En defensa de la Patria de sus antepasados o por contrato profesional, varios fueron los argentinos que quisieron enrolarse en la Legión Internacional que combate en Ucrania contra las tropas rusas, pero apenas un puñado logró pasar el filtro del gobierno europeo y pudo incorporarse al frente de batalla.
El 27 de febrero de 2022, es decir tres días después de la invasión rusa, las autoridades de Kiev decidieron crear la Legión Internacional de Defensa Territorial de Ucrania y lanzaron la convocatoria en todo el mundo a través de su red de embajadas, incluida la sede diplomática en Buenos Aires.
«Cualquiera que quiera unirse a la defensa de la seguridad en Europa y el mundo puede venir y estar codo a codo con los ucranianos contra los invasores del siglo XXI», afirmó el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, al respecto.
Aquellos interesados en sumarse al frente de batalla debieron superar un exigente filtro, ya que las Fuerzas Armadas ucranianas aclararon que no tenían intenciones de entrenar a inexpertos: la búsqueda apuntaba a personas con alguna experiencia militar.
Una vez que eran aprobados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, los voluntarios debían ver la manera en que podían llegar hasta la frontera y allí ingresar al territorio en batalla.
Varios fueron los argentinos que pudieron sumarse a la Legión Internacional: las cifras rondan en cerca de una decena de connacionales.
El dato exacto se desconoce porque la embajada de Ucrania en la Argentina, al no contar con una Agregaduría Militar, deriva todo ese tema directamente a Kiev, desde donde se coordina ese grupo de combatientes de otros países: por esa razón no hay detalles sobre la cantidad de argentinos que se enrolaron como voluntarios, indicaron fuentes de la sede diplomática.
Sin embargo, algunos de ellos brindaron entrevistas a distintos medios y contaron sus historias.
Uno de ellos fue Pablo Czornobaj, vecino de la localidad bonaerense de Wilde, y de 43 años, quien se sumó a las tropas ucranianas impulsado por su vínculo con esa nación de Europa del Este: su abuelo paterno, Volodymyr Chornobay, llegó a la Argentina a comienzos de la década de 1920. Además, también conocía de cerca la vida militar, ya que su padre, Héctor, fue suboficial del Ejército argentino.
Otro de los argentinos que estuvo en el frente de batalla fue Germán Ferrero, de la misma edad que Czornobaj, pero con otras motivaciones: el cordobés, oriundo de San Francisco y ex soldado del Ejército, contó que se sumó al combate «por un ideal y para ayudar a la gente que realmente lo necesita».
En tanto, Isidro Lorenzo Kenig, vecino de Constitución y de 29 años, era reservista de las Fuerzas Armadas en la Argentina, por lo que la vocación militar ya formaba parte de su esencia. Tras superar el filtro de las autoridades ucranianas, logró conseguir el dinero necesario y se trasladó hacia la zona en conflicto.
Algunos otros argentinos en la Legión Internacional decidieron permanecer en el anonimato, a pesar de que aceptaron brindar entrevistas: únicamente aceptaron ser conocidos por sus nombres de guerra, «Pela», un ex integrante de Misiones de Paz oriundo del distrito santafesino de San Justo, y «Coca», un patagónico.
Sin demasiados detalles, más allá de contar que tenía 19 años, un joven argentino integrante de la Legión Internacional declaró que fue herido en una de sus piernas por una esquirla de una bomba rusa, aunque el hecho no derivó en ninguna consecuencia grave para su salud.
En cambio, una de las bajas más sensibles para el cuerpo de voluntarios fue la muerte de Taras Kuzmin: oriundo de Odessa, llegó a la Argentina en 2004 junto a su hermano menor, Nazar, y ambos se afincaron en la ciudad santacruceña de El Calafate. Con el estallido de la guerra, el mayor viajó el 17 de marzo hacia Europa y pocas semanas después lo hizo el más joven de los ucranianos.
A comienzos de noviembre pasado, Taras, conocido como «Comandante Argot» y definido como uno de los referentes del «Batallón de Hispanos», fue asesinado por un tanque ruso cuando estaba en su trinchera.