Economía

Panorama económico

Un Presupuesto escrito con pluma extranjera

El presupuesto que presentó Sergio Massa (totalmente indiferente a las necesidades urgentes del pueblo argentino), parece estar diseñado y redactado por el Fondo Monetario Internacional con el objetivo de ahorcar la economía nacional y obligarla a liberar divisas para financiar la fuga de capitales


Esteban Guida y Rodolfo Pablo Treber

Fundación Pueblos del Sur (*)

Especial para El Ciudadano

Bajo la cortina de humo de cumplir con las metas del déficit fiscal, el Presupuesto para el año 2023 exhibe el verdadero objetivo de profundización del modelo productivo extractivista, a la medida de las empresas transnacionales (principalmente, y no por casualidad, provenientes de Estados Unidos) que están ingresando para saquear nuestros recursos naturales, destruyendo la naturaleza y dejando nulo beneficio al desarrollo local y el bienestar de los argentinos.

En el sinsentido económico del proyecto de Presupuesto 2023 elevado por el Poder Ejecutivo al Congreso de la Nación (que ya tiene el visto bueno de la oposición), se puede encontrar el principal argumento para la anterior afirmación.

Por un lado, se hacen “esfuerzos” en la reducción del gasto total (inversión pública) achicando los montos destinados a partidas sensibles y vitales para la economía nacional, como salud, defensa y seguridad social, con el objetivo de reducir aceleradamente el déficit fiscal primario de 2,8% a 2% del Producto Bruto Interno (una caída del 29%) tal como lo exige el FMI.

Pero al mismo tiempo, por fuera del presupuesto, se valida un brutal déficit cuasifiscal (Déficit del Banco Central de la República Argentina) por “gastos financieros” (intereses de leliqs, notaliqs y pases pasivos del BCRA) del 3,8% del PBI. Esto refleja que la reducción del déficit es selectiva; no sigue una lógica económica, sino un interés político determinado.

Resulta que ese gasto financiero es ocasionado por el retorno en intereses que reciben los bancos, grandes empresas y ahorristas, a cambio de tener inmovilizados sus fondos en instrumentos financieros emitidos por el BCRA, con una alta tasa de interés en torno al 75% nominal anual. En la actualidad, esos fondos equivalen a 7 billones de pesos, lo que representa un gasto por intereses de 5,25 billones de pesos al año.

Para poner en contexto, y cuantificar la magnitud de estas cifras en comparación con otras partidas de gastos del Presupuesto 2023, este gasto del estado equivale a:
– 253% de lo destinado a Seguridad Social.
– 317% de lo destinado a Educación y Cultura.
– 475% de lo destinado a Salud.
– 1,267% de lo destinado a Vivienda.
– 3,800% de lo destinado a Industria y Trabajo.
– Solo sumando las partidas de Seguridad Social, Educación y Cultura, Salud y Vivienda se alcanza el monto destinado a intereses financieros.

En esta maniobra, podemos ver que hay una decisión política firme en que ese enorme caudal de dinero genere una renta especulativa, pero no se dirija a la inversión, ni al desarrollo productivo, aunque esto resulte extremadamente deficitario y produzca una mayor concentración de la riqueza. Por lo tanto, y a pesar del contexto global extremadamente favorable (por el elevado precio de las materias primas y la apertura de nuevos mercados), el presupuesto indica que el gobierno nacional camina conscientemente hacia una parálisis económica, una recesión. Lo hace como única medida anti inflacionaria, pero en rigor de verdad, el propósito es la obtención y/o liberación de divisas.

Además de remarcar el sesgo claramente anti popular de estas medidas, en ellas hay una fuerte inconsistencia que desnuda otra atroz definición política del gobierno del Frente de Todos.

El principal argumento que se esgrime a la hora de justificar este stock de pasivos remunerados del BCRA (esterilización monetaria) es que, de no hacerlo, el aumento en la cantidad de dinero producto de la no renovación de estos pasivos, generaría más inflación, distorsionando los precios relativos de la economía y empeorando aún más los saldos reales de dinero (en definitiva, agudizando la pobreza).

La cuestión es que, anulando la inversión productiva, la posibilidad de acceso al crédito (por las altas tasas de interés), achicando el consumo popular (por el ajuste fiscal) pero, al mismo tiempo, permitiendo el aumento de las riquezas en el poder económico concentrado, tampoco se reducirá drásticamente la inflación. Los motivos son varios, ya experimentados en la historia económica argentina: Por un lado, el aumento del costo del dinero incide en los costos de producción. Por otro lado, se genera un estrangulamiento de la oferta doméstica, aumentando a su vez la demanda agregada sobre las importaciones; todo ello presiona sobre el tipo de cambio, cuyos ajustes se traducen a precios por la dependencia del exterior que tiene la economía argentina. Dada la concentración y extranjerización de la economía argentina, la adquisición de divisas por pago de deuda privada y giro de dividendos no cesa (fuga de capitales por toma de ganancias, permitido por la ley de inversión extranjera directa vigente).

Otra inconsistencia flagrante resulta del hecho de que la necesidad de emisión monetaria por parte del BCRA, no solo surge a partir del financiamiento el Tesoro nacional, sino también en la compra de las divisas que ingresan por el resultado neto del comercio exterior y del saldo neto del ingreso de capitales (financiamiento externo). Aun cumpliendo con la promesa de no emisión para financiar el déficit del Tesoro nacional, el BCRA tendrá que emitir crecientes sumas de dinero si aumenta el tipo de cambio nominal y se cumple la proyección comercial externa, producto de exportaciones record y control cuantitativo y financiero de las importaciones.

Estas inconsistencias son las que el mercado observa con claridad y representan un motivo más que suficiente por el cual los agentes económicos siguen especulando con el desenlace de este fallido modelo. Sin modelo económico sustentable y consistente para el mediano y largo plazo, ninguna política de estabilización y ajuste conducirá a solucionar estos problemas. En esta desorganización de la economía, la especulación se propaga como medio de supervivencia.

Como conclusión, podemos afirmar que el verdadero objetivo de la política económica recesiva que impone el presupuesto 2023 es continuar con el ajuste por inflación; deprimiendo y asfixiando el mercado interno se busca contar con mayor cantidad de saldos exportables. Un presupuesto anti popular, anti nacional, a la orden de intereses foráneos.
El mejor método para aplacar la incesante inflación es administrar el comercio exterior, frenar la fuga incesante de divisas y fortalecer el mercado interno; aumentar la oferta doméstica de bienes y servicios, mediante un ambicioso plan de sustitución de importaciones. Con los intolerables y absurdos niveles de pobreza que sufre nuestro pueblo, la inflación no se puede atacar deprimiendo la demanda con recetan neoliberales ¡Hay que aumentar la oferta con trabajo argentino!

Está claro que esto está muy lejos de ser simplemente una política de estabilización; sin una toma de consciencia nacional y un programa económico de largo plazo, será muy difícil organizar la economía en término de objetivos nacionales.

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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