Con menos de 50 años de edad, Roberto Sukerman se siente “candidato natural” del peronismo. Tiene una inercia a favor: en una ciudad que hace ya casi cuatro décadas que le viene siendo esquiva al PJ –hay que remontarse hasta 1973, cuando Rodolfo Ruggieri ganó con el 62% de los votos, y ejerció hasta que el golpe de Estado de 1976 lo derrocó y encarceló– es quien más disputó resultados en las últimas elecciones –quedó 33,04% contra 34,46%– en medio de una dispersión política creciente. De eso dan cuenta, por caso, los 13 bloques que con 28 ediles tiene el Concejo Municipal. Él mismo recuerda que quedó “a sólo un punto y medio” del actual intendente Pablo Javkin. Y también que, de haberse extendido el marco de alianzas del justicialismo, la cuenta –acaso– podría haber sido otra, con Ciudad Futura cosechando el 14,96%, a un tris de alcanzar a Cambiemos (15,38%). Por eso repasa las elecciones de 2019 pensando en 2023 como con una lección aprendida: imagina una articulación con Juan Monteverde, de Ciudad Futura, y con Carlos del Frade, del Frente Social y Popular, e incluso hasta con Rubén Giustiniani, quien no proviene de la vertiente del Partido Socialista más amigable hacia el Partido Justicialista. Pero Sukerman agita un límite claro: “Rosario no puede quedar en manos de un frente de frentes que termine apoyando a Macri”, le advierte a El Ciudadano.
Aunque no lanzó oficialmente su candidatura al Palacio de los Leones, se infiere que el abogado y experto en derecho constitucional, y con paso hasta el año pasado en el gobierno provincial –ministro de Trabajo y ministro de Justicia– ya viene tanteando terreno hace rato. ¿Tiene que recomponer con los propios? Una reciente tribuna en la seccional 6ª puede ser un indicio de que tal vez no le sea difícil. ¿Utilizará el “método Cristina”? Bien puede esgrimir, con las cuentas de 2019, que con Sukerman solo no alcanza, y sin Sukerman no se puede. En todo caso la ambición la tiene, y arranca de perdedor, así que tiene todo para ganar.
Acaso por eso se ataja: “En realidad tiene que ser algo más allá de Sukerman intendente. Es decir: a mí me parece que lo que lo que no hay que hacer es no poner el carro adelante del caballo. No es que no importa quiénes son candidatos, pero me parece que la prioridad del momento es ampliar la base de sustentación de lo que hoy se llama Frente de Todos, que es la denominación que tiene a nivel nacional. El peronismo, con sectores aliados, debe también enriquecerse de otros sectores; máxime cuando se habla de que los otros están conformando un frente de frentes. Entonces si sectores de radicalismo, del socialismo y de Juntos por el Cambio van a hacer un frente de frentes, me parece que queda claro que nosotros tenemos que hacer no una cosa nueva, sino terminar de conformar algo que está ahí dando vueltas. En 2019 estuvimos muy cerca de conformar un frente con Ciudad Futura y con otros sectores de lo que se puede denominar centroizquierda. De hecho, hicimos actividades en conjunto con el sector de Giustiniani y con el sector de Del Frade, con distintos sectores que no formaban parte del Frente Progresista. Y bueno, lamentablemente no se terminó de conformar, pero queda absolutamente claro que si nos hubiésemos unido hubiésemos ganado, porque yo fui candidato único y perdí por un punto y medio”.
El espejo de un frente de frentes no sólo aparece en las palabras de Sukerman. El propio Monteverde –con cinco integrantes, la bancada de Ciudad Futura es la más numerosa del Palacio Vasallo, y las demás son interbloques o alianzas– imagina una “gran Paso” para definir candidaturas, tras el drenaje desde el Frente Progresista hacia Juntos por el Cambio. Sukerman también ve una ola amarilla en progreso, y aclara que se niega a “pensar en una candidatura de manera individual, cuando los otros están viendo cómo hacen para generar un un frente de frentes a nivel local provincial y hasta nacional”.
“Me parece que queda claro –insiste– que nosotros vamos a tratar de conformar un frente nuestro. A partir de eso, bueno, tendrá que ver cada sector”. Y en ese punto aclara que, aunque se vea como “candidato natural” en esa línea, “uno estaría anteponiendo una individualidad y así está relegando acuerdos”. De ese modo se imagina una coalición, incluso con “sectores que nunca se han unido”, como “sectores del socialismo”, y se entusiasma: así sí “sería una cosa nueva”.
