El lunes 19 de diciembre, a las 19, en la Terraza de la Cúpula de la Sala Lavardén (Mendoza 1085), tendrá lugar la presentación de la tercera edición de Fito Páez (una biografía). La vida después de la vida, el libro escrito por el periodista y productor musical Horacio Vargas. Durante el evento acompañarán al autor la vicegobernadora santafesina Alejandra Rodenas; el ministro de Cultura provincial Jorge Llonch, y el periodista Pedro Squillaci. El libro sobre el músico rosarino de reconocimiento mundial abarca desde su vida en Rosario hasta el lanzamiento, en 1994, del exitoso disco Circo Beat.
Sobre esta biografía, y sobre el género, el autor señaló: “El género biográfico requiere de sus propias convenciones: la primera, que en la vida del personaje se haya producido una modificación, porque sin modificación no habría relato. Y lo que narra cualquier biografía es, precisamente, esa modificación”. En sus dos ediciones anteriores La vida después de la vida tuvo muchísimos lectores y lectoras porque graficaba acertadamente algunas de las etapas del cantautor rosarino. También resultó una fuente de consulta muy apreciada para investigadores y periodistas especializados. La presente edición, aparecida a casi treinta años de su lanzamiento, fue corregida y ampliada, componiendo nuevas imágenes y situaciones del gran músico. A continuación se reproduce un fragmento de esta tercera edición –editada por Homo Sapiens– de La vida después de la vida, una verdadera convocatoria para conocer aspectos de un músico extraordinario para quienes todavía no la leyeron.
Muerte a la muerte
Octubre de 1986. Fito le regala un radiograbador a su abuela Zulema por el Día de la Madre y en los primeros días de noviembre parte a Río de Janeiro a tocar con su banda junto a Os Paralamas do Sucesso –cuyo líder, Herbert Vianna, con el tiempo establecería una fuerte relación con Páez, al punto de grabar juntos–, en una carpa de circo para reforzar la difusión que había alcanzado el maxi con la versión brasileña de “La rumba del piano”, cantada a dúo con Caetano Veloso, uno de los compositores latinoamericanos más importantes e influyente también en la vida del rosarino. En el primer show en Brasil, Fito invitó a subir a tocar a Charly García. Todo estuvo bien hasta la mañana siguiente, cuando la recepcionista del hotel donde paraba la banda recibió una comunicación desde Rosario. A la casona de las abuelas de Páez entró mucha gente, como los hermanos Walter y Carlos Di Giusti. El crimen se instaló el mediodía del 7 de noviembre de 1986 como un tornado que arrasa todo lo que encuentra en su camino. Las chicas de 80 años, que criaron al chico después de la muerte de su mamá a los ocho meses, fueron gentiles con los visitantes porque eran conocidos de ellas desde aquel día que fueron a realizar un trabajo de iluminación que derivó en una discusión por los honorarios que querían cobrar, y también de Fito, quien se sobresaltaba cuando descubría a Walter en la vereda observándolo cuando ensayaba con la ventana abierta a la calle. La abuela Delia Zulema Ramírez viuda de Páez tenía 76 años y Josefa Páez, la tía abuela, 80. Fermina Godoy, de 33, embarazada de seis meses, la tercera mujer que estaba en la casa, había sido contratada hacía un tiempo como empleada doméstica. Como casi todos los días, Ernesto Gauna, trabajador de una empresa de residuos, llegó desde el barrio Empalme Graneros a buscar a su esposa Fermina. Llegó a horario, pero a pesar de los insistentes llamados a la puerta, nadie se acercó a abrir. La situación lo inquietó cuando giró la manija de ingreso y la puerta se abrió. Se tranquilizó al pensar que se trataba de un olvido momentáneo de las ancianas. El hombre recorrió el zaguán y al internarse en el interior de la casa se encontró con un cuadro de horror. El cuerpo de Fermina estaba echado de espaldas sobre una cama de dos plazas, ensangrentado, con signos de haber sido apuñalado, en una de sus manos la víctima tenía sujeto un trapo rejilla que se utiliza para la limpieza. Doña Zulema estaba echada en su cama, la muerte la sorprendió con una bala en la cabeza. El asesinó no dudó en colocarle una almohada en la cara antes de dispararle. Josefa estaba tirada en el pasillo de entrada de la casa con marcas de arma blanca en el cuello. Treinta y nueve puñaladas anotó en su informe el forense. Un olor penetrante invadió las habitaciones de la casatumba. La ambigüedad del panteón, los que quedaron en el camino o pueden caer cualquier noche. Fito se volvió un perro rabioso ladrándole a la luna. Por eso escribió o vomitó, con furia, “dicen que ya no soy yo / que estoy más loco que ayer / y matan a pobres corazones”.
