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Frente a base Petrel, tripulación del rompehielos Irízar reivindicó soberanía argentina en Malvinas

Gran parte de los más de 300 militares, técnicos, científicos y familias que navegan aguas antárticas a bordo del rompehielos "Almirante Irízar" se reunió el último domingo en el puente de observación del buque para conmemorar el 41º aniversario de la gesta de las Islas Malvinas
Por Julio Mosle

Gran parte de los más de 300 militares, técnicos, científicos y familias que navegan aguas antárticas a bordo del rompehielos Almirante Irízar se reunió el último domingo en el puente de observación del buque para conmemorar el 41º aniversario de la gesta de las Islas Malvinas y el Día del Veterano y de los Caídos en ese conflicto, en una ceremonia que además homenajeó al especialista en navegación en hielo, quien tripulaba una de las unidades argentinas durante el conflicto.

La jornada había comenzado muy temprano para la tripulación del rompehielos fondeado frente a la base Petrel, la cual decidió aprovechar los primeros rayos de sol para comenzar la descarga se suministros en ese emplazamiento antártico, mientras que las familias que no pudieron desembarcar aún en base Esperanza aprovechaban para conocer distintos espacios del buque.

A las 10 de la mañana todos quienes no estuviesen afectados a las tareas logísticas o la operación del buque se reunieron en el puente de observación ubicado debajo del puente de mando, donde una formación rindió homenaje los participantes de la recuperación de las Islas Malvinas en 1982 y destacó la participación en esa gesta de Guillermo Palet, actual «Ice Master» o asesor en navegación en hielos del «Almirante Irízar».

Palet tiene 64 años y después de haber sido comandante de este rompehielos durante 2005 se retiró de la Armada Argentina en 2015; tras 19 campañas antárticas de experiencia hoy dirige los cursos obligatorios para los oficiales que desean navegar en aguas polares y embarca cada verano en el buque como asesor de navegación.

Los «michis» de la Guerra de Malvinas

Palet contó: «En la Armada a los guardiamarinas se les dice «michi», que es un apócope de la palabra inglesa ‘midshipman’, que se traduce como ‘los del medio del buque’, en referencia al lugar que ocupaban los más jóvenes entre la tripulación que se alojaba en la proa y los oficiales instalados en la popa».

Y agregó: «Un compañero mío dice que los de nuestra generación fuimos los «michis» de la guerra porque en 1982 estábamos recién egresados de la Escuela Naval, regresados de nuestro viaje en la Fragata Libertad y tomando nuestro primer destino operativo cuando recuperamos nuestras islas».

«Yo había sido enviado a la División de Corbetas para prestar servicio como ayudante secretario del comandante de División que era un capitán de Navío; en marzo de 1982 teníamos prevista una navegación con dos de las tres corbetas para ejercitarnos con uno de nuestros submarinos, y un día al regresar al puerto de Mar del Plata aparece el jefe de operaciones con una orden para ir a un punto de encuentro en el mar. Cuando estábamos llegando nos cambiaron esa ubicación por otra y al llegar recibimos un helicóptero que entregó un sobre sellado que contenía la orden de operaciones para ir hacia Malvinas», recordó.

El marino apuntó que «la fecha original para el desembarco era el 1 de abril pero el mal clima afectaba mucho al buque de transporte Cabo San Antonio, que trasladaba los vehículos y por eso llegamos el 2. La corbeta en la que yo estaba fue primera en entrar a la Bahía Groussac, dándole cobertura con nuestras armas al Cabo San Antonio para que lograse desplegar a la fuerza que embarcaba».

«El 2 de mayo, cuando los británicos hundieron el crucero General Belgrano, tres de mis compañeros más cercanos murieron en el naufragio, entonces en una escala en Puerto Belgrano cuando vi la fila de familiares en la oficina en la que la Armada les informaba si su ser querido había sobrevivido o no le escribí una carta para mi familia y antes de volver a embarcar se la dejé a un suboficial en tierra con el pedido de que si no me tocaba volver él se la lleve a mis padres, era una nota donde trataba de llevarles tranquilidad y que supiesen que estaba convencido de lo que estaba haciendo; cuando terminó la guerra me la devolvió y yo la encontré hace poco, la volví a leer para darme cuenta que seguía pensando lo mismo y la rompí en mil pedazos para disgusto de un amigo historiador», rememoró.