Ahí va a soltar la advertencia sobre la ciudad y un gobierno que tribute al ex presidente Mauricio Macri, en cuya gestión el icónico Monumento a la Bandera permaneció tres años rodeado de andamios que parecían una jaula. “Rosario no se lo merece por su historia”, dice Sukerman. “Realmente uno puede reconocer cosas importantes para la ciudad”, refiere a las gestiones tanto del radical Horacio Usandizaga como del socialismo, incluyendo a la primera, de Héctor Cavallero, y siguiendo por las de Hermes Binner, Miguel Lifschitz, y Mónica Fein. Pero ahí corta: “Ya hace mucho, lamentablemente, que esas buenas tradiciones que han tenido distintos gobiernos ya ni siquiera se expresan. Hoy no se puede individualizar ningún paradigma, ni un paradigma que continúa ni un paradigma nuevo. La ciudad no es referencia en nada, de nada de lo que en su momento haya elevado su autoestima o la hiciera una referencia de vanguardia. Ya no es una referencia turística, ni de salud, ni cultural: hoy es una referencia en delito, absolutamente”. Y ahí es donde va a insistir: “Rosario está en un pozo del cual hay que sacarla”.
Sukerman recuerda las elecciones provinciales de 2007, las que le dieron el triunfo, por primera vez en la historia, al PS. Binner se alzó con el triunfo sobre Rafael Bielsa, quien a su vez le había ganado las internas del Frente para la Victoria a Agustín Rossi, actual titular de la Agencia Federal de Inteligencia. Ya entonces, y hasta ahora, el funcionario encabezaba la Corriente Nacional de la Militancia. “Publicó un libro sobre seguridad en esa campaña para gobernador. Desde crear un Centro de Monitoreo con cámaras de vigilancia hasta otras cuestiones vinculadas a la seguridad, como crear una Policía Municipal. Y en la campaña a intendente hablamos de acuerdos de seguridad ciudadana, de acuerdos democráticos por la seguridad. Es decir, es un tema que he trabajado mucho. he viajado a otros lugares del mundo a ver qué se hacía, o sea nunca lo planteamos ni de manera superficial ni de manera, digamos, irresponsable o demagógica”.
Una década y media después, ahora con índices delictivos catastróficos, Sukerman vuelve sobre el mismo punto. “Planteamos la seguridad de manera integral”, dice. “Planteamos que la Policía era parte del problema y que tenía formar parte de la solución. Que la seguridad tenía que ver con la Justicia y el fortalecimiento del Poder Judicial para que pueda, justamente, juzgar esa situación. Que la situación estaba vinculada a lo social, pero lo social también estaba vinculado a lo urbanístico; que la desigualdad claramente genera violencia y que si el Estado no abre calles, no da servicios de calidad, con vivienda digna, eso se termina conformando en un territorio privatizado por los narcos y por las mafias donde el Estado no entra”.
“Nunca planteamos –aclara Sukerman– la seguridad desde el gatillo fácil, ni con violencia institucional. Siempre estuvimos del lado de la crítica hacia la violencia institucional, acompañando cada caso emblemático en la ciudad que tenía que ver con una con una mala Policía. Entonces, lo que uno ve es que ahí hay responsabilidad municipal, provincial y nacional, pero a nivel municipal la Intendencia no se hace cargo de nada, no se hace cargo de la violencia ni del narcotráfico ni del humo. No se hace cargo de absolutamente nada, no se hace cargo ni del transporte”.
En ese punto, Sukerman recuerda su propio papel como concejal –ocupó una banca desde 2011 a 2019– contrario a un sistema privado: “Es una responsabilidad municipal. Yo voté en contra de la licitación del transporte”, dice, y defiende a “un sistema público de transporte”. Recuerda que el Estado municipal “ya tenía más del 50%” de los recorridos y líneas, y que en lugar de “hacerse cargo de todo y tener una nueva concepción, se achicó”. Y despotrica: “Convocaron a una nueva empresa que no tenía experiencia acá, y que se terminó yendo. Entonces ahora la culpa la tienen los subsidios: hay que pelear por más subsidios, por supuesto, pero la responsabilidad es otra”.
