Mujeres cartoneras de Trelew, en Chubut, y de Tandil, en la provincia de Buenos Aires, resaltaron y reivindicaron el aporte social y ambiental del trabajo que realizan las y los recuperadores en Argentina, al compartir sus historias de vida, lucha y cooperación para alcanzar condiciones dignas de trabajo, en la víspera del Día internacional de los trabajadores y trabajadoras que se celebrará el 1ero. de Mayo.
«Amo mi trabajo, no lo cambiaría», dijo Daiana Canziani (31), cartonera, referente de la Cooperativa de recuperadores de Tandil, conformada hace cinco años y con 90 integrantes.
Canziani trabaja de día en la cooperativa, situada en el centro de Tandil, y de noche en el basural ubicado detrás de la ruta nacional 226, a donde va con su marido Fernando, y a veces también con su mamá y su hermana, para «tener un ingreso extra, por necesidad».
«Siento que las y los cartoneros aportamos mucho. A nuestros hijos –de 11, y de 6–, les contamos cuánto nos cuesta, y les explicamos la importancia de separar el material, lo que también le pedimos a los vecinos que hagan en origen», destacó la mujer.
Su día laboral es «muy largo». De la cooperativa llega a su casa, ubicada en el barrio La Movediza, un lugar de trabajadores de la economía popular, y a las 18 se cambia y se va al basural donde sube a «la montañas de basura» hasta las 3 de la mañana.
«Vamos caminando y sacando material: plástico, cartón, latas, soplados; los voy poniendo en mezcla en bolsones, hasta que el de seguridad nos hace bajar para que descarguen once camiones. Después, en el campo todo oscuro, lo único que nos ilumina son las linternas, y seguimos revisando», contó.
«Estamos ahí hasta que el cuerpo nos dé», reconoció Daiana.
En una ida al basural, Daiana y Fernando pueden llegar a llenar unos ocho bolsones con todos los materiales mezclados, y un bolsón de cartón pesa aproximadamente 80 kilos que ella baja de «la montaña» para cargar al auto.
Después, los llevan a su casa. Luego, ella se va a la cooperativa, sus hijos a la escuela, y él se queda separando el material.
«Vivimos de esto. Para comer alcanza, pero, si uno quiere tener gastos extra, como comprar ropa, no. La tarjeta Alimentar me ayuda y también cobro el salario, trato de estirar eso, y voy organizándome», detalló la recuperadora.
Cuando van al basural, sus hijos, que quedan a cargo de su cuñada a quien contratan para que los cuide de noche, les piden que busquen «juguetes y aluminio».
Al aluminio, como «vale un poco más», lo acopian en el patio de su casa, como una forma de ahorro, que cambiarán en fechas «importantes», como la Navidad y los cumpleaños, en las que «hay más gastos», explicó.
Mantener el material a la intemperie no es sencillo. Deben cuidarlo de la lluvia y de las plagas de cucarachas. La casa, en donde viven hace 14 años, la construyeron «con sacrificio y de a poquito», resaltó la trabajadora, en un terreno tomado, con ayuda de un grupo de mujeres de la organización «Cadena de favores». Empezaron viviendo en una pieza con un nylon y pasaron años sin tener baño.
En la semana viven del cartón y del cristal (botellas de bebidas transparentes). Lo más peligroso de llevar a la casa es el vidrio, por eso dejaron de juntarlo. En el basural, la recuperadora ve por la noche unas 50 familias, muchos jóvenes y también una «mayoría de mujeres», afirmó.
«Tengo compañeras que están hace 20 o 30 años yendo. Son señoras que en bicicleta cruzan toda la ruta a oscuras, atraviesan calles de tierra, van aunque el cuerpo no les responda, y aunque están cansadas, están ahí con frío, lluvia. Es un sacrificio, a veces solo por una bolsa de latitas. Tandil está ocultando una parte de mucha necesidad», consideró la referente cartonera.
Además, señaló que «hay mucha violencia por ser mujer, y egoísmo. Aunque yo me planto igual, falta mucho todavía».
En la cooperativa, la joven se ocupa de la administración, también del sector de material reciclado, recibiendo el material que llevan los habitantes del lugar, y suple a otros en los puestos que haga falta.
«La gente que se acerca a la cooperativa está recontenta con el trabajo que hacemos. Se ha revalorizado mucho el trabajo del cartonero y nos ayuda tener la vestimenta», resaltó.
La organización cuenta con un camión, tienen dos enfardadoras nuevas, una balanza y una cocina chiquita, con proyecciones de ampliación. En tanto, al galpón lo tienen gracias a un subsidio que les da el municipio.
Su sueño es «estar en una planta –que están negociando– con todos los compañeros con los puestos fijos de trabajo», pero al mismo tiempo reconoció que «va a ser difícil».
La cooperativa, además ayuda «gremialmente» con vestimenta, carros y bolsones a quienes trabajan de manera informal, que están afuera y no pueden participar en la venta colectiva que hacen cada 15 días, porque «ellos necesitan el día a día». «Lo que para otros es basura, para nosotros es poder tener un plato de comida», concluyó.
Hacia el sur del país, en Trelew, vive Carolina Lanizante (38), otra cartonera, referente de la Cooperativa Recuperadores del Sur, compuesta por 90 personas, y dirigida, en su mayoría, por mujeres. Junto a su compañero de vida, Carlos, y sus cinco hijos, cuatro varones (de 21, 19, 17 y 9 años) y una niña de 11, viven en el barrio popular Barrio Norte.
«Hay dos cosas importantes en este trabajo: el cuidado del medioambiente, que el residuo no vaya a parar más a basurales a cielo abierto, ni clandestinos, ni a rellenos sanitarios, ni a mares y ríos; y que nosotros somos trabajadores», detalló la mujer.
«Muchas veces nos sentimos ninguneados o excluidos porque somos ‘los que juntan la basura’, pero alguien tiene que ver que, si nosotros no existiéramos y no juntáramos ese residuo, hoy el mundo tendría muchos más basurales, y enterrar el residuo que nosotros podemos reutilizar no es una solución», definió.
Lanizante comenzó trabajando en un basural a cielo abierto en 2004, con sus dos primeros hijos pequeños porque no conseguía otro trabajo, hasta que en 2007 se conformó la cooperativa Nueva Esperanza (primera organización cartonera de Trelew), de la que fue integrante.
Hace dos años, se pasó a Recuperadores del Sur porque es referente provincial de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores e inauguraron el primer «nodo de reciclado» (centro que recibe y procesa materiales de distintas localidades de la provincia). Como ella sabe cómo manejar un galpón y la maquinaria, fue a ayudar en la logística a quienes recién empezaban.
«No tengo vergüenza de decir que soy cartonera, ni de decir que salí de un basural, porque crié a mis hijos con este trabajo y hoy mis hijos tienen un hogar gracias a que yo nunca dejé de trabajar», destacó la trabajadora. «Hoy no me dedicaría a otra cosa –reafirmó–, no podría dejar de hacer esto».
En el nodo, clasifican, enfardan y acopian los materiales para su posterior venta. Asimismo, el trabajo de Lanizante consiste en visitar basurales a cielo abierto, para organizar a los y las recuperadores que siguen trabajando sin una herramienta, «escondidos» y que «no son reconocidos por la sociedad», explicó.
Para Lanizante «todo cambió» con la organización, que les permite trabajar en un lugar bajo techo, con baño y horarios de trabajo, donde también cuentan con cocina, un comedor, un vestuario, una oficina donde hacer reuniones para ver cómo seguir, aunque todavía no lograron el lugar de cuidados para las infancias, que ya proyectan.