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A 25 años de «El Garante», la joya de la tevé que anticipó la revolución de las series argentinas

La multipremiada miniserie de terror y suspenso sobre un enviado del Diablo que llega para cobrarse el alma de un psicólogo porteño, lleva la firma de Sebastián Borensztein y cuenta con los protagónicos del recordado Lito Cruz junto a Leonardo Sbaraglia, al frente de un gran elenco 
Nicolás Biederman, Télam

El Garante, la multipremiada miniserie de terror y suspenso sobre un enviado del Diablo que llega para cobrarse el alma de un psicólogo porteño, y que adelantó la sofisticación en las narrativas televisivas que llegaría con el cambio de milenio, cumple este sábado 25 años de su estreno en Canal 9 instituida como un producto que fue «revolucionario» para el audiovisual nacional.

Así lo consideró en charla con la agencia de noticias Télam su creador y director, Sebastián Borensztein, que aquel 13 de agosto de 1997 era un joven treintañero dando los primeros pasos en la ficción luego de trabajar por años en los programas de su padre, el recordado Tato Bores.

El realizador Sebastián Borensztein.

«Que tu primera ficción sea El Garante es fuerte, arranqué muy arriba», reconoció el también guionista y escritor sobre cómo lo posicionó la serie protagonizada por Lito Cruz y Leonardo Sbaraglia, acreedora al año siguiente de cuatro premios Martín Fierro, nominada por el mundo, reversionada luego en Chile y que hasta fue el primer producto de la televisión argentina adaptado como libro.

Pese a que nunca volvió al género de terror, su trayectoria como realizador continuó por la senda del reconocimiento, con series como Tiempo final (2000) o la reciente Iosi, el espía arrepentido (2022), y films como Un cuento chino (2011), Kóblic (2016) o La odisea de los giles (2019).

El Garante es un caso paradójico: por un lado fue pionera en su estructura de ocho capítulos, precursora en el uso de los exteriores y acaso la última vez que el terror como género fue visitado con suceso en el prime time televisivo del país. Por el otro, sin embargo, parece ser siempre la gran olvidada a la hora de enumerar «las mejores series argentinas de todos los tiempos».

Quizás pague el precio de haber llegado demasiado pronto, y por eso no se la agrupe con la rupturista Tiempo final, que trajo la idea del relato en tiempo real que luego se popularizaría con la norteamericana 24; Okupas (2000, de Bruno Stagnaro) o Los Simuladores (2002, de Damián Szifron).

La trama de la serie, que desafortunadamente por el momento sólo puede encontrarse en baja calidad en YouTube, debutó ese miércoles 13 de agosto en Canal 9 Libertad y no se tomaba ni un minuto en plantear el conflicto. Sin rodeos, para atrapar desde el comienzo, el personaje de Martín Rivera (Sbaraglia) acudía a un bar donde lo había citado un tal José Sagasti (Cruz).

Magnético, como si hubiera nacido para el rol, Sagasti borraba la sonrisa protocolar de las presentaciones y soltaba: «Su abuelo dejó una cuenta pendiente». Entonces, el joven psicólogo se enteraba de que por ser el primer descendiente varón debía pagar con su alma el acuerdo que su abuelo había sellado con Satán.

Incrédulo, desestima al hombre y decide continuar con su vida. Sólo que con el correr de los episodios, Sagasti, él mismo apurado por el señor de los infiernos para cumplir con el mandado, comienza a poner en peligro la vida de sus seres queridos para que Rivera acepte voluntariamente entregar su alma.

Aquel juego del gato y el ratón contado a ritmo de suspenso con tintes de terror psicológico conquistó al público y a la crítica. Pero la serie que Borensztein escribió junto con Walter y Marcelo Slavich, que también tuvo la actuación de Eleonora Wexler, Luis Luque, David Masajnik, Luis Ziembrowski y Claudio Rissi, entre más, fue rechazada inicialmente por todos los canales y pudo no haber visto nunca la luz.

Respecto de si tenía presente el aniversario y cuándo fue la última vez que vio la serie, Sebastián Borensztein expresó: «No, no me acordaba. Yo no la volví a ver, y honestamente no vuelvo a ver nada de lo que hago más allá del momento, de escribirlo, de rodarlo, de editarlo, de estrenarlo. Capaz que después lo veo una vez más y ya está. No tengo la cosa de quedarme pegado ahí».

Y con relación a cómo nació la serie, contó: «Un amigo me había dicho «¿por qué no hacés algo de terror, que no hay nada de eso en la televisión?». Yo venía de trabajar con mi viejo. Y me puse a pensar en una de terror, pero no soy muy afín al terror, de la sangre y la motosierra y Martes 13 y Jason. Me va más que nada el terror psicológico, las cosas que están en el borde, que pensás «puede ser real o no». Me acuerdo que estaba en un hotel en Chile y se me ocurrió toda junta la idea y la escribí en los papeles que encontré por ahí; la idea básica de un tipo que es garante con su alma de una operación, de un pacto con el demonio de dos generaciones atrás».