Sukerman abre juicio y condena al intendente Pablo Javkin por apuntar a otros poderes y a otros niveles del Estado: “Dice que desde la intendencia de Rosario no se puede modificar la realidad Rosario”, acusa. Y elogia a “un intendente al que todos lo reconocían como un intendente” en la figura de Usandizaga, sin negar las diferencias, ya que “se plantaba absolutamente” por Rosario. Lo mismo dice del Tigre Cavallero –“Para mí fue la mejor intendencia”– pero le niega por completo esa cualidad a Javkin. Y aunque aclara que “los problemas de Rosario no los puede resolver Rosario sola”, y debe entrar con sintonía u oposición a gestionar reclamos hacia otros niveles del Estado, el actual jefe del Palacio de los Leones no lo hace. “Tiene a un gobernador otro signo, a un presidente y otro signo, pero no gestiona. Es decir, yo en su momento planteé un proyecto, que era la Casa de Rosario en Buenos Aires, como tienen las provincias. ¿Que debería significar ese lugar? Tener una gestión de la ciudad en Capital. Que esté permanentemente recorriendo los ministerios, y activando y tramitando los expedientes en beneficio de la ciudad. Eso no se puede perder de vista. Santa Fe queda más cerca, a lo mejor ni tan necesario ahí, pero sí en Capital. La primer gran diferencia que tengo con Javkin es que uno tiene que hacer valer el lugar de intendente, y Pablo no lo hace valer”.
“La segunda –continúa ante una pregunta de este diario– es la conformación del equipo de gobierno. Al de Javkin no lo conoce nadie, salvo el caso de un (Leonardo) Caruana, que ya venía con su trayectoria de de secretario de Salud y es una persona incuestionable. Pero en términos generales es un equipo no tiene volumen político, no tiene conocimiento público, porque no tiene gestión. Yo entiendo que no se puede gobernar con amigos, se tiene que gobernar con los mejores. Y tengo que preguntarme quiénes son los mejores, sean del partido que sean”. Sukerman incluye en la lista de notables a Dante Taparelli, secretario de Cultura y Educación, pero insiste: venia de la gestión anterior. Extiende el reconocimiento a Chiqui González, ex ministra de Innovación y Cultura de la provincia –atravesó tres gestiones provinciales del socialismo, desde 2007 a 2019, tras haber sido la creadora del Tríptico de la Infancia en Rosario – para insistir: la gestión pública se debe abrir a los “mejores”. Y recuerda que en el debate previo a la compulsa por la Intendencia dijo que si ganaba, le iba a ofrecer la Secretaría de Salud al socialista Miguel Cappiello, ex ministro provincial del área.
Y el tercer gran cuestionamiento a la gestión de Javkin es que no revirtió la tendencia a la “expulsión” de industrias de la ciudad. “Una de mis críticas al socialismo es que expulsó a las industrias. La construcción industrial cada vez disminuyó más. Si alguien va a Baigorria, a Pérez a Alvear, etcétera, ve todas industrias rosarinas que se tuvieron que ir de Rosario”. Y aclara que no piensa en una chimenea en el microcentro –“y las industrias no son sólo chimeneas”– sino en que “Rosario no tiene un parque industrial”. Y apunta que la ciudad “podría haber zonificado áreas industriales “porque eso implica muchísimos recursos que la ciudad pierde”.
“Rosario podria haber retenido y tenido un plan para sus industrias. Pero no solamente las expulsó, sino que también expulsó a los rosarinos. Muchísimos se tuvieron que ir de la ciudad porque tampoco hubo una planifcación de crear áreas promovidad por la Municipalidad, generando nuevos barrios”, puntualiza. Y recuerda que era funcionario en la Ansés y después concejal cuando a nivel nacional se implementó el Procrear: “¿Cuántos metros cuadrados puso a disposición el socialismo para la construcción de viviendas? Cero. Ni siquiera para construir un edificio”, repasa, y se queja de que la gestión provincial “quiso competir con el Procrear” con el plan Mi Tierra, Mi Casa, en lugar de complementarlo. “Me parece que ha habido demasiado sectarismo, y no han tenido una visión integradora de la ciudad”, acusa. Y apunta que tampoco “nunca se trabajó” con el puerto, que “debería ser un puerto de contenedores enorme y funcionando”, con un municipio activo en “otra estrategia” aunque corresponda a una jurisdicción diferente. “Tengo una visión productivista, industrialista, de ciencia y tecnología vinculadas, porque eso genera mucha mano de obra”.
En el repaso, sus diferencias son considerables. Y agrega una cuarta: “El grado de desigualdad entre el macrocentro de Rosario y el resto de los barrios”. Y explica que “en obras, en servicios, es abrumadora” la distancia, “y ese nivel de desigualdad es el que justamente tiene que ver con los niveles de violencia que hablamos”.
“Siempre han entendido que había dos ciudades, y nosotros entendemos que hay muchas ciudades dentro de una misma ciudad. Son visiones totalmente distintas de lo que requiere Rosario”, concluye.