«Cuando yo era adolescente mi papá, que también era marino, tuvo que trasladarse por dos años a Inglaterra para supervisar la construcción del destructor Hércules, en 1975 me llamó el responsable del colegio al que yo asistía y sobre una gran mesa en su despacho estaban desplegados todos los mapas, planisferios y enciclopedias en los que se mencionaba a las Malvinas, y muy seriamente me preguntó «usted hizo esto?» señalando que en todos los lugares que estaba escrito Falklands Islands estaba prolijamente tachado con regla y debajo decía Islas Malvinas, y mi respuesta fue: «No, eso lo hicieron ustedes» y me tuve que dar vuelta para recibir tres azotes en las nalgas con una vara; siete años después cuando entraba en Malvinas con la corbeta en lo único en lo que pensaba era en la sorpresa que se iban a llevar los profesores y estudiantes de esa escuela que no tienen la más pálida idea de donde quedan esas islas cuando fuesen a buscar material a la biblioteca», comentó entre risas.

«Recuerdo ver navegar durante la guerra al Irízar pintado con la cruz roja y prestando servicio de hospital, pero yo ya había navegado hacia la Antártida en el rompehielos cuando estaba como cadete en la escuela naval y ahí recorriendo nuestras bases me enamoré del continente blanco y supe que iba a orientar mi carrera hacia acá», remarcó.

«Cada vez que podía hacía el pedido para venir y en 1985 con 26 años fui jefe de base Orcadas durante 13 meses y medio, para mí la Antártida es una forma especial de pensar que estoy haciendo Patria, el esfuerzo y el trabajo que hago acá creo que contribuye a los intereses nacionales y me hace sentir muy útil y gratificado por el propio esfuerzo», añadió.

«Desde 2009 soy director del curso de navegación antártica que dicta la Armada Argentina y que a partir de 2019 con la vigencia del código polar lo convertimos en los cursos que la Organización Marítima Internacional existe para navegación en aguas polares, uno básico para oficiales de guardia y uno avanzado para primeros oficiales y comandantes de buques mercantes que nosotros también adaptamos para buques militares», agregó.

En el puente del rompehielos se vive la interacción entre el buque y el hielo

El militar subrayó que «la gran mayoría de los oficiales del rompehielos pasó por los cursos de navegación en hielo, el tema es que una cosa es la teoría o el simulador y otra es estar en el puente del rompehielos donde se vive la interacción entre el buque y el hielo y darse cuenta que golpeaste un bandejón de hielo y lo desplazaste hacia la derecha pero vos te fuiste hacia la izquierda».

«Cuando estoy en el rompehielos trato de colaborar cuando veo que se pueden evitar averías en el buque, por ejemplo, si vas a dar «atrás» hay que dejar antes el timón al medio porque si golpea torcido se puede dañar y estando al medio te ayuda a romper, otra puede ser que hay que tener en cuenta que cuando se navega hielo las hélices no pueden estar paradas porque el hielo puede producir alguna avería; ante alguna situación así que son cosas que tengo muy incorporadas lo que hago es acercarme con la sugerencia al comandante», explicó.

El marino señaló que «la actual campaña comenzó el 17 de diciembre y en estos tres meses y medio solo navegamos en hielo dos días y medio, lo que da una idea de que hay mucho menos hielo que años anteriores; el hielo que estuvimos eludiendo en las últimas horas es hielo terrestre que es muy duro y el buque no lo puede tocar, lo que el buque rompe es el hielo marino que se presenta en distinta formas, en bandejones, hielo nuevo, hielo viejo, de mayor o menor espesor, escombros, etc. Eso te obliga a ir eligiendo el camino que te demore menos y el asesoramiento es sobre las formas y maneras para operar el buque de manera segura y eficiente bajo ese objetivo».

«Se está avanzando mucho, sobre todo con la inteligencia artificial a través de imágenes satelitales y de radar para enseñarle a que clasifique distintos tipos de hielo y determine su concentración, pero se les torna muy complejo porque sobre el hielo puede haber poca, mucha o nada de nieve, entonces la imagen que toma el satélite, si a la noche nieva, al día siguiente no sirve; son desarrollos que están avanzando mucho pero que todavía no están maduros como para reemplazar al ojo experto», concluyó Palet.

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