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Impredecibles consecuencias del humo de las quemas en Rosario: no hay comparación en todo el mundo

La Plataforma Ambiental detectó presencia de micropartículas emanadas de la combustión de biomasa en niveles que multiplican hasta 17 veces los umbrales fijados por la OMS. Además, su composición es más tóxica que la de la polución urbana. No hay estudios sobre efectos a mediano y largo plazo

Los efectos sobre la salud humana y el ambiente que produce, y sobre todo provocará en el mediano y largo plazo, el aire cargado de micropartículas amanadas de las quemas en las islas del Paraná son imposibles de dimensionar hoy: no hay cómo contrastarlo con estudios de otros fenómenos similares por su magnitud y caracteríticas. Las mediciones realizadas por la Plataforma Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario, aún incompletas, alertan sobre una contaminación que excede con creces los parámetros fijados por la Organización Mundial de la Salud, pero aún así ni siquiera esos índices tienen en cuenta la particularidad de lo que sucede en el Delta e impacta en zonas urbanas como Rosario. Fueron establecidos para poluciones combinadas propias de las grandes ciudades, no para una atmósfera con alta carga de residuos de incendios forestales como la que se cierne, Paraná de por medio y según los vientos, sobre las poblaciones santafesinas asentadas desde el centro norte hasta el extremo sur de la provincia.

Un equipo de la UNR viene monitoreando la calidad del aire desde 2008, cuando se produjeron los extensos incendios en el humedal cuyos efectos contaminantes del aire, como ahora, llegaron hasta territorio porteño y ahí sí colocaron el ecocidio en la agenda nacional y promovieron acciones conjuntas que, una vez pasada la emergencia, fueron dejadas de lado con la consecuencia de la repetición actual del fenómeno.

El último estudio de la Plataforma Ambiental, con equipamiento adquirido específicamente para las mediciones de micropartículas, es parcial en número y locaciones de toma de muestras, pero así y todo arrojó resultados alarmantes.

Lo que se midió es la carga de material particulado del aire: qué cantidad de partículas de tamaño inferior a 2.5 micrones, medida que equivale a la milésima parte del diámetro de un cabello, hay en la atmósfera. No es caprichoso: está comprobado científicamente que sólidos tan pequeños, al ser respirados, llegan hasta las vías respiratorias internas, pero además, son capaces de pasar al torrente sanguíneo en el pulmón, y con ello a las células de todo el organismo.

El parámetro se denomina PM2.5, está estandarizado, y fijado el umbral a partir del cual hay afectaciones con alto riesgo para la salud humana. Para esa materia fina en suspensión, la OMS lo establece en 15 microgramos por metro cúbico (μgr/m3) de media diaria.

A las 4 de la madrugada del 16 de agosto, por ejemplo, el PM2.5 alcanzó en el centro de Rosario un valor pico de 129 microgramos por metro cúbico (similar al valor máximo diario registrado una semana antes, el 8 de agosto) y, al mediodía, un segundo salto de 84 μgr/m3. La madrugada del 17 de agosto se registró un máximo de 156 μgr/m3 promedio en un minuto. Esto es, 10 veces el valor umbral fijado por la OMS como media diaria. Son datos del estudio.

En el equipo de la UNR que intenta cubrir el déficit local en la medición de la calidad del aire trabaja la doctora en Física Adriana Ipiña. El interés en el estudio de la contaminación atmosférica lo arrastra desde joven. Investigadora del Conicet en el Instituto de Física Rosario, de doble dependencia con la Universidad, nació en México en una ciudad que sufre el problema: Monterrey. Obtuvo la Licenciatura en Física en la Universidad Autónoma de Nuevo León y llegó a Rosario para cursar el Doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNR. Aquí se quedó, aunque viaja regularmente a su país, donde también es investigadora en el equivalente mexicano del Conicet, el Conacyt.

Sin manuales, y con pronóstico reservado
Hasta el propio Messi quedó inmerso en la humareda. Foto: Franco Trovato Fuoco

 

El resultado de las mediciones hechas por la Plataforma Ambiental ya da motivo suficiente de alarma, presente y futura, pero el escenario es más complicado, porque los umbrales fijados por la OMS no contemplan la singularidad local. «Uno de los estudios recientes, publicado en la prestigiosa revista Nature, destaca que la toxicidad que portan las partículas emanadas de los incendios forestales puede ser muy superior a las presentes en una ciudad grande contaminada por la actividad humana», que es el escenario sobre el que se establecieron los límites que no deberían sobrepasarse.