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El primero en enterarse en Rio de Janeiro del asesinato de las abuelas fue Fabián Gallardo, quien no solo las conocía desde hacía tiempo sino que también tenía una relación muy cariñosa con ellas. Estaba en el lobby del hotel, cuando recibió un llamado telefónico desde Rosario. Era Gabriela Brochier, la mujer de Tuti Branchesi. Fabián apenas si la conocía, por lo que se sorprendió de tenerla del otro lado de la línea. Cuando la joven le contó la tragedia, Gallardo no podía creerlo y pidió precisiones. Recibió las mínimas; las viejas estaban muertas. Tomó el ascensor y se dirigió hasta la habitación que compartía con el “Tuerto” Wirtz. Después de contarle lo ocurrido en Rosario, ambos acordaron en que había que decírselo a Páez y fueron acompañados por los hermanos Llonch. Cuando golpearon la puerta de la habitación, se encontraron con una escena que no era la mejor. Fito estaba hablando por teléfono con el director de EMI, Jorge Portunato, quien sin demasiados reparos le alertó que lo peor ya había sucedido. Fito lo tomó con incredulidad, pero cuando dejó de contenerse explotó en un gran llanto, recostado en la cama. Solo repetía una letanía: “No puede ser… no puede ser…”. Y la emprendió contra la habitación mientras se preguntaba quién era el hijo de puta que había matado a dos viejitas indefensas. Al reponerse, optó por lograr un contacto urgente con el gobernador de Santa Fe, José María Vernet, para reclamar ayuda, información, un cable a tierra. Pero la llamada no fue pasada a la oficina privada del gobernador en la Casa de Gobierno y Fito quedó esperando en vano la comunicación. La noticia ya había corrido de boca en boca y la habitación donde se alojaba el músico fue invadida por los compañeros de la banda, por Charly García y su esposa Zoca, y el manager de Fito, Fernando Moya, quien, obviamente, debió suspender la segunda actuación del grupo. “Le hicimos compañía toda la noche, le fuimos a comprar torta y fue una mano acariciarlo hasta que se durmió”, recordó García con calidez. “Fito lloraba muchísimo y nosotros estábamos ahí para contenerlo, sin agobiarlo, fue un momento horrible. No hace falta imaginárselo. Fuimos de una situación horrible, única”, remarcó Gallardo. Y cuenta un episodio posterior. Se estaba por casar y Fito iba a ser testigo. Le dijo que no hacía falta, que se olvidara de su deseo. Pero Fito, cuando volvió al país, estampó su firma en el Registro Civil de Rosario en nombre de su amigo Fabián, con el que tomaba la leche en la casa de calle Balcarce preparada por las abuelas mientras intentaban sacar algunos temas. El martes siguiente, Fito ya estaba en Rosario, de regreso de Brasil, junto a su manager y su abogado Alberto Stefanolo. Durante tres horas estuvo charlando con el comisario de la seccional tercera, Antonio Sacavino, a cargo de la investigación. La crónica de <La Capital< dio cuenta de que “el artista vestía una campera negra, remera de igual color, pantalón jean, zapatillas y gafas también oscuras. Todo el atuendo hacía resaltar aún más su extrema delgadez. Se mostró muy inquieto, aunque cuando dialogó con los hombres de prensa lo hizo con serenidad”. Los policías salieron del despacho principal y enfrentaron a los periodistas con frases sueltas y previsibles. Las investigaciones se hallan bien encaminadas; el crimen se va a esclarecer rápidamente, se escuchó monótona la explicación. Fito esperó a los periodistas sentado en el despacho del comisario y el diálogo fue breve pero tenso:
—¿Qué piensa del triple crimen?— preguntó un periodista.
—El mundo está mal hecho y aquí no hay ningún culpable. Hoy me toca a mí; hace cinco años, a Lennon… Lo que me pasó es algo macabro, por el problema que vivo, cualquier cosa que diga sería apresurada —contestó, haciendo hincapié en una comparación que causó sorpresas entre los cronistas.
—Fito, ¿algún mensaje para la juventud?
—No tengo ningún mensaje. En este momento estoy confundido y desamparado. Mataron a mi gran amor, mi abuela.
El periodista de Canal 3, Hugo Mario Melo, le preguntó si era verdad que la policía había encontrado picadura de marihuana en un cajón de la casa de Balcarce. Fito lo miró con rabia, desmintió la versión publicada en la sección policiales de los diarios y dio por terminado el encuentro.