En el mismo sentido, reconoció que se trataba de una subversión del mito del Fausto: «Claro, pero en algún sentido es peor, porque el Fausto saca provecho de esa operación. Él vende el alma por una razón, en cambio el garante no sacó provecho él. Simplemente fue un garante sin saberlo, por ser el descendiente varón de quien sí vendió su alma. Entonces el tipo dice «¿yo por qué te tengo que pagar nada, si yo no disfruté de los beneficios de la venta?». Esa era la vuelta de tuerca que tenía, la idea alegórica de que las generaciones futuras pagan por los pecados de las generaciones anteriores».

A 25 años del estreno de la miniserie, se trata de un tema que en la Argentina ha envejecido bien. «Sí, porque yo creo que siempre hay deudas –sumó el creador–. Y más en sociedades como la nuestra, lo estamos viendo. Todos heredamos un problema, una deuda pesada. Vamos dejando deudas morales, deudas legales, éticas, de todo tipo».

«El Garante tiene una vuelta desconocida para todos y es que nadie quiso comprar la serie una vez que estuvo hecho el piloto», contó el realizador respecto de cómo pasó de la idea a Canal 9. Y sumó: «Lo hicimos de manera independiente y lo salimos a ofrecer al 11 y al 13, que eran nuestras apuestas, y ninguno de los dos quiso el proyecto. Lo llevamos al 9 también y no pasó nada. Un año después, cuando El Garante estaba guardado en un cajón y yo ya estaba pensando en otras cosas, un domingo me llama por teléfono a mi casa Alejandro Romay, que en aquel entonces era dueño del Canal 9, y me dice: «Mirá, yo traigo a mi casa todos los pilotos que están en el canal y que son rechazados o que nadie mira, mis nietos los miran, y ayer me empezaron a decir que El Garante tiene que ir al aire, así que me puse a mirar el piloto y estoy de acuerdo con ellos». Ahí fue que después de todos los rechazos, lo salvó la generación Sub 20 de nietos de Romay».

El cineasta también recordó cómo fue después de esa primera etapa el proceso de realización: «Se contrató a través de Canal 9 y ahí sí, salimos a producir de manera totalmente independiente. Nosotros trabajamos en la calle y le llevábamos al canal la lata cerrada terminada, lista para ir al aire. Todo el proceso fue de un gran sacrificio. Me acuerdo que un día estábamos rodando y le digo a la productora, Susana Rudni, «¿a qué hora empecé a rodar? Porque estoy que no veo nada, ya no veo». Eran las 4 de la mañana y hacía 17 horas que estaba filmando. Eso es porque estaba, no sé, sumergido, tan apasionado».

Y respecto de cómo llegaron Lito Cruz y Leonardo Sbaraglia, detalló: «Enseguida los visualizamos como los personajes. Les conté la historia, les hice leer los capítulos y se recontra engancharon y fuimos para adelante. Lito fue un gran actor. En el registro en el que se necesitaba para el personaje de Sagasti, él se manejaba como pez en el agua, en ese registro nadie supera a Lito. Tiene esa mezcla de picardía de barrio con sabiduría con un montón de cosas que hacía perfecto ese enviado del Diablo. Y Leo también tenía el registro perfecto de ese tipo palermitano que no podía creerse lo que le decían, no se iba a creer tan fácil el cuento de este diablo hasta que la cosa se le empieza a poner espesa».

Borensztein dio también su opinión acerca de qué lugar siente que ocupa El Garante en el audiovisual argentino: «Me parece que hay por un lado una memoria colectiva de todo eso. La gente me lo recuerda y quedó grabado fuerte. También hay que contarlo dentro del contexto, es decir, no era usual en absoluto ver en los años 90, una miniserie de ocho capítulos totalmente rodada en exteriores, con una temática completamente ajena a lo que la televisión venía contando. Fue realmente un giro. Después vinieron más cosas, pero para ese momento El Garante fue revolucionario».

Finalmente, el realizador evaluó qué lugar ocupa la miniserie en su trayectoria y qué aprendió de El Garante que haya puesto en práctica de allí en adelante: «Ocupa un lugar muy importante porque fue un puntapié inicial por ser la primera ficción, por haber sido tan novedosa y exitosa me colocó en un lugar muy favorable, muy auspicioso. Generó una expectativa acerca de mi potencial. Fue un aprendizaje que fue fundamental para mi carrera, que es que cuando las cosas son buenas llegan a las manos de alguien que aprieta play y lo manda al aire. Es decir: yo tuve muchas instancias para desanimarme a lo largo de El Garante, muchas. Entonces aprendí a confiar en el instinto, en que cuando tenés entre manos algo que es novedoso, que es revolucionario, más tarde o más temprano va a ver la luz».

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