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Del Frade: «Es momento de que en Santa Fe haya una fuerza de izquierda con vocación nacional»

El diputado provincial cree que los partidos mayoritarios sólo están para “gerenciar” los intereses de “las grandes empresas” y aspira a romper en la próxima elección en Santa Fe la lógica de polarización y acaparar en una tercera fuerza el voto desencantado de radicales, peronistas y socialistas

Hijo de «peronistas sentimentales», el diputado provincial Carlos del Frade prefirió dejar de lado la tradición familiar y adherir, desde los años 80, a una izquierda “no gorila”. “Para la izquierda soy peronista y para los peronistas zurdo, una cosa terrible”, resume y se ríe. Cree que los grandes partidos sólo están para “gerenciar” los intereses de “las grandes empresas”, aspira a romper en la próxima elección en Santa Fe la lógica de polarización y acaparar en una tercera fuerza el voto desencantado de radicales, peronistas y socialistas. “Es momento de que en la provincia de Santa Fe haya una fuerza de izquierda que tenga vocación nacional”, se entusiasmó el líder de Soberanía Popular. Sigue definiéndose como periodista de investigación y, desde su rol de comunicador, apunta a la importancia del manejo de las palabras como método para escaparle a la marginalidad y la manipulación. “Cuando vos tenés menos palabras repetís más las palabras que te imponen”, advierte. No abandona su costumbre de viajar en colectivo, y desde ahí, con las dos horas por delante del viaje a Santa Fe, encaró el diálogo con El Ciudadano.

—El colectivo, una costumbre que no se abandona.

—En primer lugar, no sé manejar. En mi familia no tuvimos casi nunca auto. Tuvimos algunos meses un Renault Dauphine que tenía tres marchas, me acuerdo, hace mucho, mucho… Un desastre fue. Siempre fue así. Y aparte me gusta mucho por la cuestión de la tranquilidad, de ir pensando, de descansar, te hace bien.

—¿Es una manera de desenchufarse un poco también?

—Sí, y después de estar en esa zona de frontera que son las terminales, escuchando a la gente. Estar en contacto permanente con la gente, eso me parece que no hay que perderlo nunca.

—Hablando de lo que no hay que perder nunca, repasemos un poco tu origen en la política.

—El 7 de junio de 1987, el Día del Periodista, ese día me afilié a un partido muy chiquitito de izquierda, no gorila, el Partido Socialista Auténtico, con un muy joven Alberto Cortez, que estaba en aquel momento.

—¿Qué edad tenías en ese momento?

—Veinticuatro años. Ahí empecé a militar, y además con la cuestión de ser periodista y locutor siempre fui el locutor de los organismos de derechos humanos, de las luchas sindicales y eso me fue afianzando en las relaciones políticas gremiales. Y después, en el 2007, fue donde por primera vez dije que sí a una candidatura, que me propuso un tipo que yo siempre admiré y quise mucho que fue Pino Solanas. Ahí fue la primera vez que fui candidato a diputado nacional.

—¿Cómo era tu familia en el plano político?

—Mi mamá y mi papá eran peronistas, peronistas sentimentales. Casi como los personajes de «No habrá más pena ni olvido», de (Osvaldo) Soriano, los que nunca se metieron en política y por eso eran peronistas. Y sí, eran así, tanto mi mamá y mi papá. Mi mamá mucho más sentimental, mucho más arraigado en la figura de Evita, muy fuerte eso. Eso siempre me marcó, pero justamente dentro del peronismo fui conociendo cosas hermosas y cosas terribles. Esas cosas terribles hicieron que nunca estuviera adentro. Siempre digo que fui un zurdo desubicado, la balada del zurdo desubicado, porque para la izquierda soy peronista y para los peronistas zurdo, una cosa terrible (risas).

—¿Hiciste la aclaración “izquierda no gorila” porque en la izquierda hay mucho gorilismo?

—Exacerbado, porque muchas veces el antiperonismo es mucho más militante que el peronismo.

—¿Tus padres viven?

—No, murieron en el mismo mes, con un año de diferencia. En el 2006 mi papá y en el 2007 mi mamá. En dos Pami distintos, con cinco causas de muerte cada uno. Nunca supe de qué murieron, en definitiva. Fueron distintas enfermedades, después entraron en la trituradora del Pami, pero no por mala atención, sino porque había una especie de sobreactuación de análisis muy caros, que Pami pagaba. Pero eso me alejó de la verdad, nunca supe de qué murieron. Por eso hice muchas investigaciones sobre eso, y las sigo haciendo, de las grandes obras sociales, que sirven para hacerle grandes negocios a los negocios privados de la salud.

—¿Y cómo vivían los peronistas sentimentales tu militancia en la izquierda?

