Search

El rosarino Marcelo Di Mónaco lleva el boxeo en las venas

El entrenador es de los que nunca pelearon pero tienen muchísimo por enseñar: trabajó junto a grandes campeones y logró dos títulos argentinos y un latino OMB. “El boxeo es mi pasión y tuve la suerte de conocer buenas personas que me enseñaron el camino”, aseguró

Rosario tiene una rica historia de entrenadores y entre ellos figura Marcelo Di Mónaco, un laburante, como la mayoría en el ambiente pugilístico. Su vida la comparte con dos profesiones: la de panadero para subsistir y la de técnico de boxeo por pasión, con la que se esfuerza cotidianamente para dejar su huella en la ciudad.

Sus comienzos en el deporte lo realizó de la mano del entusiasta ex boxeador y técnico Oscar “Cacho” Coria, y también acompañó a Rubén Riani, Octavio Escauriza, Charly Alanis, “Látigo” Goggi, el “Cutti” Barrera y al exitoso Matías Erbin, preparador físico que llegó a las grandes ligas entrenando a Sebastián “Airon” Lujan, Lucas Mathisse y Brian Castaño, entre otros. Así fue que la pasión del profe Di Mónaco fue forjándose paso a paso y en ese derrotero atendió a decenas de boxeadores de diferentes puntos del país.

En su carrera, aún activa, logró un título argentino con el reconocido boxeador Sebastián “Airon” Luján y sumó otro título argentino y latino OMB con Pablo “Bad Boy” Barboza, fue parte del equipo de entrenamiento del ex campeón del mundo Lucas Mathisse, de la ex campeona del mundo Alejandra “Locomotora” Oliveras y compartió el rincón con el ex campeón mundial “Látigo” Coggi. Toda una carrera prestigiosa para la ciudad y con un sueño intacto: forjar la escuela pugilística rosarina.

“El boxeo es mi pasión desde joven y tuve la suerte de conocer buenas personas que me enseñaron el camino a seguir en este hermoso deporte. Esta actividad, cuando se te hace carne, no sale más de tus venas y te acompaña hasta los últimos días. Es importante adquirir un carácter especial para estar en el rincón de un competidor, ya que el desafío es grande y a veces no sale como lo esperamos. El boxeador, aparte de practicar, tiene una vida, un trabajo y una familia, por eso hay que ser muy responsable en la salud del pugilista porque no sirve de nada hacerlo lastimar innecesariamente, ya que es un deporte que tiene sus riesgos. El pupilo debe estar preparado psicológicamente y físicamente, es nuestra responsabilidad que llegue a punto en cada combate”, opinó Di Mónaco.

Y enseguida agregó: “El púgil es un ser humano que puede enfermarse, tener conflictos sentimentales, no dar el peso o llegar agotado del trabajo. Todo eso hay que tenerlo en cuenta y como entrenador buscarle la vuelta para que las cosas salgan lo mejor posible, porque como dije, no es fácil. Hay competidores que pueden entrenar dos o tres turnos y otros solo uno porque la jornada laboral no se lo permite. Es un sacrificio que respeto mucho y admiro. Pero no solo es duro para el boxeador: a veces las cosas no salen como se planearon, esto es boxeo, todo puede pasar, una mano inesperada, un corte tras un choque de cabezas, la aparición de una vieja lesión y como rincón debemos tener la capacidad de ayudar al boxeador a resolver una situación que él a veces no ve y si las cosas no van bien hay que cuidar al humano y arrojar la toalla”.

“No todo es ganar”, insistió Di Mónaco, quien profundizó: “Aquí no se juega. Existe también otra mirada y es que cuando el pugilista gana todo es lindo, pero cuando pierde o no da el peso en la balanza todas las miradas van hacia el entrenador. Son ‘golpes’ que no podemos esquivar y hay que continuar trabajando”.

Una postura que se repite

Algunos sectores del ambiente persisten con una discusión sin sentido y tras ello se formula la pregunta: ¿Es esencial haber sido boxeador para ser un entrenador exitoso? No: todo lo contrario. Porque no se necesita haber sido boxeador para poder enseñar, eso es un mito, pero tampoco se debe ser un improvisado y deben adquirirse conocimientos técnicos, estratégicos y pedagógicos en el arte de trasmitir conocimientos, porque convengamos que ningún profesor se forma de la noche a la mañana.

Hay ejemplos como Ángelo Dundee (que boxeó muy poco y ni hay datos), “Tito” Lecture (no peleó nunca), el rosarino Adolfo Schiavone (no hay datos oficiales como boxeador) o Alejandro Ammi (menos porque era ciego de un ojo) y sin embargo todos fueron exitosos entrenadores. Cus D’Amato, el entrenador de Mike Tyson, tampoco boxeó y si lo ha hecho no ha tenido gran repercusión.

Son muy pocos los boxeadores que lograron ser exitosos como mánager, porque son carreras y capacidades diferentes. La pregunta, entonces, sería al revés: ¿Cuántos boxeadores exitosos han llegado a ser técnicos importantes? En Rosario se pueden brindar algunos nombres más: Oscar Nardi, (considerado el mejor entrenador local) y Juan Umberto Natale, ya que ambos solo fueron novicios. Sin embargo no solo forjaron a una gran camada de boxeadores exitosos a nivel nacional e internacional, sino que además construyeron grandes entrenadores.

En la lista también se encuentran Aureliano Blanco del Ñarò Boxing Club (nunca boxeó), “El Petizo” Travaglini del Rosarino Boxing Club (tampoco subió a un ring a combatir) pero dirigió exitosamente al ex campeón argentino Rubén Riani, quien venció a Víctor Echegaray, púgil rankeado mundialmente y acreedor de varias chances ecuménicas en su carrera.

Carlos Irusta: palabra calificada

En una charla telefónica con Carlos Irusta, el especialista en boxeo manifestó: “Sacarle crédito a los entrenadores que no han boxeado o lo han hecho poco es una discusión tan tonta como decir que el que nunca se puso un guante de boxeo no puede ser comentarista. Uno pudo haber hecho 200 peleas y no saber escribir una línea o no saber leer una pelea. Lo mismo ocurre en la carrera pugilística. Podemos darle una mirada humorística, como por ejemplo: que para dirigir una película debes haber sido un muy buen actor y haber trabajado en muchas películas para poder ser exitoso”.

“Es ridículo”, sentenció Irusta, quien agregó: “La lista en realidad es un poco al revés, porque son más los mánager exitosos que no boxearon o lo hicieron muy poco que los que subieron al ring a intercambiar golpes o hasta los que han logrado llegar a la cúspide los menos exitosos, salvo algunas excepciones”.

Marcelo Di Mónaco, el protagonista de esta historia, es uno de esos entrenadores que nunca boxeó, pero incursionó favorablemente en el arte de la pedagogía pugilística, ya que sabe y se esfuerza por mantener con vida a este noble deporte en Rosario.

10