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A 50 años del regreso de Perón: de estar casi preso en Ezeiza al fervor militante en Gaspar Campos

Inscripto en el calendario justicialista como el Día de la Militancia, aquella jornada estuvo marcada por la épica y culminó el largo proceso del "Luche y vuelve". La historia detrás de esa fecha clave en la historia argentina

Por Pablo Tallón/NA

Remarcado en el calendario peronista como el Día de la Militancia, el 17 de noviembre es una de las fechas clave del justicialismo, ya que recuerda la gesta del «Luche y vuelve» que permitió en 1972 el regreso del ex presidente Juan Domingo Perón tras 17 años de exilio.

Aquella jornada, ocurrida 50 años atrás, estuvo marcada por la épica y quedó inmortalizada en la mítica foto del entonces secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, protegiendo al general con su paraguas.

Tras el golpe de la Revolución Libertadora, en 1955, Perón fue forzado a vivir en el exilio: la quinta 17 de Octubre, ubicada en el barrio madrileño de Puerta de Hierro, fue el destino de mayor duración, tras haber pasado por varios países de Latinoamérica.

Desde la residencia de la calle Navalmanzano, el líder del Partido Justicialista seguía la situación política de la Argentina y mantenía fluido contacto con dirigentes leales, tanto del ala más conservadora como de la creciente ala de izquierda.

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Héctor Cámpora y Juan Manuel Abal Medina fueron los encargados de acordar los detalles de su regreso, tanto puertas adentro del peronismo, como en el vínculo con la dictadura de Alejandro Lanusse.

Un año antes de que se concretara la vuelta del ex presidente, Abal Medina, un abogado procedente del nacionalismo católico y hermano Fernando, uno de los fundadores de Montoneros, empezó a tejer relación con distintos referentes de las Fuerzas Armadas, en cuyas cabeza «comenzaba a rondar la idea de que el regreso de Perón podía servir para contener el auge que iban tomando las organizaciones armadas, tanto las peronistas como las no peronistas», comentó tiempo después en una entrevista.

«Aunque no lo dijeran abiertamente, sino en diálogos mano a mano, algunos militares veían el regreso del General como una forma de contener a estos grupos que no sabían cómo se podían manejar», señaló.

Pese a esa suerte de visto bueno de la dictadura de Lanusse, el militar no iba a permitir que la vuelta de Perón se transformara en un acto político: a mediados de 1972, el presidente de facto había afirmado que al líder del PJ no le daba «el cuero» para volver al país.

En esas negociaciones entre los emisarios del general y la dictadura se definió que sólo 300 personas podrían acceder a la pista de aterrizaje del Aeropuerto de Ezeiza para recibir al proscripto ex mandatario. El 13 de noviembre, Héctor Cámpora y Juan Manuel Abal Medina fueron a la Casa Rosada para informar los últimos detalles del vuelo que traería a una nutrida delegación que acompañaría a Perón.

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Ese contingente finalmente estaría integrado por dirigentes políticos como Antonio Cafiero, Carlos Menem, José López Rega, Vicente Solano Lima y Nilda Garré; sindicalistas como Lorenzo Miguel, José Rodríguez, Rogelio Coria y Abelardo Arce; y representantes de distintos ámbitos de la cultura y la sociedad, como el cineasta Leonardo Favio, el padre Carlos Mugica, el boxeador Abel Cachazú, el actor Juan Carlos Gene, la modelo Chunchuna Villafañe, el futbolista José Sanfilippo, el poeta José María Castiñeira de Dios y la cantante Marilina Ross, entre otros.

Mientras en la Argentina se ultimaban detalles para su recibimiento, Perón viajó de España a Italia: en su paso por Roma, donde se hospedó en un hotel frente al Arco de Jano, se reunió con el secretario del Consejo para Asuntos Públicos del Vaticano, monseñor Agostino Casaroli.

De ambos sectores sabían que la llegada del ex mandatario iba a ser multitudinaria, lo que podría derivar en serios incidentes. Por eso, el 15 de noviembre Perón envió un mensaje a los militantes justicialistas y les pidió mantenerse «dentro del mayor orden y tranquilidad».

El avión DC-8 de Alitalia partió de Roma a las 20:25 del 16 de noviembre, mismo horario en que había fallecido Evita el 26 de julio de 1952: «Es casualidad, más que ninguna cosa. La recordamos en ese momento y, quizás en homenaje a ella, partimos en ese momento», explicó Perón al ser consultado sobre la coincidencia por el periodista español Manuel García Alcalá.

