Por Agustina Ramos
El ambiente swinger en el país, que moviliza a unas 5.000 parejas cada fin de semana en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, busca mostrarse cada vez «más visible» y derribar «mitos» sobre el movimiento que causó «asombro» por lo «abiertos» y «cero vueltas» de los argentinos a los turistas que arribaron recientemente al puerto de Buenos Aires en un crucero swinger.
«Cuatro parejas mexicanas del crucero se pusieron en contacto por medio de mi Instagram preguntándome dónde podían salir a la noche y los invité a Star New. Entre los puertos que tocaron les asombró y gustó la movida argentina. Somos más abiertos. Nos dicen ‘vamos’ y vamos, cero vueltas», dijo a Télam Germán Magallán, que lleva 25 años dentro de la cultura swinger.
El arribo a la Argentina el 6 de enero pasado de 1.128 turistas que podían practicar libremente el swingerismo a bordo del buque Azamara Pursuit sorprendió más a ajenos a la comunidad que a sus habitués, quienes aseguraron que no se trató del «primer» crucero swinger, mientras resaltaron la «larga data» de la historia del movimiento.
Con la llegada al país hace 50 años y un «boom» en la década de 1990, la escena swinger se desplegó la mayoría de las veces de forma «oculta» en quintas, clubes, boliches, albergues transitorios y casas, donde parejas y solas y solos se conocen y, si todo «va bien», mantienen relaciones sexuales «no convencionales» y consentidas.
Algunos de sus practicantes sostuvieron en diálogo con Télam que se trata de un forma de relacionarse sexualmente en la que hay reglas claras, donde prima el «no es no», «el cuidado del cuerpo ajeno y el propio» y que «no le hace mal a nadie» por lo que buscan visibilizarla y desestigmatizarla.
«Hasta antes de la pandemia éramos una comunidad muy cerrada, era muy difícil saber dónde nos juntábamos. Luego tuvimos un debate interno de si era necesario o no abrirse más. Hay una minoría, que nosotros llamamos los swinger ortodoxos, que piensan seguir como están. Pero también hay mucha gente que se quiere abrir», dijo Magallán.
Los primeros referentes de la cultura swinger en la Argentina fueron Daniel Bracamonte y Beatriz Musacchio, quienes siendo pareja crearon en 1996 la precursora revista «Entre Nosotros Swinger» y la página web entrenos.com.ar, desde donde difundieron activamente información sobre la comunidad, al tiempo que daban entrevistas a medios sobre la temática.
Actualmente, un grupo de swingers que busca seguir aquellos pasos creó una productora de contenidos audiovisuales y eventos de la comunidad llamada «Secretum» que cuenta con un canal de YouTube del mismo nombre que es «el primero en Latinoamérica en transmitir en vivo programación 100% swinger», indicó Magallán, uno de sus impulsores.
También esperan volver a presentar en marzo la documentación necesaria ante la Inspección General de Justicia (IGJ) para crear la Asociación Civil Swinger de la República Argentina, un proyecto que Bracamonte y Musacchio ya habían intentado pero fue rechazado en 2002 y 2003 por ese organismo y la Cámara Civil porteña por considerar que transgredía el «deber de fidelidad» entre esposos.
La razón de esta iniciativa es lograr una personalidad jurídica, ser reconocidos socialmente y aportar a la visibilización de un colectivo que en sus «bases» procura una sexualidad respetuosa y cuidada.
«La práctica del swinger es una de las más libres de violencias, más sana y más respetuosa que hay. Es un mundo donde se busca que las relaciones sexuales sean con respeto, consentimiento, privacidad, con un cuidado del cuerpo para sí y para el otro, siempre se usa protección, ya sea preservativo o campo de látex», explicó a Télam el educador, consultor sexual y antropólogo social Augusto Labella.
También advirtió que «no siempre sucede» ya que puede haber personas que «no conozcan o no entiendan los códigos», pero «los habitués» profesan estas reglas.
