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La cultura habla en estadísticas: un estudio relevó los consumos culturales de Argentina

Más de la mitad de las argentinas y los argentinos usan las redes sociales de manera pasiva, lee libros al menos algunos días a la semana y están “muy informados”, según una encuesta digital que realizó la Fundación Colsecor

Más de la mitad de las argentinas y los argentinos usan las redes sociales de manera pasiva y lee libros al menos algunos días a la semana, mayormente en papel, en tanto que la mayoría están “muy informados”, según los resultados que arrojó una encuesta digital de consumos culturales sobre las tendencias, hábitos y expectativas en relación a la cultura y sus expresiones.

¿Cuál es la relación que los argentinos y las argentinas tienen con la cultura? ¿Cómo se valora ese enorme campo llamado cultura que en definitiva es un entramado simbólico de significaciones, prácticas y sentidos que nos coloca en una perspectiva, una historia, un presente? Fundación Colsecor llevó adelante un estudio para tomar una radiografía de aquí y ahora, pospandemia, a partir de una encuesta digital nacional implementada en octubre de este año sobre una muestra de más de 1600 personas.

Desde la poco habitual asistencia a espectáculos y obras de teatro por cuestiones económicas, la persistencia de la tradición del hábito de la lectura, la cotidianidad de las redes sociales, la preeminencia de la radio, la consolidación de formatos como los podcast -aún “de nicho” porque la proporción de oyentes semanales es baja-, hasta el crecimiento sin tope del streaming o la baja asistencia a museos, los datos de este informe comprueban y desmitifican lo que pasa con los consumos culturales.

Pero también aquello que transita como “clima social”, que está en el aire o es sospecha, el estudio lo confirma. En primer lugar, las redes sociales: el 94% de los encuestados dijo usar diariamente estas plataformas, independientemente de la edad, el género o el tamaño del lugar donde viven. Sin embargo, a pesar de esta presencia mayoritaria, solo la mitad tienen un uso activo en las redes, el resto las usa “pasivamente” para observar o informarse. Parece que el tiempo de las videollamadas que marcó mucho la forma de socialización de 2020 quedó atrás. “El 91% respondió negativamente frente al 9% que sí dice hacer videollamadas”, apunta el informe.

Este son algunos de los hallazgos que destaca como relevante el investigador Mario Riorda, director de la Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral, uno de los responsables del diseño y metodología de la encuesta junto a Griselda Ibaña y Mónica Cingolani, ambas de la Universidad Católica de Córdoba. Un punto de partida es que “lo digital está presente en todo, pero no excluye a lo analógico” pero “se da algo así como que todos consumen de todo, aunque son los jóvenes los que tienen una dependencia total de su celular para todo: redes, música, series, chatear, etcétera”, dijo a Télam el investigador.

En este sentido, el especialista incorpora otro dato y es que “las personas en Argentina están muy informadas. Son grandes consumidoras de noticias de política y actualidad. Incluso, aunque no es actualidad, en Argentina se consumen muchos programas didácticos, culturales o documentales”. De acuerdo a las cifras de la encuesta, el 38% indicó consumir con frecuencia ese tipo de lecturas. También la radio y sus noticieros tienen una incidencia fuerte porque el 61% dijo escucharlos habitualmente.

Hablando de lecturas, el informe sostiene que las argentinas y los argentinos leen libros y “mucho”. Más de la mitad dice leer todos los días o algunos días de la semana. Como es de esperar, la lectura en soporte digital aumenta “significativamente” en jóvenes de 15 a 24 años, mientras que los mayores de 60 años llevan un poquito la delantera en frecuencia lectora con un 64%, frente al 45% que representa el segmento que va de los 25 a 39 años. Y como dato, son también las mujeres las que encabezan la lectura, con un 58% frente a los varones.

Pero ¿qué leen cuando se trata de libros? El 28% respondió “libros para saber hacer algo o consejos prácticos para el hogar”, seguido por lecturas vinculadas a salud, vida sana, historia y textos académicos. La literatura, en este informe, queda atrás: otras lecturas como cuento o poesía no llegan al 20%.