—Lo vivían bien, porque era algo así como, hoy lo veo más claro, la superación de su lugar muy humilde. Mi mamá terminó la primaria con sexto grado, mi papá pudo terminar la secundaria, pero muy a duras penas. Era bien clase media.

—¿Y a qué se dedicaban ellos?

—Mi papá trabajaba de bancario, hasta que lo echaron como un perro en el 78, del banco Monserrat. Y mi mamá era trabajadora de un establecimiento de alimentos, y también quedó en la calle muchas veces. Y en el Mundial en el año 78, cuando le echaron a mi papá, me acuerdo que fue el año que comí polenta todos los días, por eso siempre digo “invítenme a comer cualquier cosa menos polenta”.

—Frente al año electoral, desde la centroizquierda hay distintas posiciones. Desde el sector de Rubén Giustiniani imaginan un electorado dividido en tres partes, mientras que Juan Monteverde quiere trabajar para que al frente de frentes se le opusiera un movimiento de movimientos. ¿Dónde te insertás en ese armado?

—Yo lo que creo es que hay que hacer una construcción por afuera de los partidos grandes, porque en la provincia de Santa Fe siempre hubo tradición de una tercera fuerza. Es muy diferente la manera de votar del pueblo santafesino a la cuestión nacional, donde puede haber efectivamente la famosa grieta, pero en Santa Fe no. Hay una tradición de una tercera fuerza. Esa tercera fuerza, por la claudicación de la dirigencia del socialismo, del radicalismo, va a expresar que muchos sectores del socialismo, muchos sectores del radicalismo histórico vayan hacia otro lado, igual que el peronismo. Nosotros tenemos que tener la inteligencia y la humildad necesaria para construir esa tercera fuerza transformadora que alguna vez fue el socialismo y hoy la tenemos que construir nosotros. Plantar banderas en el 2023 y gobernar en el 2027. Eso es lo que creo.

—Entonces vos estás más cerca de la primera opción.

—Claro. En primer lugar, quiero que quede claro que yo voy a apoyar fervientemente a Juan Monteverde, esté donde esté, en su candidatura a intendente. Donde esté yo lo voy a apoyar, públicamente, que quede claro, vaya donde vaya. Ahora, el armado político que yo pienso tiene que ser por afuera de los grandes partidos. Sigo sosteniendo eso. Eso nos va a dar la posibilidad de recibir gente de distintos lugares. Algo nuevo, diferente, y que se meta en ese tercer curso que siempre tuvo la política santafesina, por lo menos de los años 90 en adelante.

—Frente al descontento de la gente por la repetición de fracasos y ausencia de soluciones, ¿pensás que hay salidas alternativas?

—Yo lo que creo es que América del Sur siempre va hacia la esperanza, a pesar de los pesares. (El presidente de Colombia, Gustavo) Petro en su asunción dijo cosas maravillosas. Yo creo que es momento de que en la provincia de Santa Fe haya una fuerza de izquierda que tenga vocación nacional, que sea absolutamente transparente, transformadora, humanista, y me parece que eso es lo que se viene. Vamos a pelear para eso, porque no creo en los suicidios de los pueblos y creo que es hora de que una izquierda como la de Petro en Colombia aparezca en la Argentina y que ese lugar, el del inicio, puede ser Santa Fe, por las características históricas de las relaciones políticas en Santa Fe.

—En el plano nacional, ¿imaginás algo parecido?

—No, en el plano nacional lo veo con una ruptura del Frente de Todos, porque Massa es el neomenemismo que nadie votó, la resurrección de los años 90 que nadie quiere. Entonces me parece que hay sectores muy progresistas del Frente de Todos que van a romper y que incluso me imagino que irán a una interna abierta el año que viene para decidir el rumbo político de algo que no deje de ser nacional, popular y transformador.

—Y al Frente de Todos en la provincia, ¿ves que puede mantener la unión?

—Acá el peronismo es otra cosa. El peronismo en la provincia de Santa Fe se ha caracterizado especialmente desde el gobierno por ser absolutamente conservador, funcional a los intereses de los grupos concentrados de la riqueza. Acá el peronista de verdad va a tener que votar por afuera del peronismo, porque por adentro no va a tener grandes opciones.

—¿Creés que para el año próximo puede haber mucho voto de peronismo desencantado?

—Estoy absolutamente convencido, pero más que nada por la claudicación de las grandes dirigencias de esos tres grandes grupos políticos: el peronismo, el radicalismo y el socialismo. Han claudicado frente al poder del dinero, al poder de las grandes empresas. Se han convencido de que la política está para gerenciar, palabra asquerosa que viene de los años 90 y que implica que siempre hay patrones que le ordenan a los gerentes lo que tienen que hacer.