Otra diferencia es la modalidad de exposición humana. La polución urbana combinada es una presencia continua, más allá de su valor. La proveniente de las quemas es intermitente y con un impacto violento por su alta carga tóxica en corto tiempo. La reacción de los organismos vivos a este cambio drástico del entorno tiene por el momento más preguntas que respuestas.

Las partículas que están en suspensión sobre, aunque no sólo, Rosario, continúa la doctora en Física, «no sólo son perjudiciales por el tamaño, sino también por su composición». Y aquí hay mucho por estudiar, porque no hay casi antecedentes de investigación en los que basarse en el registro global ni en el local. «Esto todavía no está determinado en profundidad debido a que estos eventos se han suscitado los últimos días y, sobre todo, porque no hay suficiente personal capacitado para este tipo de estudios en la medida y la velocidad en que se están dando», explica Ipiña.

No hay manuales, los efectos futuros son impredecibles: «Estamos tratando de poner en escala un fenómeno que supera en mucho cualquier estándar o recomendación de la OMS, porque no tiene precedentes», aclara la investigadora del Conicet. «El impacto en la salud lo desconocemos, porque son concentraciones muy altas en períodos muy cortos. La capacidad de recuperación pulmonar ante un estrés tan grande no se ha estudiado, porque no hay muchos lugares en el mundo donde suceda esto», reseña la dificultad para mensurar consecuencias. Apenas hay investigaciones rigurosas, señala como ejemplo, en California, Estados Unidos.

Ipiña resalta que los escasos antecedentes científicos sobre estos impactos apuntan a que «la toxicidad (de microparticulas emanadas por las quemas foretales detectadas en Rosario) es mayor a la que producen las industrias, el tráfico y otras actividades humanas en las grandes urbes. Eso está publicado como presunción fundada, pero no estudiada en profundidad».

La afectación a la salud de la devastación del humedal por las llamas es por el momento una ioncógnita, enfatiza la investigadora: «Todavía no podemos ver las consecuencias. Muchas enfermedades respiratorias tardan en manifestarse. No está documentada la gravedad en Rosario, pero sí la mayor toxicidad de este material particulado en otras geografías en comparación con el aportado por la contaminación variada de las grandes urbes. Por ejemplo, en California y en Australia. Alli hicieron estudios más extensos». Esos escasos antecedentes deberían, dice, encender todas las luces rojas: «Evidencia hay para advertir sobre peligros importantes».

No hay mucho tiempo

 

Profundizar esos estudios es urgente, añade Ipiña. Más allá de la intencionalidad de las quemas aún no individualizada por la Justicia, y la tardía reacción estatal que aborda el fenómeno desde atrás y cuando amenaza ser incontrolable, La especialista enfatiza que todo apunta a un escenario propicio para una mayor recurrencia de impactos ambientales de alto impacto. «En Rosario, las lluvias disminuyen desde hace años, independientemente de los fenómenos de El Niño y La Niña. Junto a ello, la consecuente bajante histórica del Paraná y la persistencia de las prácticas humanas hace pensar que esto no vaya a tener una solución pronta», repasa los condicionamientos locales.

Ipiña, de contacto directo con el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), firma junto al doctor en Física Rubén Piacentini y el licenciado Gamaliel López-Padilla (Conacyt de México) el informe sobre medición del aire en Rosario que advierte sobre este escenario hostil: «El Sexto Informe de Evaluación del IPCC, Climate Change 2022, menciona que los cambios pronosticados en el clima global, aunados a la expansión agrícola, afectarán fuertemente los
humedales de América del Sur. Estos humedales conservan la biodiversidad y la disponibilidad del agua en la región. La sequía de 2019 extendida a 2020, el nivel más bajo del río y el uso del fuego para eliminar los pastos nativos
provocaron cifras récord de incendios en el Delta del río Paraná».

Doble drama para el ambiente

Ipiña explica la potenciación del daño de los incendios en el Humedal. Por un lado, destruyen un ecosistema que, además de reservorio de biodiversidad reconocido internacionalmente, aporta servicios ecosistémicos a las grandes ciudades. A Rosario, por caso, purificando el aire contaminado por las actividades humanas, como el transporte movido por combustibles fósiles y la industria. Por otro, la combustión de biomasa satura la atmósfera con micropartículas que se suman a la polución mencionada en primer término. El combo es alarmante.

El informe de la Universidad Nacional de Rosario

Informe Incendios Delta del Paraná de la UNR by https://www.elciudadanoweb.com/wp-content/uploads/2024/06/cuneo-libarona-1.jpg on Scribd

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