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El cineasta Israel Caetano denunció: «El Instituto de Cine está desguazado»

El realizador sostuvo que “sólo las clases pudientes y las grandes productoras van a poder filmar en Argentina en el panorama actual, si no se invierte en cultura”. Actualmente está por estrenar su nuevo film, "Togo", por Netflix

“Sólo las clases pudientes y las grandes productoras van a poder filmar en Argentina en el panorama actual, si no se invierte en cultura”, fue una de las reflexiones que Israel Adrián Caetano compartió con la agencia de noticias Télam. Él es considerado uno de lo directores del cine argentino más relevante de los últimos 30 años y que este martes estrena Togo, su nueva película, por Netflix.

«El Instituto de Cine está desguazado. Me da mucha pena que no tenga la fuerza que supo tener. Todos venimos de ahí, desde (Leonardo) Favio hasta Lucrecia (Martel) o (Pablo) Trapero. Me preocupa que las nuevas generaciones no tengan esa posibilidad y que el cine quede definitivamente en manos de gente pudiente o de clases altas», aseguró.

El director nacido en Montevideo, pero con una carrera basada en Argentina con icónicas películas como Pizza, birra y faso (en codirección con Bruno Stagnaro), Bolivia y Francia, volvió a sus raíces de bajo presupuesto con Togo, la cual iba a filmar «de todas formas, con o sin Nétflix».

«Empecé a pensar en una película que pudiera hacer sin la necesidad de tener a nadie alrededor. La escribí y ya que tenía un vínculo con Netflix, se me ocurrió ver si lo podía aprovechar. Sin Netflix, tal vez hubiera sido otro valor de producción, hubiera llevado más tiempo y hubiera habido más complicaciones, pero yo tenía ganas de filmar», dijo.

Con el protagónico de Diego Alonso (Okupas), el regreso de Caetano al cine tras El otro hermano (2015) narra quince días en la vida de Togo, un cuidacoches que se ve amenazado por un grupo narco que quiere quitarle la cuadra para expandir sus negocios. Con ribetes de thriller, el director de Tumberos y Puerta 7 apela a su reconocido heroísmo citadino para crear una especie de western, en el que este homeless (sin hogar) debe lidiar con una juventud que lo quiere correr del medio.

«El western tiene que ver con la gente que defiende el territorio que les pertenece. También es una persona que dice que no a lo que ya está establecido, es alguien que se enfrenta a la ley y en un lugar sin ley es la ley del más fuerte», dijo el director.

«El fenómeno de los cuidacoches en Uruguay es bastante particular -explicó respecto al germen de la historia-, no es lo mismo que en Argentina, son una clase social con una suerte de mendicidad solapada. No es algo organizado. Son como una sociedad paralela que funciona, de gente de la calle».

Togo cuenta con un pasado que quiere corregir. Con una esposa fallecida y una hija en rehabilitación, conoce a Mercedes, una adolescente de clase alta, con problemas psiquiátricos y que encuentra en él y en su oficio de cuidacoches una riesgosa forma de libertad.

«Los problemas psiquiátricos en Uruguay no son menores, tenemos la tasa de suicidios más grande de Latinoamérica; somos el país en proporción con mayor consumo de antidepresivos. Entonces caminar por las calles de Montevideo hace que uno se tope con gente en la que no necesariamente la marginalidad tenga que ver con la pobreza, sino que hay con problemas psiquiátricos», señaló Caetano.

Sin embargo, pese al pesimismo que pareciera aflorar de las palabras del realizador, todas sus películas dejan abierta una ventana a la esperanza, algo que el propio realizador quiere destacar. «Yo creo en la imagen del héroe. Creo que hay dos formas de construir un producto artístico: o lo que a vos te gustaría que fuera el mundo o la forma que vos tenés de retratar lo miserable que es. A mí me gusta un poco más lo primero. Me baso en la realidad, pero creo que alguien que la pasa mal no tiene ganas de ver películas donde la pasa mal», sostuvo.

«Creo que es el único instinto más noble que tenemos como seres humanos, que es lo que nos distingue como especie, que a la larga no somos animales obedientes gracias a Dios -agregó-. Ella se enfrenta a ese poder que son esos padres que hablan en otro idioma, que no le dan pelota, que no se preocupan y no insisten, que lo único que quieren es darle pastillas a su hija para que se mejore».

Con una ecléctica e intensa filmografía, que incluye programas de televisión y videoclips, Caetano no dudó en asegurar que el trabajo del director «es como el del jugador de fútbol, un poco que si no se ejercita, se achanchá» y, por ello, instó a que el Incaa recupere el papel que supo tener en apoyo al cine nacional.

«Nosotros hace rato que no pisamos fuerte y entre el 96 y el 2015, el cine argentino estaba en todos los festivales, cosechando premios y espectadores que querían ver cine argentino, con temáticas profundas y todo el tiempo renovándose y tratando de ser pioneros en esa sana competitividad. Hoy eso está perdido, está solo supeditado a las plataformas», aseguró.

Si bien el director dijo en 2015 que “el público argentino elegía el cine argentino”, en la actualidad aseguró que “no existe un apoyo estatal real”. “Hoy solamente podemos hacer películas para las plataformas y eso es porque no hay un apoyo realmente estatal. No digo que nadie venga a regalar plata, sino a apostar por una cultura. Si no tenemos una política cultural vamos en vías de desaparición y a competir de manera muy desigual. Hoy se habla de Argentina, 1985 y es una en un año. Antes había caudales. Si esa posibilidad no existe va a quedar todo reducido a las grandes productoras, que son cinco en Argentina”, señaló.

Y agregó, a modo de solución, que si no hubiera apoyo a los jóvenes desde el Incaa sería “como quitarle la escuela primaria a los cineastas”. “Y rendirse ante las necesidades del mercado, que tampoco es muy exigente. ¿Cuántas películas que aborden temas sociales o políticos te encontrás en las plataformas? Poquísimas. ¿Y que aborden temáticas de clases bajas? Menos, casi ninguna diría yo. Pero bueno, hace diez años eso no sucedía. Ojalá esta situación se revierta, ojalá el Estado invierta, porque cuando el Estado invirtió los resultados fueron geniales. Toda la gente que está filmando para las plataformas fueron formados por el Estado, me incluyo también”, remarcó.

En cuanto al éxito encadenado a las temáticas de las películas, el director fue contundente: “Me hablás de una película que se llama 1985 y es una película que tienen que ir casi 30 años atrás para poder interpelar a una sociedad hoy. La realidad nos queda lejos. Y la verdad es que las clases bajas son siempre las que han nutrido al cine de temáticas muchísimo más interesantes que las clases medias. Hablo de Favio, pero puedo hablar de un montón de películas que conformaron un cine que venía a interpelar a la sociedad. El de Bruno, (Daniel) Burman, todos venimos de ahí. Entonces negar eso y no defenderlo no es justo. Pero bueno, haber tenido un cineasta al frente del Instituto de Cine en un momento de pandemia y no haber tenido ninguna estrategia para que eso se sostuviera hizo que retrocedamos. Y también, cuando hay problemas económicos la cultura pasa a ser lo menor”.

Por otro lado, ante el auge de plataformas, concluyó: “Está esa fantasía de que ahora, como hay plataformas, hay trabajo para todo, y el trabajo privado es súper selectivo. El Estado tiene que apoyar la cultura, sino vamos a hacer películas solamente comerciales y bajo la meritocracia de las productoras o las plataformas que quieren que tal o cual haga bien los deberes para tener su lugar. Se pierde lo democrático del cine, que era lo más lindo que teníamos en Argentina”.

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