Una artista con talento siempre tiene chances, pero si además de talento tiene un mundo propio para ofrecer y compartir, buscando borrar los bordes de lo que supuestamente tiene para mostrar a primera vista, las chances no tienen límites. Silvina Moreno, una joven cantautora nacida en Buenos Aires en 1987 que a pesar de sus poco más de 30 años cuenta con una larga carrera, presenta por estos días su quinto disco titulado Selva. Ella, claramente, pertenece al segundo grupo: al de las y los artistas con un mundo propio, diferente, profuso, poético y musical en el que confía ciegamente, con sus singularidades, y con un gran histrionismo que quizás alguna vez, incluso, la acerque a la actuación.
Selva, hoy disponible en físico y en todas las plataformas, se fue conociendo de a poco. Hace un par de semanas fue el tuno de “Cuando estemos solos”, apenas antes de la salida del álbum completo. Se trata de una canción muy en diálogo con la lógica de todo el material cuyo video fue grabado íntegramente en Río de Janeiro, con la noche carioca como telón de fondo. Y, como también lo confirman los cortes anteriores, Moreno es una artista que corre ciertos riesgos al apostar por la diversidad y la potencialidad de un formato de canción que, más allá de los géneros, encuentra otros ámbitos de resonancia en el resto de Latinoamérica sin tener que recurrir a muchos de los lugares comunes de un presente atravesado por la escena de la música urbana.
Silvina comparte además un público con artistas como Jorge Drexler, Julieta Venegas, Natalia Lafourcade o el mismísimo Ed Sheeran, de quien abrió su show en Buenos Aires, en 2019, entre muchos otros. A los 20, en 2007, se fue a vivir a Estados Unidos donde, por cuatro años, estudió música en Berklee College of Music de Boston, la escuela de música más grande e importante del mundo, donde además estudió canto y composición de canciones y conoció cómo funciona la industria de la música y la producción discográfica, porque ése era su objetivo.
Al final de ese recorrido, estuvo un año viviendo en Nueva York donde grabó su álbum debut, Mañana, editado en 2011, con el que volvió al país, y al que le siguieron Real (2015), Sofá (2017), Herminia (2019) y el flamante Selva (2022).
Selva contó con la producción del puertorriqueño Eduardo Cabra (Visitante de Calle 13) y el mexicano Raúl Sotomayor además de una serie de valiosas participaciones que implican otros destinos latinoamericanos. Y más allá de su reciente presentación porteña en Niceto Club, la artista espera visitar con su nuevo disco otras ciudades del país y Rosario integra esa lista para los primeros meses del año que está por comenzar.
Creación triangulada
“Este es un disco hecho a partir de un triángulo entre Argentina, Puerto Rico y México a través de zoom, en pandemia, dado que arrancamos en el 2020. Pero además porque Eduardo (Cabra) está hace tiempo trabajando de manera remota y ya habíamos trabajado juntos en mi tercer disco; creo que me animé a eso porque ya nos conocíamos, tengo mucha confianza en su criterio, conoce muy bien mi proyecto musical pero obviamente es un desafío porque no estás en el estudio y en la toma de algunas decisiones: me mandaba una línea de guitarras preguntándome qué me parecía y yo estaba entrando a la farmacia (risas)”, contó la artista acerca del armado de este material que indaga en varios ritmos. “Busca texturas, busca mover instintivamente el cuerpo, y acompañar a la imaginación con melodías diferentes, que entran y salen de la luz y de la oscuridad”, sostienen acerca de material a modo de presentación.
Esa fusión de ritmos es lo que trasluce Selva, precisamente, esa profusión de colores, texturas y paisajes a los que remite el nombre de este material donde, en una primera escucha aparece la música pero luego las letras empiezan a ocupar un lugar importante, esencial. “Esa es una marca en este disco, la música latinoamericana, porque además de cumbia tiene bachata, afro o bosa brasileño; yo quería un disco bailable y creo que lo conseguimos. Ya pasé mis treinta y empezó a circular una pregunta: de qué se trata esto, quién soy yo como artista, que es una pregunta que va más allá de ser una buena cantante y recorrer los escenarios, que tiene que ver con qué quiero contar, cuál es mi mensaje con la música”, planteó Moreno.
Lo autobiográfico
Respecto de esos recorrido propios que se vuelven canciones, Moreno destacó: “Me interesan los artistas que, cuando escucho su música, me hacen sentir menos sola, artistas que me hacen buena compañía, encontrar cosas en las canciones que también me pasan a mí; es ese dolor que yo también lo sentí y por eso lo entiendo. En mis canciones busco hablarle a otras personas para que se sientan menos solas; siento que esa es un poco mi misión”.