Mientras tanto, Lanusse adoptó tres medidas para reducir el impacto público y político del retorno: suspendió las clases de todos los niveles los días 16 y 17; decretó «el cese obligatorio de las actividades públicas y privadas» para el viernes en que arribaría el general, para «garantizar la tranquilidad y el orden en todo el territorio del país»; y ordenó un fuerte operativo militar -a cargo del general Manuel Haroldo Pomar- en las inmediaciones de la terminal aérea para que la multitud no pudiera acercarse a Perón.

«No se trata de una reunión pública, sino de un hecho natural y espontáneo que concierne a Perón, a sus amigos y simpatizantes», respondió Abal Medina en aquel momento al ser consultado sobre la masiva movilización que se esperaba y la vigencia del estado de sitio.

En ese contexto, al brigadier Ezequiel Alfredo Martínez le dieron la misión de recibir al ex presidente en Ezeiza y solicitarle «informes sobre las actividades que piensa cumplir en el país y sobre su eventual aporte para la pacificación».

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Con varios miles de hombres del Ejército apostados para contener a la multitud, minutos después de las 11 del 17 de noviembre de 1972, la pista del Aeropuerto vio el aterrizaje del vuelo 3584 de Alitalia: la lluvia aportó a la mística de aquel día.

Al bajar la escalera de la aeronave, Perón se encontró con Rucci, quien contaba con un paraguas ya abierto y dispuesto a protegerlo de la pertinaz llovizna: minutos después, al levantar sus brazos para saludar a los militantes, se tomó una de las fotografías más destacadas de la historia del peronismo.

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Tras la llegada, el general se trasladó hacia el entonces Hotel Internacional de Ezeiza, ubicado en el mismo predio de la terminal aérea y donde tenía previsto descansar algunas horas para luego partir hacia la casa de Gaspar Campos 1065, en el partido bonaerense de Vicente López.

Momentos de tensión se vivieron la noche de ese mismo viernes 17 de noviembre cuando el ex mandatario quiso salir del Hotel Internacional de Ezeiza para trasladarse hacia la casa de Gaspar Campos, ya que el comisario inspector de la Policía Federal César Alberto Díaz prohibió la partida de Perón. Un grupo de abogados peronistas que se encontraba en el lugar labró un acta para advertir que se trataba de «una privación ilegítima de la libertad personal».

Esa situación amenazaba con provocar un foco de violencia, por lo cual el propio brigadier Martínez debió salir a aclarar que el general no tenía limitaciones de movimiento. Sin embargo, la dictadura de Lanusse informó que Perón debía comunicar sus movimientos a fin de poder montar el operativo de seguridad necesario a fin de salvaguardar su integridad física en su calidad de ex mandatario.

Durante la madrugada del sábado 18, el ex jefe de Estado finalmente pudo abandonar el Aeropuerto de Ezeiza y dirigirse hacia la casona de Gaspar Campos, que el PJ había comprado en junio de 1972. Al arribar a la propiedad de Vicente López, Perón vio que una gran cantidad de militantes se encontraban allí para recibirlo, por lo que -una vez que se acomodó- se dirigió al primer piso y los saludó desde una de las ventanas.

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Minutos después, se montó un micrófono para que pudiera dirigirse hacia ese grupo: «Les agradezco profundamente la amabilidad que tienen de venir hasta acá para darme una inmensa satisfacción».

Gaspar Campos pronto se convirtió en un centro de la escena política nacional, por donde pasaron dirigentes sindicales, empresarios y de otros partidos: allí se produjo el recordado encuentro, con abrazo incluido, entre Perón y el referente de la UCR Ricardo Balbín.

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La estadía de Perón en la Argentina sería breve: en diciembre de ese año marchó hacia Paraguay, donde se reunió con el dictador Alfredo Stroessner; y luego se dirigió a Perú, para encontrarse con el también presidente de facto Juan Velasco Alvarado. Finalmente, regresó a Madrid y pocos días después de iniciado 1973 visitó Rumania para reunirse con el dictador comunista Nicolae Ceaușescu.

Días después, tras criticar a los militares que respaldaban a Lanusse, el presidente de facto le volvió a prohibir la entrada al país, situación que recién cambió cuando Cámpora asumió la Presidencia.

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