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Abusos de menores: el tembladeral mediático argentino espejado en las historias de curas pedófilos 

El estreno en Amazon Prime Video del film de François Ozon “Por gracia de Dios”, inspirado en hechos reales, suma a un debate donde el poder de la Iglesia católica como el de algunos referentes de los medios de comunicación se resiste al cambio de época

Una película diferente, de un director diferente, sacudió en 2019 al Festival de Cine de Berlín donde ganó el Gran Premio del Jurado y, al mismo tiempo, a la prensa francesa y a la Iglesia. Allí, el otrora niño terrible del cine galo, François Ozon, a tres décadas de su debut y a poco más de dos de su reconocimiento internacional y comercial con el estreno en 2001 de la aclamada 8 Mujeres, daba a conocer en la Berlinale Por gracia de Dios. Se trata de una película incómoda sobre los abusos a menores perpetrados por curas pedófilos en Francia en las últimas décadas, que deja a la vista, en su afán inspirador a partir de hechos reales, cómo la negligencia y el dejar hacer mirando para el costado pueden volverse algo criminal.

De reciente desembarco en la plataforma Amazon Prime Video, el acontecimiento que implica el estreno de la película que casi no se vio en el país a instancias de la llegada inmediata de la pandemia, confirma que las casualidades, algunas veces, no existen. Hay una serie de analogías que pueden hacerse entre lo que cuenta el film y lo que pasa por estos días con el tembladeral que vive la arena mediática argentina a partir de las denuncias por abuso en contra de algunos referentes del medio artístico-mediático, en particular el escándalo que rodea al conductor, músico y humorista Juan Martín Rago, conocido popularmente como Jey Mammon.

Si bien la «cancelación» que vive por estas horas el denunciado (sin chances de ser juzgado) más allá del intento de lavarle la cara con algunas entrevistas, incluido en el grupo el primer ganador de Gran Hermano y productor de Telefé, Marcelo Corazza, en libertad desde el lunes e imputado en una causa gravísima vinculada a la explotación infantil, entre más, lleva a pensar que algo cambió o estaría cambiando, los abusos a menores en general y en la Iglesia en particular siguen siendo aquí y en el mundo una atrocidad que está muy lejos de desaparecer. Y cuando una puerta semejante se abre, como en este caso, parece resultar tan horrible y complejo el panorama que muchos, incluida la Justicia y la Iglesia, prefieren volver a cerrarla.

En ese sentido, la película de Ozon se convierte en un fuerte testimonio respecto de cuáles son las marcas de los abusos, cuáles son los disparadores que llevan a aquellos niños abusados, hoy adultos, a contar el calvario vivido, entre la vergüenza, la desazón y la tristeza; algunas veces con el apoyo de la familia, y otras en total soledad, frente a cierta tendencia a la “normalización” que habita en algunos sectores de la Iglesia y que muchos de sus referentes, por suerte no todos, siguen sosteniendo.

Alexandre, el protagonista de la película de Ozon, vive en Lyon con su mujer e hijos, todos muy católicos. Por casualidad, se entera de que el sacerdote que abusó de él cuando era un pequeño Boy Scout sigue trabajando con niños y está en esa misma ciudad. Así, de un momento a otro, algo se despierta en él y emprende una cruzada contra el cura abusador, a la que se unen François y Emmanuel, otras de las cientos víctimas, con el deseo concreto de que el cura termine preso, lo que desata una serie de complicidades y secretos que salen a la luz dentro de la Iglesia sumado el inevitable escándalo mediático.

Lucas Benvenuto, una de las víctimas reales de los abusos de los que hoy habla el país, fue secuestro por una red de trata y pedofilia cuando tenía tan sólo 12 años. Durante nueve meses estuvo privado de su libertad en el depósito de una librería en Villa Crespo, cuyo captor, entre otros de esa misma red, está en libertad. Unos pocos años después de empezar a salir de ese horror, Lucas, siendo aún menor de edad, conoció a Jey Mammon con quien sostuvo una relación por algunos años. Como le pasa a Alexandre, el protagonista de la película de Ozon, un hecho fortuito, sumado a ver a su abusador disfrutar del éxito de un programa pensado “para la familia”, hizo que Lucas contara que había sido abusado por un popular conductor y músico. Lo demás es historia conocida.

La visión del film Por gracia de Dios en el contexto de las denuncias por abusos que empezaron a aparecer en el medio argentino permite poner en perspectiva desde la minuciosa reconstrucción que plantea Ozon que, en principio, cada uno denuncia cuando puede, cuando surge la necesidad, cuando aquellos duelos internos ocultos y hasta “olvidados” salen a la luz indefectiblemente, y que esos estallidos de verdad en la vida de las víctimas distan mucho de los tiempos y las prescripciones que establece la ley. Tanto es así que aquellas denuncias reales vividas por las víctimas ficcionadas en el film de Ozon en los años 90 llevaron a la justicia francesa a correr las fechas de prescripción a los 30 años posteriores de acontecidos los hechos, aunque deberían ser causas sin prescripción.

Además, que el poder, en este caso el de la Iglesia pero también la hipocresía de la televisión y todo lo que hay detrás, están dispuestos a sostener su Statu quo hasta donde se pueda, hasta que se lo permitan, porque está claro que para la Iglesia los abusos “no son hechos graves” y así lo deja en claro el film de Ozon con toda la trama de complicidades que pone en evidencia sin metáforas ni eufemismos, pero también para ciertos sectores del poder mediático que hoy le sueltan la mano, al menos por el momento, a uno de sus últimos hijos pródigos.

Del otro lado de la trama, Juan o Jey, el catequista que dejó la Iglesia y se hizo famoso con las entrevistas picantes de Estelita, su mayor alter ego, pasó por Bailando por un sueño y fue toda una revelación a partir del late night show Los Mammones que lo llevó a conducir La peña de Morfi los domingos por Telefé, ve por estos días cómo su carrera se desmorona, aunque él diga que no y se enoje.

La de Lucas es una historia entre cientos de historia silenciadas. Qué hay detrás de un abusador cuando las generales de la ley dicen que siempre hay una persona empática, de amplia escucha, solidaria, es la gran pregunta cuya respuesta está en la víctimas que hoy reclaman el tiempo que sea necesario para poder hablar.

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