El persistente problema de las quemas en el humedal del Delta del Paraná y sus efectos climáticos fue el eje durante la tercera reunión en lo que va del año del consejo asesor en Ecología y Ambiente del Palacio Vasallo. Y con algunas consideraciones nada optimistas por parte de una especialista en meteorología: las cenizas de los incendios, suspendidas en la atmósfera, dificultan la formación de tormentas y precipitaciones, potenciando una sequía que, a su vez, favorece la expansión de las llamas. Y cuando, por fin, vuelvan las lluvias, la tierra modificada por el fuego y sin vegetación suficiente no podrá absorber el agua. Al menos, en las islas.
La convocatoria al consejo asesor fue este sábado en el Centro Cultural del Parque Alem, en barrio Arroyito. El diagnóstico sobre el círculo vicioso de los incendios correspondió a la docente y observadora meteorológica Vanessa Belchunas. “El humo incide disipando la lluvia y la formación de tormentas, ya que en la atmósfera se conservan las cenizas y éstas, al unirse a las partículas de agua, no dejan que las gotas crezcan y se precipiten”, resumió. Es decir: menos probabilidad de lluvias con el aire cargado de partículas de las quemas. Y menos lluvias es un escenario propicio para la propagación de las llamas.
El futuro tampoco es alentador, de acuerdo a la especialista. “La situación climática puede ser peor, porque, por efecto del fenómeno de La Niña, hoy se vive una sequía, pero cuando venga la temporada de lluvia y viento no tendremos ni árboles ni río que puedan absorber” las precipitaciones, agregó Belchunas.
El integrante del Grupo Ecologista Génesis Alcides Giglione compartió en la misma reunión el análisis de la profesional y agregó en ese sentido la existencia de varios estudios que “demuestran que los incendios forestales provocan menos precipitaciones”. El ambientalista hizo foco en una de las actividades productivas que escalan en volumen en las islas: la ganadería, precisamente sospechada de promover los incendios mediante la quema de pasturas al final del invierno para el rebrote. La práctica es ancestral, pero el volumen hace la diferencia. “De 20 mil cabezas de ganado, ahora hay 190 mil. Estamos en un extremo y hay que ver de hacer otra cosa”, graficó el activista.
Un estudio clave en California
El oeste de los Estados Unidos sufrió, durante el verano de 2018, la peor temporada de incendios forestales. La científica atmosférica Cynthia Twohy y varios colegas encararon un singular estudio: en un avión de investigación gigante, el C-130, volaron a través del humo para obtener muestras de lo que ocurría en el interior de las nubes, en medio de espesas mantas de humo.
En el trabajo intervino la organización científica NorthWest Research Associates, y las conclusiones fueron publicadas en Geophysical Research Letters. La conclusión a la que arribaron es que las partículas de humo hacen que algunas nubes sean más densas y más compactas, con gotitas diminutas, una combinación que reduce la probabilidad de que el agua en ellas caiga en forma de lluvia. Un verdadero circuito de retroalimentación positiva de sequía e incendios.
“La razón por la que estas nubes son como son es por las partículas de humo”, arriesgó la especialista Twohy.
Las nubes se forman cuando el vapor de agua en la atmósfera se condensa en gotitas alrededor de partículas diminutas que flotan en el aire. Cuando esas partículas están en una proporción baja, las gotas, al no tener otros muchos soportes de acumulación, se formarán con mayor tamaño y, cuando las condiciones sean propicias, precipitarán por su peso. Pero si hay muchas partículas pequeñas disponibles, el agua se esparce en un caleidoscopio brillante de gotitas diminutas.
Esa temporada de 2018, Twohy y sus colegas recolectaron gotas de nubes directamente del aire fuera del avión. Las midieron y concluyeron que, dentro de las columnas de humo, eran aproximadamente cinco veces más numerosas y del 50 por ciento del tamaño que en las nubes sin humo.
“Cuando las gotas de las nubes son demasiado pequeñas, la lluvia es menos probable”, refrendó Jonathan Jiang, científico atmosférico del Laboratorio de Propulsión a Chorro de California.
Otros ejemplos del fenómeno humo-lluvia fueron observados en el Amazonas, en el sur de África y en Indonesia. Pero nunca, como en California, se había conseguido medir las gotas en las nubes inmersas en la atmósfera cargada de residuos de los incendios.
Lo mismo, por otra vía
Los incendios afectan la atmósfera. Como las partículas de humo son oscuras, absorben la luz solar y se calientan a sí mismas y al aire que las rodea. Las nubes más densas que ayudan a formar son sin embargo brillantes, por lo que reflejan mucha luz solar, lo que evita que la radiación caliente la superficie terrestre.
El resultado es que el humo reduce la diferencia de temperatura entre el suelo cálido y el aire frío más arriba, justamente una diferencia que impulsa las corrientes ascendentes convectivas que forman las nubes de tormenta.
Los científicos estiman que esos efectos combinados (convección suprimida y gotas demasiado pequeñas para precipitar) reducen las lluvias sobre las partes de África central durante la temporada de incendios, lo que podría desencadenar un ciclo de retroalimentación que conduce a más incendios. Lo mismo, en Madagascar, que experimenta una disminución cercana al 20 por ciento en las precipitaciones al cabo de las últimas décadas.
Consejo para el Concejo
Además de varios ediles, la convocatoria del Concejo Municipal contó con la participación de varias organizaciones. Entre ellas, la Multisectorial Humedales, Abogados Ambientalistas, el Taller Ecologista, Amigos del Parque Urquiza, Cáritas Rosario, Proteger Nuestros Árboles Rosario, la Federación de Aceiteros y Desmontadores y la Federación de Cartoneros y Recicladores, entre otras.
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