraron los brigadistas.

Si el helicóptero tiene un terreno de aterrizaje viable, los brigadistas quedan cerca del foco ígneo, pero a veces han tenido que caminar dos o tres kilómetros.

En las zonas de vegetación baja, quedan en combate con las llamas a una distancia de un metro.

Polarolo, mencionó que los tres factores que inciden en un incendio forestal son el combustible vegetal, la topografía, es decir el tipo de terreno; y la meteorología, que es la temperatura, humedad y viento.

Así, el momento más crítico de un incendio siempre se da alrededor de las dos de la tarde por las condiciones del viento, la humedad y la temperatura.

«Las Islas del Delta tienen gran combustible vegetal subterráneo, es decir del nivel del suelo hacia abajo hay raíces o sedimentos que quedan calientes», explicó Lequio.

Los cascos de color rojo con amarillo identifican al jefe de brigada, el rojo con blanco al jefe de cuadrilla y el amarillo al combatiente.

Cada brigadista lleva una mochila de combate con guantes, machete para cortar los pastizales altos, lima para afilar las herramientas, rastrillo, pico, cinta, botiquín de primeros auxilios, antiparras, agua, muda de ropa, (sobretodo medias por si ingresan en un humedal) y provisiones como atún, semillas, fruta o barritas de cereal, y agua.

«Llevamos cosas básicas como cuerda, silbato, navaja, brújula, gps, batería de repuesto para el equipo de comunicación y vamos agregando lo que cada uno considere, yo llevo cordones extras porque se te pueden quemar y cinta porque a un compañero se le quemó la suela del borcego por el suelo caliente», comentó Lequio.

En tanto, remarcaron que el trabajo es en equipo, y «nadie se corta solo».

«Podes ir y volver mientras no pierdas la línea visual, más allá de tener comunicación nos orientamos con silbato», señaló Lequio.

Walter Godoy ocupa el lugar de observador. Por medio de un largavistas va observando el comportamiento del incendio y si alguna pavesa (chispa del fuego) cruza la línea cortafuego para comenzar el incendio por otro lado.

Es por ello que además, los brigadistas siempre definen una zona y pasillo de evacuación.

«No estamos exentos de que nos pase algo. Tenemos personal que es la primera vez que trabaja en incendios de Delta por eso lo vamos mezclando con gente de 29 años de servicio», indicó Lequio.

«El avance del fuego puede ser de segundos. Los incendios forestales son los que más muertes de bomberos se llevan, por eso las medidas de seguridad son tan importantes», reforzó Linde.

Con respecto a la jornada de trabajo en el campo, Lequio mencionó que se opera «de luz a luz».

«De noche tratamos de no trabajar, salvo que sea una situación que pueda llegar afectar una vivienda, porque además del terreno inhóspito hay animales que tienen hábitos nocturnos; entonces tenes riesgo mayor», señaló.

En esta misma línea, ya desde el campamento, Karen Quiroga, de la brigada nacional centro se aseguró que a las 8 de la mañana llegan al aeródromo, y que entre las 18 y 19 horas regresan al campamento, donde todas las brigadas duermen en un camping.

«Llamás a tu casa y contás la situación pero aquel que no la vive no la siente», reforzó.

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