—En ese marco, ¿vos cómo sentís que está la posibilidad del debate político? La diputada provincial Matilde Bruera me decía que ella no sentía que hubiera verdadero debate en la Legislatura, que los temas se trataban superficialmente, ¿vos cómo lo ves?

—Matilde tiene razón, porque ese debate no se ve generalmente en las sesiones, pero sí se da en las comisiones y sí se da desde la Legislatura hacia afuera. Pero igualmente se va a dar con la gente, se va a dar en las bibliotecas, en las vecinales, en los sindicatos, en las comunidades eclesiales de base, en los clubes -los clubes están haciendo peleas muy fuertes-, en los movimientos ambientalistas, en el feminismo… Me parece que el debate va a estar más en la sociedad que en las instituciones. De hecho, las instituciones necesitan democratizarse, todas.

—Hay un mundo digital de redes donde hay también un debate, sobre distintos temas. ¿Cómo lo vivís?

—Yo sigo pensando que la información precisa es lo que hace que un periodista sea buen periodista, que un educador sea buena educador y que un político sea buen político. Esa es una pauta común de lo mejor. Así que, en medio de esos debates absolutamente superficiales y muchas veces muy violentos, yo sigo insistiendo obstinadamente en información, precisa y opinión sobre esa información, no al revés. Así que voy a seguir insistiendo en esa matriz, que me ha formado por otro lado.

—Me pongo por un momento en tu lugar y digo bueno, alguien que quiere transmitir ideas, convencer, tiene un contexto difícil por delante, ¿no?

—Sí, sí, yo lo que siempre le digo a mis hijas es que la realidad me ha dado la esperanza de que hasta el último día de mi vida voy a seguir insistiendo por hablar de historia argentina, el desarrollo del capitalismo, las violencias mafiosas del narcotráfico, así que hasta el último día de mi vida, tengo sentido existencial y eso es maravilloso. Así que más allá de que por ahí la ola viene en contra, siempre hay que insistir. Es difícil, pero nunca fue fácil, así que hay que seguir.

—Hay tiempos para eso también, ¿no?

—Sí, claro, los pueblos tienen su propio tiempo para generar conciencia y que la conciencia genere organización y transformación. Los tiempos históricos son muy curiosos, por otro lado. Andrés Rivera me dijo alguna vez que la historia puede cambiar de la noche a la mañana, y hay que estar atentos, o puede cambiar en siglos. Pero lo cierto es que hay que estar siempre atento y siempre con la misma idea, o por lo menos siempre con los mismos principios, que eso es fundamental.

—Si vos tuvieras que elegir algo clave para transmitir y que te presten toda la atención, ¿qué elegirías?

—Y en primer lugar la cuestión educativa. La cuestión educativa me parece que es fundamental. La cabeza propia pensando de acuerdo a su propia realidad. Nosotros venimos con un dato que fue absolutamente ignorado por los grandes partidos, y es que el 50 por ciento de la población adulta en la Argentina no terminó la secundaria. Somos un pueblo semianalfabeto, censo del 2010. Y eso genera que, con cabeza ajena, porque no tenés cabeza propia, te lleven a hacer cuestiones que hacen a las necesidades de la gente. Y a mí me parece que eso es fundamental. La lucha por la independencia de la cabeza, la independencia del alma, es fundamental. Y eso le podés hablar con cualquier pibe, en cualquier barrio, con cualquier persona mayor y eso después te deriva a la cuestión de la violencia, de la injusticia económica, del trabajo en negro, la cabeza, la cabeza es fundamental. Y la palabra, el valor de la palabra. Cada vez tenemos menos palabra y por eso somos cada vez más violentos.

—¿Cómo es eso?

—Nosotros en el año 75 manejábamos 8.000 palabras cada uno en la Argentina. Hoy manejamos 800. Cuando vos tenés menos palabras repetís más las palabras que te imponen. Y cuando te imponen palabras, generalmente, terminás sufriendo la pesadilla que te imponen.

—A menor cantidad de palabras…

—Menor cantidad de libertad. No podés decir lo que sentís, porque no lo podés expresar, no podés decir lo que soñás, no lo podés defender, no podés decir que no, porque no tenés argumentos. Pensás de acuerdo a las palabras que tenés. Cuantas menos palabras tenés, menos pensamiento propio tenés. Es muy violento el saqueo de las palabras.

—En tu perfil de Twitter veo que te identificás antes que nada como periodista de investigación, ¿lo mantenés como actividad dentro de tu actividad política?

—Sí, sí, por esto que te decía antes, con información precisa hacés buen periodismo, buena política y buena educación. Para mí es fundamental, nunca dejé de ser lo que soy.

—Hablando de la importancia de las palabras, ¿qué palabra le falta hoy a la política?

—Pasión.

—¿Y cuál le sobra?

—Gerenciar.

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