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Una cuenta de Instagram recopila posibles plagios en la música y los somete a votación

Juan Manuel Varela es músico, vive en Uruguay y sube una polémica por semana a su perfil. Después de que se viralizara una de sus votaciones, involucrando a Fito Paéz, recibe pedidos para que haga más de Argentina, donde, según un especialista, no se registran juicios
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Un día de julio, Juan Manuel Varela se cansó de discutir con sus amigos sobre si los Kiss le habían robado una parte de la canción Nights in white satin (1967) a los Moody Blues para hacer A world without heroes (1981). A modo de juego, decidió postear un video en su Instagram con ambas canciones y la pregunta: ¿Plagio o casualidad? Consiguió menos de 100 me gusta y unos pocos comentarios, pero como le resultó divertido, empezó a publicar una polémica por semana, sumándole la posibilidad de votar. Hoy la cuenta de Varela recibe entre 50 y 100 seguidores nuevos por día. En parte, es gracias a un rosarino.

En octubre, Varela subió a votación si Fito Páez había plagiado a That girl (1982) de Stevie Wonder en su clásico Polaroid de locura ordinaria (1988). Hoy ese video tiene más de 20.000 me gusta y casi 3.000 comentarios, y contando. ¿El resultado de la encuesta? 77% dijo que hubo plagio. En diálogo con El Ciudadano, el creador de la cuenta viral admite que tiene material de sobra para lo que queda del año.

“Hay mucho por subir porque la música se repite. Mi intención no es faltarle el respeto a ningún músico involucrado en las votaciones”, dice Varela, oriundo del barrio Sur de Montevideo. Y completa: “Utilizo la palabra «plagio» porque es la que más se entiende. «Robo» es más violento. Quizás no haya intención de plagio. Por eso pregunto si es plagio o casualidad”. 

Según cuenta Varela, que también es músico, la mayoría de las canciones que sometió a votación las conoce porque son melodías que ha escuchado toda su vida. En ese recorrido aparecen desde Led Zeppelin, George Harrison, Deep Purple, Bob Marley, hasta las más recientes como Coldplay, The Flaming Lips y Lana del Rey.

Varela suele acompañar el video con información histórica y, en caso de que haya habido un juicio, cómo se resolvió. “Un caso brutal fue el plagio de Loca (2010) de Shakira que tomó la letra de un merengue llamado Loca con su tiguere. Perdió ese juicio y tuvieron que incluir a los músicos en los títulos de su canción”, explica. 

—¿Te llegan mensajes pidiendo que subas algún caso en particular?

–Sí, muchos, pero creo que, en particular en Argentina, proviene de odios casi políticos. Alguien en contra de Cerati, alguien en contra de Los Redondos, alguien en contra de alguien. Esta cuenta la hago porque me gusta la música, todo tipo de música.

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Juan Manuel Varela, el creador de la banda Varelman y la cuenta de Instagram.
Varelman

Varela es licenciado en Ciencia Política, trabaja en un grow shop, maneja la cuenta @v4relman y lidera Varelman, su último proyecto musical que mezcla distintos géneros en canciones con trasfondo social: el asesinato de un muralista nunca resuelto o la persecución de quienes cultivan cannabis, por ejemplo. Este año tocarán en Buenos Aires y grabarán un disco.

Plagios en la música de Argentina

Esteban Agatiello es músico y abogado especializado en derechos de autor. “Casi ningún país define el plagio en una ley, sino que surge por doctrina, es decir, alguna persona especializada lo sumó desde la academia. En su origen, la palabra se usaba para cuando una persona se quedaba con el esclavo de otro. Después comenzó a utilizarse como apropiarse o adjudicarse algo que no es propio”, dice a El Ciudadano

—¿Cuándo se considera un plagio musical?

—El plagio puede ser de letra o de melodía. Comprobar uno de letra es más sencillo y ocurre muy, pero muy poco. El de la melodía es un poco más común, pero no suelen llegar a juicios. Ningún músico quiere pisar los Tribunales. 

—¿Y quién define si hay plagio?

—Cuando surge una denuncia se llaman a peritos como los de cualquier juicio. En este caso, son peritos musicales, personas que generalmente se recibieron de la carrera de Composición y brindan su análisis. Lo primero que hacen es escribir las dos canciones en partitura. Y ahí ven si hubo intención.

Lo más habitual es que el autor y el músico lleguen a un acuerdo económico o agreguen el nombre de quien la hizo a los derechos de la música. Por ejemplo, los Rolling Stones entendieron que la canción de The Verve Bittersweet symphony (1997) tomaba parte de su clásico The last time (1965). Hubo un juicio largo y resolvieron incluir a Richards y Jagger en los derechos de la canción. En 2019, los Rolling Stones le cedieron la autoría al líder de The Verve.

Es importante resaltar que no se pueden plagiar los recursos habituales. Por ejemplo, buena parte de los tangos termina con las notas SOL – DO, pero no son originales. No pertenecen a nadie. Es parte del estilo. 

—¿Es habitual que haya juicios por plagio en Argentina?

—Hay realmente pocos plagios judicializados. Tampoco hay tantos reclamos. Quizás al oído no entrenado algunas canciones puedan parecer iguales, pero no significa que lo sean. Incluso hay quienes piensan que se puede plagiar el sonido –cómo está ecualizada o tocada una guitarra específica–, pero eso no existe en términos legales. 

Argentina está entre los países que mejor protege los derechos de autor, de intérprete y de productor fonográfico. Cada uno posee una institución que los cuida. Sadaic para los autores, la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI) y la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (Capif). Tenemos una legislación fuerte empezando por la ley 11.723 que se cumple gracias a estas instituciones. 

Sadaic le cobra a Spotify, YouTube, Netflix y demás plataformas. Argentina fue de los primeros países en hacerlo. Sin embargo, no se enseña mucho cómo es el funcionamiento de recibir regalías por los derechos de autor, intérprete y demás, por lo que muchas personas se vuelven en contra de estas instituciones. La música y sus derechos están en todos lados. Tenemos una mentalidad basada en la materialidad y podemos entender el robo de un celular, pero lo que no podemos tocar se nos vuelve difícil, aun cuando muchas personas viven de componer y tocar música por sus derechos. 

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