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La selección del Vaticano hizo su debut

El equipo formado por seminaristas de varios países del mundo jugó un amistoso en Roma ante un combinado de la policía financiera italiana, quienes ganaron 1 a 0.

La pasión por el fútbol no conoce límites y el mismísimo Vaticano se ha rendido ante el «deporte rey» formando una selección propia, que se enfrentó en Roma en un partido amistoso a un combinado de agentes de la policía financiera italiana, la Guardia de Finanzas. Pese a que fue derrotado por 1 a 0, la experiencia fue más que enriquecedora.

Una iniciativa que, aunque sólo duró un día, contó con la presencia en las gradas de varios sacerdotes aficionados al fútbol y con la «bendición» del cardenal Tarciso Bertone, secretario de Estado Vaticano, quien envió una carta a los jugadores de ambos equipos que fue leída antes de empezar el partido.

Con tan espiritual partido se pretendía, además, recuperar valores tradicionales del deporte como la solidaridad y el compañerismo, dentro de la iniciativa benéfica «Un altro calcio è possibile» (Otro fútbol es posible).

Para ello, una veintena de seminaristas de varios países del mundo cambiaron por un día los libros de Teología por el pantalón corto y las botas de fútbol para medirse de tú a tú al combinado de agentes de la policía financiera italiana.

El encargado de poner orden y táctica entre los religiosos fue el ex futbolista y entrenador italiano Walter Novellino, mientras que un viejo conocido de la afición española, el ex técnico del Levante en la temporada 2007/08 Gianni De Biasi, dirigió a los agentes financieros.

Quizás por contar con el factor campo a favor o quizás porque esto de los «milagros» futbolísticos no es sólo cosa de religiosos, un gol del agente Giandomenico Martucci en el primer tiempo acabó con las ilusiones de la inexperta selección vaticana.

Sin embargo, el debut de los jóvenes religiosos en un terreno de juego defendiendo los colores de la Santa Sede acerca un poco más el deseo terrenal del Vaticano de contar con un equipo propio permanente en un futuro, que le represente en competiciones oficiales internacionales.

Ya lo manifestaba el propio Bertone en el pasado cuando era arzobispo de Génova (noroeste de Italia) y explicaba la calidad de la cantera futbolística del Vaticano, en la que se encuentran una gran mayoría de seminaristas latinoamericanos y africanos.

De blanco y negro, porque los pantalones cortos de color amarillo (el otro color de la bandera vaticana) no llegaron a tiempo para el partido, los futbolistas que representaron hoy al Estado más pequeño del mundo proceden de países como Brasil, Camerún, Papúa Nueva Guinea, Polonia o Estados Unidos.

Son todos ellos jóvenes clérigos y seminaristas que militan en la «Clericus Cup», el torneo que enfrenta desde hace tres años a religiosos de todo el mundo que estudian Teología en el Vaticano y que en las últimas ediciones ha sido ganado por el «Mater Ecclesiae», el equipo de los Legionarios de Cristo.

Como sucede en casi todos los grandes equipos, las estrellas vaticanas son en su mayoría extranjeras.

«Es una experiencia muy bonita, porque hay chicos de todo el mundo que vienen a jugar buscando los valores tradicionales del fútbol, valores de amistad y de fraternidad», explicó Auguste Mballa, seminarista camerunés que estudia Teología desde hace tres meses en el Colegio Urbano y seguidor acérrimo del Real Madrid y de su entrenador, el portugués José Mourinho.

Aunque la creación de la futura selección permanente del Vaticano se antoja, de momento, difícil en un país con una población reducida, la «Clericus Cup» se ha convertido en estos años en un referente para los jóvenes que cada año llegan al Vaticano.

«El torneo cuenta con representantes religiosos y seminaristas de 65 países diferentes que realizan sus estudios de Teología en el Vaticano. Es un verdadero mundial, cercano a la gente», explicó su director, monseñor Claudio Paganini.

A pesar de la derrota por la mínima, los jugadores de la «Clericus Cup» demostraron que hay cantera en el Vaticano y que, cuando se trata de deporte, todos quieren la victoria, como lo demostraron las duras entradas que se vieron por parte de ambos equipos.

Después llegaron las medallas y un apretón de manos, a la espera de próximos encuentros que den continuidad a un proyecto que pretende recuperar los valores tradicionales del deporte y adaptar la fe a los tiempos que corren.

Y es que el fútbol no está reñido con la religión: «Se va a misa a las diez, se almuerza y después se va al estadio, hay tiempo para todo», reconoció entre risas Paganini.

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