Por Ornella Rapallini / Télam
Las elecciones presidenciales de Brasil que se disputarán el próximo domingo renuevan las expectativas de que el país con más peso del Cono Sur asuma un rol «más activo» en la región y resultan de importancia para la Argentina, con quien mantiene una relación «deteriorada a nivel multidimensional», explicó el investigador del Conicet especializado en política exterior latinoamericana e integración regional, Alejandro Frenkel.
La compulsa electoral en Brasil está polarizada por el líder del Partido de los Trabajadores (PT) y ex mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva, quien tiene mayor porcentaje de intención de voto según las encuestas difundidas, y el actual presidente de ultraderecha, Jair Bolsonaro.
En diálogo con Télam, Frenkel, quien también se desempeña como profesor adjunto en la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), señaló cuáles son los posibles escenarios que se presentarán para Argentina y la región según quien resulte ganador, y explicó las diferentes dimensiones estructurales del vínculo entre Brasil y Argentina en la agenda geopolítica.
– Télam: ¿Por qué es importante esta elección presidencial para la Argentina y la región?
– Alejandro Frenkel: Si Lula gana habría mayores expectativas de que Brasil asuma un rol más activo en la región y coordinar junto con Argentina posiciones comunes en foros internacionales y agendas globales como a nivel regional, lo cual es importante porque si Brasil no se compromete con la región es muy difícil avanzar en políticas integracionistas.
Brasil es además el principal destino de exportaciones industriales de la Argentina y tenemos una relación estratégica en cuestiones nucleares, de seguridad regional y proyección hacia el Atlántico Sur, la Antártida y la Cuenca del Plata.
También, si Lula gana, surge la posibilidad de articular un eje con tres gobiernos progresistas de centroizquierda en los tres países más importantes de América Latina: Argentina, Brasil y México. Sumado a Chile, es algo que no sucede desde hace mucho tiempo.
– T: ¿Qué destaca del actual vínculo entre Argentina y Brasil?
– AF: La relación atraviesa el peor momento histórico desde la recuperación democrática y está deteriorada a nivel multidimensional por factores estructurales y coyunturales. Argentina y Brasil configuraron una relación de amistad en los ’80 articulada, entre otras razones, por un proceso de integración económica que después derivó en la creación del Mercosur, y además el régimen de promoción de la industria automotriz que en los últimos tiempos se fue desarticulando porque son dos países que comercian cada vez menos y donde es cada vez menor el peso de los sectores industriales en detrimento de mayor peso de sectores ligados a la agroexportación.
– T: ¿A qué se debió el deterioro de la relación entre Argentina y Brasil?
– AF: Hay una dificultad para revertir el desacople económico creciente entre ambas economías, y con Bolsonaro se profundizó la descoordinación en materia de política exterior frente a foros, conflictos o procesos internacionales en, por ejemplo, cuestiones ambientales y vinculadas a la transición energética.
A su vez, en materia de defensa, en buena parte tuvo que ver con la politización de las Fuerzas Armadas brasileñas y la profundización de la cooperación de éstas con las Fuerzas (Armadas) de Estados Unidos, una política que va a trascender a Bolsonaro, lo cual vuelve el escenario aún más complejo.
La coordinación y cooperación entre Argentina y Brasil es clave para poder adoptar una posición frente a la disputa global entre China y Estados Unidos que favorezca a los intereses de la región y de ambos países
– T: ¿Cómo influyó el ingreso de China a Argentina y Brasil como socio comercial?
– AF: Los cambios en las fisonomías de las economías argentina y brasileña estuvieron motorizados por cuestiones internas y externas. Una variable externa fundamental es la presencia de China en la región y su incremento como socio comercial, dado que China lo que demanda son commodities y eso estimuló a casi todos los países de América Latina a orientar su producción exportadora hacia estos productos: soja, carne, minerales, cobre, oro, petróleo o gas.
En el caso de Argentina y Brasil el impacto de eso es mayor porque los dos países fueron, comparativamente en la región, fuertemente industrializados hasta mediados de los ’90. Argentina tuvo un proceso de desindustrialización muy fuerte durante los ’90, cosa que Brasil no, pero aún así a principios del siglo XXI seguía siendo uno de los países más industrializados de América Latina.
El impacto de China como socio comercial de América Latina, en el caso de Argentina y Brasil, tuvo como adicional una fuerte reducción del sector industrial. Después se sumaron cuestiones del proceso doméstico, por ejemplo, el proceso de Lava Jato en Brasil generó el quiebre de muchas de las grandes empresas industriales brasileñas. Eso también fue un factor que contribuyó a una reducción del peso del sector industrial en la economía brasileña.
Brasil con Bolsonaro planteó una política de mayor distanciamiento con China en la idea de un alineamiento con Estados Unidos, mientras que Argentina se adhirió a la nueva Ruta de la seda.
Aun así, Bolsonaro tiene condicionantes estructurales porque buena parte del agronegocio, que además son un sector del núcleo duro del bolsonarismo, que a quien más le venden es a China, esa es una de las variables que hizo que Bolsonaro morigere su política anti China.
– T: ¿Qué papel juega México en este vínculo entre Argentina y Brasil?
– AF: En el caso de México, si bien el presidente (Andrés Manuel) López Obrador plantea profundizar una mayor política latinoamericanista, ese país tiene una relación de dependencia estructural con Estados Unidos porque el 80% de sus exportaciones van hacia ese país y eso marca un límite a la posibilidad de establecer una política latinoamericana más asertiva en términos económicos. La prioridad para México va a seguir siendo Estados Unidos mientras sea tan dependiente del mercado norteamericano. También está muy atado por cuestiones de seguridad común y compromisos en materia de control de la migración ilegal. A su vez, China está entrando cada vez más a México mediante una política microscópica de un desembarco paulatino y eso genera un problema a Estados Unidos.