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Se cumplen 25 años de “Alta fidelidad”, el disco que grabaron juntos Charly García y Mercedes Sosa

Dos de las máximas figuras de la música popular argentina se embarcaron en el proyecto de grabar juntos una producción sorprendente cuyos temas nunca fueron presentados en vivo

Carlos Polimeni  – Noticias Argentinas

En las primeras horas del año 1996, la cantante Mercedes Sosa recibió un llamado para nada formal de un peso pesado del negocio de la música, seguro de que le formularía una oferta artística imposible de rechazar: grabar un disco completo de homenaje a la obra de Charly García con Charly García.

Aquella llamada, a la 1 de la mañana del 1 de enero de 1996, generó un largo y tortuoso proceso de relación entre dos artistas que se conocían desde los años 60, se admiraban, pero debían adaptarse el uno a otro para que aquello no resultara un descalabro, o un desencuentro memorable.

El resultado del proyecto, que estuvo a punto de irse a pique o diluirse muchas veces, fue un trabajo excepcional, llamado Alta fidelidad, que sin embargo en contadas ocasiones fue reivindicado en público, a excepción del momento de su presentación en sociedad, en 1997, hace ahora un cuarto de siglo.

Charly y Mercedes vivían por entonces, y antes también, en velocidades completamente distintas y sólo coincidían, usualmente, cuando lo hacían en la interpretación en vivo de los temas de él, que sentía en esos momentos que lo reconocía la más grande cantante de la historia de música popular en la Argentina.

Para la tucumana, que ya había grabado dos grandes discos de tributo a la obra de sendos creadores fundamentales, Homenaje a Violeta Parra (1971) y Mercedes Sosa canta a Atahualpa Yupanqui (1977), trabajar con un artista de las características de García representaba en parte resignar la jefatura, perder autonomía artística.

Charly, que antes había grabado El aguante (1996) y luego registraría Say no more (1998), trabajaba por entonces con un método de inspiración que podía llevarlo a permanecer tres días sin dormir para experimentar en estudios, lo que terminó espantando del proyecto al famoso ingeniero estadounidense de sonido Joe Blaney.

De los 75 discos que conforman la obra grabada de Mercedes, sumando los de estudios, los registros en vivo y las colaboraciones, Alta fidelidad, que iba a llamarse Somos de acá, una frase de la canción “Los sobrevivientes”, es el más sorprendente, porque la encuentra explorando ritmos y texturas muy alejadas de sus zonas de confort.

Escucharlo hoy, implica pensar qué aceptando esos riegos, y dejándose manipular por Charly pero sin perder compostura, ella estaba concretando también un gesto de valentía artística, ya que jugaba de visitante en esa obra, pero no perdía ni por un momento el pulso de las cosas, y se daba varios gustos, entre ellos contestarle así a los que la preferían atada al repertorio del folclore.

La alta fidelidad (frecuentemente abreviada en inglés hi-fi) es una norma de calidad técnica que busca que la reproducción del sonido tenga la mínima distorsión y ruidos posibles, pero en el bautizo del disco hay un doble juego de sentidos, porque habla también de la relación de ambos entre sí, y con la buena música.

Mercedes conocía a la familia de Carlitos, como solía decirle por entonces, desde los tempranos 60, cuando su mamá, Carmen Moreno, trabajaba de productora artística de programas de radio y televisión, por lo que solía organizar tertulias en un departamento en Darregueyra y Paraguay, en una época en que las finanzas de su marido Carlos Jaime García Lange habían dado un giro complicado.

Cierta vez, cuando todavía usaba pantalones cortos, Carlitos le dijo al maestro Eduardo Falú, para asombro de todos los presentes, entre ellos Ariel Ramírez y Atilio Stampone, que su guitarra estaba desafinada. Esto lo solía contar Mercedes para garantizar que su protegido era un genio transgresor desde muy temprano, pero además una autoridad en materia de sonidos.

García, que con Mercedes siempre fue humilde, sencillo y emotivo, contaría muchos años después qué en esa etapa de su vida, en la que estudiaba piano con una profesora del conservatorio Thibaud Piazzini llamada Julieta Sandoval, y aún no había escuchado a Los Beatles, se ponía nervioso cuando escuchaba “algo desafinado”.

“Mercedes es una gran actriz”, dijo en una de las notas que acompañaron la caótica presentación a la prensa de un trabajo que nunca abordaron en vivo, porque era imposible, por la sofisticación del trabajo de estudio, lleno de capas de sonidos y efectos. “Y a mí me gustó mucho ser el director de la película”, agregó con picardía el hombre que en rigor había sido el productor artístico de esta obra en que el control terminó ganándole la pulseada al caos.

La versión que quedó grabada de “Los sobrevivientes”, una clásica canción de dictadura incluida en 1979 en La grasa de las capitales de Serú Girán, es para una antología de la ingeniería de sonido: la incorporación de la voz teatral de Alfredo Alcón y los arreglos operísticos la transforman en una obra superior a sí misma, fruto de horas y horas de obsesión por los detalles y efectos de sonido.

Los otros temas de estos 53 minutos de alto e imperecedero impacto fueron “Cuchillos”, “Promesas sobre el bidet”, “Rezo por vos”, “Como mata el viento Norte”, “Cuando ya me empiece a quedar solo”, “Hablando a tu corazón”, “El tuerto y los ciegos”, “De mi”, “Cerca de la revolución”, “Siempre puedes olvidar” y “Plateado sobre plateado (Huellas en el mar)”.

Aunque los roces y discrepancias entre ambos fueron muchos, vale la pena pensar a la distancia que el destino llevó a buen puerto el barco de este proyecto, y que aquel llamado a la 1 de la mañana del 1 de enero de 1996 del productor Pelo Aprile redundó en una auténtica reunión cumbre, aún hoy una pieza a descubrir por los melómanos distraídos.

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