La particular historia del neuquino Matías Vidondo, ex campeón argentino y sudamericano de los pesados, es la de un joven osado y aventurero que no dudó en perseguir su sueño. Ilusionado con estudiar medicina, un día agarró la mochila y puso rumbo hacia Buenos Aires, aunque el desarraigo y la nostalgia de la vida familiar fue mucho esa vez. Claro que no tardó en volver a intentarlo y tras una breve pausa eligió Rosario como su nuevo destino, en lo que sería el principio de una larga y hermosa unión.
Vidondo recuerda con orgullo la ayuda de sus padres hasta que encontró trabajo y pudo sostenerse económicamente. Ya instalado en la Cuna de la Bandera, su gran afinidad por el boxeo empezó a crecer. “Al tiempo comencé a ir al gimnasio con un amigo, que me pagaba la cuota porque no tenía un mango”, recuerda Matías.
Y enseguida agregó: “Hacia algo de pesas y luego subía al entrepiso a pegarle a la bolsa. En uno de esos días entra Luis Vilagines, quien se convirtió en mi primer entrenador amateur y con quien estuve dos años. Al tiempo llega mi primera pelea contra Fernando Silva. Nunca voy a olvidarme de mi debut, la ansiedad y la emoción por haber ganado”.
“En mi carrera amateur integré el equipo de la selección nacional para competir en los Juegos Panamericanos de Trinidad y Tobago, pero en un entrenamiento me golpeé el pie con el borde de la puerta de las duchas y me fracturé un dedo, lo que me impidió viajar”, prosiguió Vidondo con su relato. Y rápidamente añadió: “Recuperado de esa lesión me convocan para el campeonato argentino, así que me fui a competir cruzándome en la final con Maximiliano Sosa: fue la única pelea amateur que perdí”.
“El parate por la fractura y el sistema olímpico de puntos, al que no estaba acostumbrado, me dificultaron”, se sinceró el neuquino, que rememoró: “El porteño me ganó tras su experiencia en esas competencias y no pude pasar la ronda de la FAB. Y luego de varias peleas amateur debuto como profesional con Juan José Márquez el 19 de marzo de 2010, venciéndolo por nockaut en el tercer asalto”.
El gran ascenso
De todas sus peleas profesionales, Vidondo considera como la más importante la del título del mundo en Estados Unidos ante Luis “The Real King Kong” Ortiz, aunque también destacó el combate con la Mole Moli, por el emblemático título argentino, y la defensa del mismo ante el ex campeón del mundo Marcelo “El Toro” Domínguez.
“Andaba muy bien y logré estar entre los 15 mejores pesados del mundo”, contó el patagónico, quien agregó: “Eso me abrió la posibilidad de disputar el cinturón vacante de los pesos pesados ante el cubano Víctor Ortiz. Me emocioné tanto que ni me importó con quien peleaba”.
“Estábamos a un mes del encuentro y debíamos prepararnos, pero no conseguíamos sparring para mi categoría, así que hicimos lo que pudimos: en Rosario me ayudó Arnaldo “El Pelado” Benítez, luego viajamos a Buenos Aires, donde colaboraron Facundo Giglione y “El Toro” Domínguez junto a Patricio Pito”, expresó Matías.
Y profundizó: “Así fue la preparación para la pelea por el título mundial de los pesados. Otra de las dificultades fue que no se daban las posibilidades de terminar un guanteo y continuar con el otro sparring porque vivían en diferentes lugares de Buenos Aires, así que se hizo lo que se pudo, sin apoyo de ninguna empresa grande ni del estado. Los únicos que lo hicieron fueron de la Casa de indumentaria Olimpia, a la cual siempre voy a estar agradecido”.
La estadía en Estados Unidos
Sobre uno de los momentos más felices de su carrera, el Matador relató: “Me hicieron sentir como un campeón. Nos estaban esperando en una camioneta y nos trasladaron a un hotel increíble. Ese mismo día hablamos con la organización del evento para ir a un gimnasio a entrenar en Manhattan junto a mi equipo: Ivan Protti era el entrenador y Luis Vilagines el preparador físico, aunque también me acompañaron por su cuenta el kinesiólogo Rodrigo Martínez y uno de mis hermanos”.
El lujo y la atención estuvieron siempre a la orden del día. “Estuve en un vestuario increíble, todo es diferente allá y estamos años luz de ser iguales, porque la mentalidad del promotor en la argentina es hacer solo plata y no invierten un mango en beneficio del deporte”, se lamentó Vidondo.
Y añadió: “Acá, en muchos casos, ni siquiera teníamos agua caliente para bañarnos después de la pelea. Allá me tocó el vestuario que utilizaban los jugadores de la NBA. Me trajeron agua, me obsequiaron un balde y una toalla para el rincón”.
“Al día de hoy recién tomo dimensión de donde estaba parado”, afirmó el Matador, quien soltó una carcajada al recordar la imagen del mismísimo presidente de Estados Unidos a pocos metros suyos. “Donald Trump estaba casi al lado mío. Yo me reía por lo que estaba viviendo allí, era increíble para mí”.
La pelea fue otra historia: “Víctor Ortiz es un gran boxeador: un tipo complicado, con muchísima experiencia y entrenamiento con sparrings de su categoría. Es muy veloz y me metió un zurdazo que me conmovió. La sentí y reboté contra las cuerdas. Tiré una mano pero logró alcanzarme con una contra: caí a la lona y el sueño terminó”.
Para Vidondo, el desenlace de su pelea con Ortiz podría haber sido muy distinto: “Tenemos un gran problema en nuestro país con la preparación y posibilidades. Son pocos los boxeadores que pueden rendir al máximo en la Argentina. Acá nadie te ayuda y vivir del boxeo es una quimera. Aquí los boxeadores no ganan para vivir de esto”.
Y da ejemplos: “Maravilla Martínez y el Chino Maidana debieron hacer su carrera afuera y sufrir el desarraigo. Acá los boxeadores que vas a conocer los vas a ver en los barrios, en el trabajo o en su casita, saliendo de trabajar y luego yendo a entrenar”.
El Club del Boxeo
Su último combate lo realizó ante Mariano Rubén Díaz Strunz y se adjudicó el título sudamericano. Ya retirado de la competencia, construye “El Club del Boxeo”. “Al no aparecer rivales para defender mis títulos opté por construir mi gimnasio”, sentenció Vidondo.
Y añadió: “Elegí el boxeo recreativo para también hacer esa experiencia de intercambio cultural con la gente que desconoce este ambiente. No todos los boxeadores venimos del mismo palo: a mí me tocó soportar vivir lejos de mi familia, no ver envejecer a mis viejos ni crecer a mis sobrinos”.
“A los que me dicen ‘pero vos no tuviste una infancia dura’ les respondo que es verdad y lo agradezco, pero tuve que aguantarme más de 20 años alejado de mis seres queridos para lograr lo que con tanto esfuerzo hoy tengo”, dijo Matías Vidondo, quien se guardó una reflexión para el final: “El único camino en el boxeo para tener oportunidades es entrenar y entrenar. Ser campeón lleva consigo un sacrificio muy grande, a veces alejarse de tus seres queridos y de tu país. Hay que encarar seriamente y estudiar también, porque si después de todo no llegas a ser campeón no te queda nada, no fuiste a la escuela, no sabes leer, no sabes escribir y podes quedar vulnerable”.
(*) Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.