Más allá del tipo de género, dentro de los consumos culturales “tradicionales”, la lectura parece vivir un buen presente en relación a otros como el teatro. ¿Cómo interpretar este dato? “Lo primero -responde Riorda- es por el costo y la accesibilidad comparada a otros consumos. La lectura se consume en libros, pero también desde un celular, como es ya la práctica mayoritaria de los jóvenes. Quizás, lo que más explique es que uno puede leer de todo. Se trata de la oferta ilimitada, paga o gratis”.

“La pandemia puede haber tenido que ver, pero este momento afectó seriamente al papel (libros, diarios, revistas) y aumentó el consumo de lo digital. Un 55% de los encuestados indica leer todos los días o algunos días a la semana. Esta cifra se eleva aún más en los mayores de 60 años con el 64% y en las mujeres con el 58%. Y en la franja etaria donde más decrece es entre los 25 y 39 años con el 45%”, explicó.

Aunque la agenda de recitales parece copar los estadios de las ciudades de la Argentina, la encuesta refleja que la mitad de la población no asiste y apenas un tercio lo tiene como consumo ocasional. En este fenómeno el factor económico es finalmente el gran determinante, identifica Riorda: “La primera variable de exclusión para muchos consumos es que sean económicamente accesibles. Es interesante que las plataformas de streaming desplazan gradualmente a la televisión, pero hay una previsión de mantenerse o incluso de merma del gasto de suscripción a ellas, más que de aumento. Lo mismo pasa con contenidos culturales como el cine o los recitales, donde son minorías las que asisten con regularidad”.

El politólogo diferencia que “han aumentado los recitales y hablamos de quienes asisten, pero no de quienes no pueden hacerlo”. En el caso de la frecuencia de recitales de música, por ejemplo, “del total de los encuestados, el 65% manifestó nunca o casi nunca, mientras que el 25% destacó ir algunas veces al año. Incluso, lo mismo sucede en relación a los museos, destacándose que el 67% no asiste nunca o casi nunca, mientras que el 23% reflejó ir algunas veces al año. El resultado es 1 de cada 4 personas en una sociedad de más de 50 millones de habitantes”.

“Doce millones de personas es un montón, pero 38 millones de personas que no asisten es muchísimo más. Sea por distancia o tiempo, pero sobre todo por costos, quienes no pueden asistir es una cifra apabullante, aunque celebremos los récords del estadio de River”, resume Riorda.

Con o sin mundial, Argentina es un país al que le gusta mirar deportes. El informe cristaliza la popularidad: 7 de cada 10 consume transmisiones deportivas y esta cifra no presenta “diferencias significativas por edad y tamaño de ciudades, sin embargo los varones miran más”, en palabras del citado informe.

Por otro lado, el estudio se detiene en la valoración que tiene la cultura. “Cuando decimos que la cultura tiene buena fama es porque todas las preguntas en torno a ella superan el 80% de conformidad. La ven como sinónimo de crecimiento personal, como herramienta para promover el diálogo y la convivencia en nuestra sociedad; porque cree que el consumo hace a un país mejor, porque es la mejor forma de recreación; porque los hábitos culturales te dan la posibilidad de introspección y reflexión personal; porque consumir cultura permite relajarse y evitar la ansiedad y la angustia”, describe Riorda.

“Con semejante valoración, es obvio que no hay una única comprensión de lo que pretenderíamos consensuar como cultura. Se desprenden nociones educativas, tanto como recreativas, hasta dimensiones identitarias asociadas a miradas nacionalistas. No importa cuál sea la predominante, lo que sí importa es que lo cultural es un goce, una satisfacción y quizás, también esté atravesado por tradiciones históricas de una sociedad que aspira a un estándar de educación comparativamente significativo, así como también a la posibilidad del uso del tiempo libre como situación pospandémica”, resume.

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