No suele ser novedad que triunfe un equipo construido para ganar. En un ambiente tan jodido como suele ser el básquet de Rosario, el ruido estaría en la derrota y no en la victoria. Casi que el éxito debe estar configurado por definición, como si presupuesto, antecedentes o jerarquía fueran garantía de algo.
En este contexto de presunta obligación, Gimnasia cumplió con la lógica que marca que el mejor plantel de la Superliga debía quedarse con el título y lo hizo con un sprint final formidable en un certamen que había comenzado con irregularidad merced a la doble competencia, pero que se hizo fuerte llamativamente en el momento más difícil del año para coronarse con el 3 a 1 ante Caova.
Es que para entender a este Gimnasia campeón hay que comprender lo bueno y lo malo, hay que comprender sus etapas de alegría desbordante, profunda impotencia, bronca galopante y unión absoluta, un proceso que llevó desde la conformación del equipo por Mariano Junco y Mariano Saenz hasta este cierre con redes cortadas, deslizamiento en el parqué y vuelta olímpica, pero pasando por el punto de quiebre que significaron las elecciones en el club y la determinación de un cambio de mirada para el básquet, lo que desembocó en el desmembramiento casi total del plantel, que por estas horas ya escucha ofertas para cambiar de rumbo.
Pero cuando las decisiones son cosa de otros no se puede más que acatar y elegir salir o quedarse a luchar, aunque más no sea por un puñado de ideas, por amor u agradecimiento. Y este plantel de Gimnasia decidió luchar, se rebeló ante la decepción y la frustración de no comprender por qué se cortaba un proyecto importante y serio, y se juró salir campeón.
Por eso el abrazo enorme de Iñaki con su papá en el rectángulo una vez que los festejos de acallaron, por eso las palabras reflexivas de cuerpo técnico y jugadores en cada nota, porque a la alegría absoluta la acompaña una sensación de injusticia por lo que podría haber sido.
El partido
Era el día, era la hora. Gimnasia no iba a dejar pasar otra oportunidad de ser campeón. No le iba a dar chances a Caova de buscar la hazaña en casa en un quinto juego.
Los de Junco leyeron las intenciones del Funebrero con quinteto alto y Rojas posteado, generaron una defensa potente cerca del aro y encontraron recuperaciones desde las que gestar contras. De los espacios nacieron los triples, y allí la diferencia con Yanson, Evangelista y Ettorre.
Entonces Caova retornó al plan original y se bancó la defensa mano a mano con Pereira y Rojas en cancha como perímetro con lo que se mantuvo expectante.
El vaivén de la diferencia tuvo su pico en el tercer cuarto, cuando el local llegó a sacar 15 con la apuesta a la larga distancia y una ráfaga de Evangelista, pero Caova volvió al juego con su defensa zonal y un par de recuperaciones que le dieron la chance de creer gracias al goleo de Pereira y Cordero.
Pero todas las ganas de Gnass y compañía chocaron con la determinación de Yanson, Ettorre y los suyos para cerrar la historia, terminar la serie y con ella un ciclo, un ciclo exitoso que se mantuvo en el tiempo con seriedad y respeto consiguiendo los objetivos locales y nacionales, un ciclo que se despide campeón y con la sensación de que apuntaba para mucho más, pero que simplemente no dejaron crecer.
SÍNTESIS
GIMNASIA 90: Lautaro Suárez 3, Augusto Capra 7, Alejandro Ettorre 25, Maximiliano Yanson 28, Juan Pablo Evangelista 17 (fi), Agustín Chiana 3, Andrés Meinero 7, Iñaki Saenz 0, Lucio Beltramino 0, Ramiro Iglesias 0, Jeremías Minzer, Felipe Carasatorre 0. DT: Mariano Junco.
CAOVA 77: Santiago Cordero 14, Pablo Prat 9, Gastón Rojas 10, Franco Correa 4, Pablo Maggi 13 (fi), Sebastián Pereira 21, Guido Rodríguez 1, Lucas de la Vega 0, Santiago Cinel 5, Lautaro Moreno 0, Joaquín Fernández, Sebastián Rovera. DT: Néstor Gnass.
ESTADIO: Gimnasia
ÁRBITROS: Bosio, Colman y Alaines
PARCIALES: 22/14, 43/35 y 65/52