Un “frente de frentes” pero al estilo Cristina. Con un discurso que se caracterizó después como “bisagra” y “distinto”, y en un marco monumental con unas 60 mil personas de público, la vicepresidenta Cristina Fernández pronunció un discurso de unos 50 minutos –que en varios tramos se convirtió en un diálogo con las consignas que bajaban desde las tribunas del Estadio Único de La Plata– en el que recordó el primer retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina, el 17 de noviembre de 1972, retomando buena parte de la mística fundacional del peronismo histórico, pero arrastrándola como un camino de respuesta a la crítica situación actual. Ejemplo de ello fue un extenso tramo que en forma inédita dedicó a la seguridad, como reclamo social y popular incluso propio, como víctima de un atentado; pero también atravesó el endeudamiento que condiciona al país, la situación internacional, la distribución del ingreso nacional, la inflación e incluso las falencias de la coalición de gobierno. “Se pueden hacer las cosas mejor”, dijo en un condensado en el que también envió una llamado inequívoco al gobierno que integra para cuidar y resguardar los recursos naturales, entre ellos los claves: el litio y el río Paraná.
La vicepresidenta y ahora presidenta en ejercicio (por la gira del presidente Alberto Fernández), no lanzó una candidatura, pero casi: “Como decía el General: «Todo en su medida y armoniosamente»”, respondió, cuando el canto central, que dejó correr, era: “Cristina presidenta”.
Antes y después habló más desde su experiencia de gestión y la precedente, de Néstor Kirchner –“Mi compañero de vida”– y desde la historia, retrocediendo a la recuperación de la democracia –mencionó la película “Argentina, 1985”–, a los gobiernos de Perón –mostró un solo gráfico, el de reparto del ingreso desde 1935, con la participación de los salarios igual o superior al 50% en tres momentos, los gobierno de Perón y el suyo– e incluso llegó hasta el Partido Militar con el primer golpe de Estado, en 1930, contra el presidente Hipólito Yrigoyen.
También atravesó la sincronía entre las dictaduras sudamericanas y su continuidad, ahora, con los golpes judiciales, mencionando que cuando se formó el Frente de Todos, en 2019, el brasileño Lula, hoy presidente electo, “estaba preso”.
Más de un párrafo los dedicó a impactar con la gestión de Mauricio Macri, censurando su intención de deshacerse de Aerolíneas Argentinas o de volver a privatizar el sistema previsional, exponiendo lo que se hizo en la década de 1990 y cómo terminó “en la crisis de 2001”
“Dicen que son lo nuevo… Muchachos, acá lo único nuevo que hay somos nosotros, el cambio… Los que cambiamos a la Argentina después de la crisis del 2001 fuimos nosotros”, reivindicó Cristina, y volvió a destacar la importancia de “alinear precios, salarios y tarifas”.
La vicepresidenta señaló además que cuando “escucha como novedad” la propuesta de privatización de Aerolíneas: “Eso ya pasó en los 90”, recordó, y equilibró el déficit de la empresa de bandera –que sostiene el Estado– con los beneficios para la industria turística en todo el país, que reciben los privados. Por ello pidió “hacer las cuentas completas y sumar todo”.
En esa línea, sin mencionar al fallecido ex presidente Carlos Menem, y a su ministro Domingo Cavallo, continuó: “Dicen que tenemos que volver a la década del 90, desde una fuerza política muy novedosa…. No tan novedosa porque dice que el gobierno de los 90 fue el mejor y el ministro de la convertibilidad el mejor de la historia… Mirá vos”, se mofó en referencia a los llamados “libertarios”.
En contrapartida pidió un “consenso económico” como alternativa. “No donde todos opinemos igual, sino para abordar graves problemas que tiene la Argentina”.
En ese marco admitió que “muchas veces se han tenido que tomar decisiones por el condicionamiento brutal con el que se recibió un gobierno después del retorno del FMI a la Argentina”, y, en evidente cuestionamiento a la comunicación del Ejecutivo, y de la coalición de gobierno misma, llamó a no decir que “está todo fantástico” y en su lugar a “explicar” porque “la sociedad tiene que saber”.
“Cuando la sociedad sabe, se empodera, y no hay mejor ayuda para un gobierno nacional y popular que la sociedad sepa hacia dónde vamos y por qué hacemos las cosas que hacemos”, remarcó. “Una sociedad que no sabe lo que pasó, difícilmente pueda entender lo que pasa”, insistió, remarcando que “si no se ejercita la memoria, resulta imposible develar el porvenir”.
En otro tramo de su mensaje, la ex presidenta llamó a “terminar con debates absurdos” en torno a la seguridad porque “es una deuda” que “ningún partido político lo ha podido solucionar”.
“Terminemos con ese debate berreta de los «mano dura» o los «garantistas». Si para algo sirvió lo que me pasó fue para demostrar que, cuando estuvieron en el Ministerio de Seguridad los «mano dura», a la política de seguridad le pusieron una Miss Argentina”, cuestionó en referencia a Carolina Gómez Mónaco, quien en el gobierno de Cambiemos, sin tener ningún tipo de antecedente en la materia, se desempeñó como directora de la Escuela de Inteligencia Criminal, y su hermana manejaba gastos reservados en el Ministerio. La cartera, entonces, estaba conducida por Patricia Bullrich, y el segundo era Gerardo Milman, el hoy diputado apuntado por presuntamente tener conocimiento previo de que estaba en marcha un atentado contra Cristina.
Tras la referencia sin nombres y apellidos a los llamados halcones de la oposición, Fernández de Kirchner hizo un llamado a los partidos políticos a “olvidar por una vez en la vida y discutir en serio el tema de la seguridad en nombre de todas las víctimas, sus familiares y deudos”, y señaló como alternativa “el orden” que instituyó el peronismo: “El orden para nosotros es que el padre o la madre salgan a trabajar, los pibes vayan al colegio y todos coman en su casa y no en el colegio, en el merendero, en los comedores”.
Y resaltó la necesidad de avanzar en el “gran acuerdo que debe haber entre todos los partidos políticos para que las fuerzas de seguridad respondan a las fuerzas civiles”.
“Las fuerzas de seguridad son una parte de la solución y también son parte del problema si no se subordinan al poder civil. Cuando estuvimos en el gobierno desplegamos miles de gendarmes en el conurbano bonaerense. La gente lo pedía porque tenía más confianza”, rememoró, para preguntarse en un cuestionamiento hacia adentro, por qué hoy están desplegados “en la Patagonia”.
El mismo llamado hizo después a escala política nacional, recordando el intento de magnicidio en su contra el pasado 1º de septiembre en la puerta de su casa: señaló que ese día “se quebró por primera vez” desde 1983 “el pacto democrático de respetar la vida”.
“Esto sí es obligación de todas las fuerzas políticas en Argentina: volver a construir ese acuerdo democrático separando a los violentos, al lenguaje del odio, al que quiere que el otro se muera porque piensa diferente. Ningún partido político en la Argentina puede volver a aceptar esto”, sostuvo y convocó.
La síntesis, dirigida filas adentro e intepelando a la oposición –en lo que pareció contener un mensaje en clave hacia la Unión Cívica Radical, es la necesidad de un nuevo pacto político democrático: “Las elecciones se pueden ganar pero los condicionamientos son tan graves, tan profundos, que nos han dejado, que va a requerir que la mayor parte de los argentinos tiremos todos juntos para el mismo lado. Si no es así, nuestro país será difícil para cualquiera”, advirtió.