Adriana (53) y Daniel (41) migraron a la Argentina desde Venezuela en momentos diferentes de sus vidas, se conocieron dentro del ambiente swinger hace cuatro años y desde entonces comenzaron a ser pareja, mientras practican asiduamente esta forma de sexualidad.
«Lo que más nos ha aportado como pareja es la complicidad que sentimos con el otro. También la transparencia: nos contamos todo. Se siente mucha libertad», compartió Daniel con Télam.
En sintonía, Adriana sumó que «cualquiera de los dos puede dejar el celular con tranquilidad» porque «no sucede nada» si ven que el otro mantiene conversaciones con alguien, al tiempo que resaltaron que su relación es abierta sexualmente, pero no se comprometen emocionalmente con otras personas.
La mujer también reconoció que en ocasiones sintió celos, lo cual en un comienzo no lo compartía con su pareja porque le parecía «una pavada», pero con el tiempo empezó a «hablarlo más» y destacó la importancia de comunicarse.
Como recomendación, Adriana habló de «no imponerse». «Hay parejas que son convencionales y uno de los dos quiere ingresar en el swingerismo y el otro no. Ahí se presenta un conflicto. Yo creo que no debemos imponernos a la otra persona».
El swingerismo, que en un inicio implicó el intercambio de parejas para mantener relaciones sexuales, en la actualidad viró hacia prácticas «más amplias» que contemplan tríos, orgías y la posibilidad de que no solo la lleven adelante parejas, sino también personas que se encuentran solas o en otro tipo de vínculos.
Para Labella, «el movimiento swinger tiene que ir de alguna manera resignificándose o transgrediendo sus prácticas para los tiempos actuales en términos de la diversidad sexual».
«La forma de ver la sexualidad ha cambiado mucho. Tenemos Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), matrimonio igualitario, educación sexual integral. Eso garantiza un mayor desarrollo de la diversidad de género, de identidades y orientaciones y permite que la heteronormatividad -algo propio de la cultura ortodoxa swinger- se vea interpelada», dijo.
Además, apuntó contra el estigma hacia el movimiento: «Hay que respetar a aquellas personas y parejas que deciden tener prácticas alternativas, distintas a lo ‘normal’, que se alejan de lo heteronormativo y se animan y le encuentran placer a prácticas sexuales distintas sin molestar a nadie».
«Cuatro parejas mexicanas del crucero se pusieron en contacto por medio de mi Instagram preguntándome dónde podían salir a la noche y los invité a Star New. Entre los puertos que tocaron les asombró y gustó la movida argentina. Somos más abiertos. Nos dicen ‘vamos’ y vamos, cero vueltas», dijo a Télam Germán Magallán, que lleva 25 años dentro de la cultura swinger.
El arribo a la Argentina el 6 de enero pasado de 1.128 turistas que podían practicar libremente el swingerismo a bordo del buque Azamara Pursuit sorprendió más a ajenos a la comunidad que a sus habitués, quienes aseguraron que no se trató del «primer» crucero swinger, mientras resaltaron la «larga data» de la historia del movimiento.
Con la llegada al país hace 50 años y un «boom» en la década de 1990, la escena swinger se desplegó la mayoría de las veces de forma «oculta» en quintas, clubes, boliches, albergues transitorios y casas, donde parejas y solas y solos se conocen y, si todo «va bien», mantienen relaciones sexuales «no convencionales» y consentidas.
Algunos de sus practicantes sostuvieron en diálogo con Télam que se trata de un forma de relacionarse sexualmente en la que hay reglas claras, donde prima el «no es no», «el cuidado del cuerpo ajeno y el propio» y que «no le hace mal a nadie» por lo que buscan visibilizarla y desestigmatizarla.
«Hasta antes de la pandemia éramos una comunidad muy cerrada, era muy difícil saber dónde nos juntábamos. Luego tuvimos un debate interno de si era necesario o no abrirse más. Hay una minoría, que nosotros llamamos los swinger ortodoxos, que piensan seguir como están. Pero también hay mucha gente que se quiere abrir», dijo Magallán.