Y profundizó: “En las canciones aparecen cosas propias, todo sigue siendo muy autobiográfico; no me sale escribir de algo que no me pasó. En mi adolescencia, por más que no se aparezca tanto en mi música porque no me dediqué a ese estilo, yo escuche mucho Pink Floyd; la sensibilidad de Roger Waters, de sus letras y eso crudo, está. Mi madre escribe poesía y cuando yo era chica ella ponía Pink Floyd al palo; yo la incorporé en este disco: mi madre es tucumana, se le nota la «erre» cuando habla; ella es la que aparece en «Selva» que también es unos de los tracks; fue hermoso inmortalizar su voz en este material”.
Uno de los primeros cortes que se conoció de Selva fue “Ley de atracción”, que habla de hacer foco en uno mismo para atraer a las y los demás, algo que, incluso excede a lo romántico. Pero hay mucho más. Selva cuenta con colaboraciones como la de la artista mexicana Ximena Sariñana en “Pedestal”, la guitarrista y productora argentina Lucy Patané en “Selva” y la cantautora costarricense Debi Nova en “Celebro”, en una lista de diez cortes donde también aparecen “Cuando estemos solos”, “Cielo negro”, “Tierra”, “Pronto”, “Mensajera” y “Por qué”.
La producción de maquetas o ideas que propone Moreno siempre sobrepasa lo grabado. Tanto es así que en el proceso de Selva quedó afuera una cantidad enorme de canciones que quizás en algún momento encuentren su tiempo en otros recorridos. “La selección de canciones es un proceso complejo y clave para un disco; para éste compuse más de cien ideas de potenciales canciones; quizás no mostraría la mitad porque sólo son prueba y error, pero las iba subiendo a un Dropbox y de ahí fuimos eligiendo, reduciendo el número a partir de esta idea del ritmo, de lo bailable; de todos modos, quedaron en el disco un par de baladas. Fue una selección que fuimos haciendo con Eduardo y con la gente de Sony, donde hay un gran equipo y ya hace años que trabajamos juntos. Por ejemplo: está «Pedestal», que no estaba en esa primera línea, pero sobre la que Sony insistió para que quede. Hoy es la canción que cuenta con la participación de la mexicana Ximena Sariñana que apenas se la mandé, le encantó. Es un proceso largo pero no hay que perder de vista que un disco es la fotografía de un momento. Por eso, más allá de la búsqueda de la perfección, me empecé a guiar mucho más por la intuición, porque es lo que es ahora, quizás dentro de un año me parezca otra cosa, de todos modos, dentro de un año no voy a estar escuchando este disco, voy a estar trabajando en otra cosa, más allá de que quizás lo esté tocando en vivo. Y además, en mi cabeza, este disco ya tiene unos tres años aunque aparezca recién ahora”.
Visual, hasta la música
Respecto de ciertos emergentes de la música que surgen de las redes sociales y/o los realities, frente a esos caminos recorridos desde abajo que en definitiva son los que buscan consolidar una carrera, al mismo tiempo sin dejar de lado esas mismas redes porque hoy son una indiscutida vidriera, la artista reflexionó: “Yo empecé mi carrera hace diez años y tengo cinco discos editados; fue un camino largo y al mismo tiempo siento que recién arranco, porque hay mucha gente que aún no me conoce y estoy en esta etapa de seguir llevando mi música a todos lados. Frente a todo esto, si entro a Instagram y me pongo a pensar en cuántos seguidores tengo o en cuántos debería tener, pierdo, porque es un juego en el que termino debilitando mi seguridad”.
Y cerró: “Yo creo que la respuesta, el sostén de todo, es el trabajo; son diez años de trabajo real y concreto, incluso los puedo tener en la mano porque son cinco discos físicos con los que me paro en un lugar en el que me siento segura más allá de cuántos seguidores tenga, y por otro lado es fundamental la gente con la que me rodeo, el equipo que está y acompaña. Pero sobre todo la familia y las y los amigos que son los que te recuerdan quién sos y esa gente que te abraza cuando terminás un show y te agradece las canciones: esa que le cambió la vida, esa que los ayudó en un momento muy difícil o esa otra que le recuerda a alguien el parto de su hija; eso le devuelve el sentido a todo lo que hago, todo lo demás es distracción, es algo propio de la era de la inmediatez. De todos modos, y más allá de que me llevó su tiempo, hoy todo entra por los ojos, hoy todo es visual aunque sea música”.