Milagros Alonso (*)
Aumento de contaminantes en el agua, mayor riesgo de enfermedades infecciosas, disminución en la calidad del aire, resequedad en la piel y el pelo, son algunos de los impactos en la salud que puede producir la sequía histórica que afecta a más de la mitad del país y genera una «situación crítica» para los recursos hídricos, según especialistas consultados por Télam que advirtieron sobre los cambios en nuestro estilo de vida.
“En gran parte de Argentina hay un predominio casi absoluto de condiciones de sequía. Ni que hablar de la llanura pampeana que está entre los dos o tres años más secos de la historia”, señalo a Télam el subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua (INA), Juan Borús.
La superficie del territorio afectada por la sequía alcanzó a principio de enero casi un millón y medio de kilómetros cuadrados (1.364.749) equivalentes al 54,48 por ciento del área total, según un informe del Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa).
Esta sequía prolongada que atraviesa Argentina desde hace más de tres años se volvió histórica por la combinación de varios factores, como la persistencia del fenómeno de La Niña, que está asociado con el déficit de lluvias, o el calentamiento global que genera impactos sin precedentes y pone al recurso hídrico en “una situación crítica” con la bajante de ríos, aseguró Borús.
El impacto en la salud
Uno de los principales efectos en la salud es la dificultad para el abastecimiento de agua potable: “ni bien se declaró la bajante del río Paraná en marzo del 2020, la toma de agua de Puerto Iguazú quedó al aire, sin una gota de agua”, precisó el ingeniero.
Para mitigar el impacto se adaptaron las tomas, pero el hidrólogo advirtió que cuando se captan aguas muy bajas tienen una “mayor concentración de contaminantes y de sedimentos, con lo que toda la operación de potabilización para el consumo urbano se encarece tremendamente”.
Y agregó: “Durante el año pasado y a principios de este, algunas personas de ciudades como Corrientes o Puerto Bermejo (Chaco) veían que el agua tenía un color y un gusto distintos. Sin perder aptitud para el consumo, el agua no tenía la mejor de las calidades que habitualmente tiene”.
Para Borús, el problema más grave “es el acceso al agua para consumo en las poblaciones rurales pequeñas que están lejos de los grandes ríos y no cuentan con infraestructura más que la captación de aguas subterráneas que en actualidad presentan niveles muy bajos”.
La escasez de agua también aumenta el riesgo de enfermedades infecciosas que se transmiten más fácilmente cuando la higiene se ve comprometida, como pueden ser los brotes de diarrea.
Sobre las enfermedades transmitidas por vectores, Oscar Salomón, director del Instituto Nacional de Medicina Tropical, aseguró a Télam que en toda el área subtropical Argentina la sequía provocaría “la reducción de ciertas enfermedades porque disminuye la supervivencia de algunos insectos”.
Sin embargo, el investigador del Conicet aclaró que “hay vectores que se dispersan mejor en áreas secas, como algunas garrapatas, pero lo más crítico es qué hacen las personas durante la sequía”.
“Hay una situación de base donde una parte de la población empieza a tener desnutrición y entonces no está con tanta competencia inmunológica. Por otro lado, las personas conservan agua y eso puede generar pequeños reservorios alrededor de la casa que concentran vectores como roedores o el mosquito Aedes que transmite el dengue”, explicó a Télam Salomón.
A su vez, añadió que la sequía puede desencadenar “la migración de animales silvestres hacia zonas más urbanizadas”, como el caso de roedores, escorpiones y serpientes que causan accidentes o enfermedades al entrar en contacto con el ser humano.
Por otro lado, las condiciones secas, polvorientas y el humo de incendios forestales que suelen acompañar a las sequías pueden irritar el aparato respiratorio y agravar enfermedades crónicas como el asma.
“En un clima seco es más fácil que se aerosolicen las partículas, que queden más tiempo en suspensión. Por ejemplo, cuando el polen ya está asentado y hay viento se vuelve a aerosolizar”, indicó a Télam el médico Ledit Ardusso, profesor adjunto de Inmunología y Alergia en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
No obstante, Ardusso alertó que la situación más crítica se da con el humo de incendios, como el de las quemas intencionales de pastizales en las islas del Delta del Paraná.
Por la exposición al humo los síntomas más frecuentes son “picazón de ojos, lagrimeo, irritación ocular, nariz irritada, dolor de garganta y de cabeza”, sostuvo el especialista y explicó que “va mucho más allá porque tiene un impacto serio a largo plazo y sobre todo en niños que tienen su vía aérea y pulmones en desarrollo”.
Otro de los efectos de la sequía puede observarse en la piel: “Cuando en el ambiente no hay humedad, nosotros evaporamos más agua y la piel se seca”, apuntó a Télam el médico Marcelo Label, presidente de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).
Si bien las personas más afectadas son los adultos mayores, las niñas y niños, y quienes tienen una predisposición genética a las alergias, el dermatólogo marcó que toda la población puede llegar a notar picazón y escamas en su piel.
El pelo también es afectado porque “las proteínas que forman el tallo del pelo se van separando cuando no hay humedad adecuada y dan el aspecto de puntas abiertas o lo que llaman frizz”, indicó Label.
Pero la sequía no solo afecta a nuestro cuerpo, sino que también impacta sobre las actividades humanas, tal como sucede frente a la ciudad de Rosario, en la zona del Paraná Viejo, donde los isleños tienen problemas para llegar a sus propias casas por el bajo caudal de agua.
“La zona actualmente está en 30 centímetros de agua y las lagunas están secas”, dijo a Télam Rodolfo Martínez, vecino de Rosario e integrante de la Multisectorial Humedales.
“Hay mucha gente que tiene que dejar su embarcación lejos de sus casas y llevar todo a cuestas o en una carretilla”, agregó.
Estos cambios forzados junto con las pérdidas económicas son algunos ejemplos de cómo los fenómenos climáticos inducen al estrés, depresión y otros problemas de salud mental, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Frente a los múltiples impactos, los especialistas consultados por Télam coincidieron en la necesidad de adaptar los sistemas de servicios, abordar de raíz las causas del cambio climático, desarrollar políticas para prevenir los incendios intencionales y promover cambios en nuestra vida cotidiana.
“Cualquier persona del oeste argentino que viene a la región de la llanura pampeana y ve cómo dilapidamos el agua se agarra la cabeza”, graficó Borús y concluyó: “Estamos ante una oportunidad histórica para que recapacitemos y adquiramos hábitos culturales distintos”.
(*) Agencia Télam