Los primeros referentes de la cultura swinger en la Argentina fueron Daniel Bracamonte y Beatriz Musacchio, quienes siendo pareja crearon en 1996 la precursora revista «Entre Nosotros Swinger» y la página web entrenos.com.ar, desde donde difundieron activamente información sobre la comunidad, al tiempo que daban entrevistas a medios sobre la temática.
Actualmente, un grupo de swingers que busca seguir aquellos pasos creó una productora de contenidos audiovisuales y eventos de la comunidad llamada «Secretum» que cuenta con un canal de YouTube del mismo nombre que es «el primero en Latinoamérica en transmitir en vivo programación 100% swinger», indicó Magallán, uno de sus impulsores.
También esperan volver a presentar en marzo la documentación necesaria ante la Inspección General de Justicia (IGJ) para crear la Asociación Civil Swinger de la República Argentina, un proyecto que Bracamonte y Musacchio ya habían intentado pero fue rechazado en 2002 y 2003 por ese organismo y la Cámara Civil porteña por considerar que transgredía el «deber de fidelidad» entre esposos.
La razón de esta iniciativa es lograr una personalidad jurídica, ser reconocidos socialmente y aportar a la visibilización de un colectivo que en sus «bases» procura una sexualidad respetuosa y cuidada.
«La práctica del swinger es una de las más libres de violencias, más sana y más respetuosa que hay. Es un mundo donde se busca que las relaciones sexuales sean con respeto, consentimiento, privacidad, con un cuidado del cuerpo para sí y para el otro, siempre se usa protección, ya sea preservativo o campo de látex», explicó a Télam el educador, consultor sexual y antropólogo social Augusto Labella.
También advirtió que «no siempre sucede» ya que puede haber personas que «no conozcan o no entiendan los códigos», pero «los habitués» profesan estas reglas.
Adriana (53) y Daniel (41) migraron a la Argentina desde Venezuela en momentos diferentes de sus vidas, se conocieron dentro del ambiente swinger hace cuatro años y desde entonces comenzaron a ser pareja, mientras practican asiduamente esta forma de sexualidad.
«Lo que más nos ha aportado como pareja es la complicidad que sentimos con el otro. También la transparencia: nos contamos todo. Se siente mucha libertad», compartió Daniel con Télam.
En sintonía, Adriana sumó que «cualquiera de los dos puede dejar el celular con tranquilidad» porque «no sucede nada» si ven que el otro mantiene conversaciones con alguien, al tiempo que resaltaron que su relación es abierta sexualmente, pero no se comprometen emocionalmente con otras personas.
La mujer también reconoció que en ocasiones sintió celos, lo cual en un comienzo no lo compartía con su pareja porque le parecía «una pavada», pero con el tiempo empezó a «hablarlo más» y destacó la importancia de comunicarse.
Como recomendación, Adriana habló de «no imponerse». «Hay parejas que son convencionales y uno de los dos quiere ingresar en el swingerismo y el otro no. Ahí se presenta un conflicto. Yo creo que no debemos imponernos a la otra persona».
El swingerismo, que en un inicio implicó el intercambio de parejas para mantener relaciones sexuales, en la actualidad viró hacia prácticas «más amplias» que contemplan tríos, orgías y la posibilidad de que no solo la lleven adelante parejas, sino también personas que se encuentran solas o en otro tipo de vínculos.
Para Labella, «el movimiento swinger tiene que ir de alguna manera resignificándose o transgrediendo sus prácticas para los tiempos actuales en términos de la diversidad sexual».
«La forma de ver la sexualidad ha cambiado mucho. Tenemos Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), matrimonio igualitario, educación sexual integral. Eso garantiza un mayor desarrollo de la diversidad de género, de identidades y orientaciones y permite que la heteronormatividad -algo propio de la cultura ortodoxa swinger- se vea interpelada», dijo.
Además, apuntó contra el estigma hacia el movimiento: «Hay que respetar a aquellas personas y parejas que deciden tener prácticas alternativas, distintas a lo ‘normal’, que se alejan de lo heteronormativo y se animan y le encuentran placer a prácticas sexuales distintas sin molestar a nadie».