Carla Deiana es la única precandidata mujer a la gobernación santafesina que no pertenece a la interna de Unidos para Cambiar Santa Fe, el llamado frente de frentes que unió a radicales, socialistas y macristas. La militante trotskista buscará llegar al sillón de la Casa Gris con la mira puesta no sólo en la estatización de los puertos, sino en la incorporación de políticas públicas que democraticen las instituciones de seguridad y le hablen a la juventud empobrecida de Santa Fe, como modo de combatir la inseguridad en Rosario.
Deiana nació en San Juan, es docente de sociología y cantante frustrada. Su actividad siempre estuvo ligada al encuentro con jóvenes de cuarto año, con todas las características de ese alumnado: la juventud, la intensidad, la energía. Características presentes en la militancia del Partido Obrero, por el cual la docente es precandidata a la primera magistratura de la provincia en el marco del Frente de Izquierda: «No soy muy afecta a las banalidades, dejar pasar la vida”, contó Deiana a El Ciudadano, y continuó: “Descargo mi energía, mis ganas de vivir, por el lado de organizarme, de juntarme, de hacer cosas desde los 13 años, cuando fui organizadora de mi centro de estudiantes».
La referenta de la izquierda describe que la cuestión de género la llevó a realizar diferentes encuentros sobre brecha laboral y salarial en las mujeres en Rosario, lo cual hizo que se encontrara cómoda en la ciudad y, finalmente, se radicara aquí hace casi diez años.
«En momentos de grandes crisis es muy típico el auge de posiciones reaccionarias, por ejemplo frente a lo que fue la primera guerra mundial. Frente a esa masacre que se produjo, hubo una vertiente reaccionaria que se canalizó con el ascenso del fascismo en Italia y con el ascenso del nazismo en Alemania. Los grandes momentos de crisis social, de descomposición del régimen capitalista, han dado lugar a expresiones de tipo fascistas«, reflexionó Deiana, y agregó: «Nosotros conectamos este gran momento de crisis con la crisis de 2008, cuando fue ese estallido de la burbuja financiera en Estados Unidos que tuvo como respuesta el rescate de los bancos a partir de una enorme emisión de Europa y Estados Unidos».
Para la socióloga, esos volúmenes de dinero circulante recorren el mundo a partir de fenómenos especulativos y generan el aumento del precio de los commodities y de los alimentos, en un fenómeno inflacionario global que trastocó la economía doméstica de los países centrales. Deiana conecta estos sucesos con la guerra ruso-ucraniana: “Estamos en un momento muy álgido a nivel mundial. A Milei hay que colocarlo en todo este contexto«.
Deiana repasó las experiencias de Trump en Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil, y concluyó en que la llegada de las opciones reaccionarias y de ultraderecha son una tendencia internacional: «Están originadas por un sector de la clase capitalista que busca resolver de la manera más reaccionaria posible las contradicciones del sistema. Milei se presenta como antisistema, pero es todo lo contrario. Quiere capitalizar algunas expresiones de descontento ciudadano, pero la rebeldía real es por izquierda. No existe una rebeldía devaluando la moneda para dolarizar, que es lo que propone«.
Al ser consultada sobre la situación económica, Deiana borró las diferencias en apariencia ideológicas entre los dos polos de la política actual (el Frente de Todos, con hegemonía justicialista, y Juntos por el Cambio, concentrado en las figuras de Mauricio Macri y Patricia Bullrich), y observó una serie de continuidades entre el gobierno del ex presidente de Boca y Alberto Fernández: “Están prontos a vencer un billón de pesos de vencimientos del gobierno del pago los intereses de las Leliq (letras de liquidez, instrumentos a descuento en pesos emitidos por el BCRA diariamente a través de subastas). Se lo están llevando los subsidios a empresas privadas. Tuvimos 50 mil millones de superávit comercial en estos últimos años: ¿dónde está esa plata? Se lo fugaron todo. Se calcula que hay un PBI fugado entero de la Argentina”.
La precandidata por el Partido Obrero sostiene que la deuda pública aumentó durante la gestión de Sergio Massa en la cabeza del ministerio de Economía: “Aumentó durante todo el gobierno, pero durante la gestión de Massa hubo un aumento de la deuda, con lo cual este tipo de mensajes aparentemente rebeldes en realidad son una presión de la clase capitalista por avanzar en liquidar conquistas obreras como los convenios colectivos de trabajo, la jubilación, vacaciones, aguinaldo, en la idea de que la fuerza de trabajo prácticamente valga cero».
—Según los últimos registros oficiales, existen 2,9 millones de monotributistas en la Argentina, de los cuales muchos ganan incluso en dólares, y a su vez crece el fenómeno de trabajadores registrados que son pobres. Hay un submundo del empleo que ya no tiene que ver con el obrero que iba de overol a la fábrica: ¿cómo se analiza esa situación hoy?
—La fuerza de trabajo está brutalmente desvalorizada. El promedio salarial en Argentina es 80.000 pesos, la canasta básica en la última medición estaba alrededor de 191.000 pesos. Hoy el fenómeno es que el trabajador que tiene un salario está por debajo de la línea de pobreza. Han ido avanzando fuertemente en esa desvalorización, pero pueden avanzar más. Todavía tenemos vacaciones pagas, quieren liquidar licencias por embarazo. Se está hablando de una devaluación inminente, lapidado los fondos de los jubilados para contener una corrida que en realidad no se contuvo porque aún continúa.
Evidentemente la idea es que los trabajadores vivamos con una capacidad de reproducción cada vez más baja: ya ni siquiera el salario cubre el concepto marxista de reproducción de la fuerza de trabajo, porque uno no está pudiendo comprar los alimentos. Estamos discutiendo hoy que no se puede comprar carne en un país exportador de carne y que hay hambre en la Argentina exportadora de alimentos. La reforma laboral se está dando por partes y esto del monotributo es una realidad súper extendida, es un fraude laboral. Hoy la precarización laboral alcanza al 40% de la fuerza de trabajo a nivel nacional.
—¿Cómo se puede aplicar ese análisis a la provincia de Santa Fe?
—En Santa Fe se ve muy claro el dominio de las cerealeras. Cuatro o cinco cerealeras que tienen como socios menores a una burguesía local, que el único camino que le ha encontrado al desarrollo capitalista del país es un capitalismo totalmente deformado, chueco, que vive permanentemente de los subsidios del Estado con los que, por ejemplo, Milei no se piensa meter o no se anima a decir: «Voy a sacarle los subsidios a las privatizadas de la energía». De los subsidios para los capitalistas no se habla. Se habla del programa social, de la educación, de la salud, entonces de alguna manera Milei ha hecho el trabajo sucio de lo que piensa el conjunto de los partidos políticos que representan a los patrones en la Argentina y ha corrido la agenda a la derecha para que todos los demás tengan las manos libres para ir más a fondo.
Nuestra lucha como socialistas es recuperar las palancas productivas del país que hoy están expropiadas en manos de una minoría social absolutamente parasitaria, en buena medida socia menor de pulpos imperialistas. En Santa Fe hay un régimen sojero pero también narco que se apalanca a través de la privatización del río Paraná. Cuando hay que lavar el dinero del narcotráfico, ambos utilizan las mismas financieras. Por un lado, al estar privatizado el río y los puertos prácticamente no hay controles porque queda todo en manos de las concesionarias privadas, lo que permite todo tipo de maniobras para contaminar granos con drogas, y por otro lado también para el tráfico de armas e inclusive la trata de personas.
—La seguridad siempre fue un tema muy difícil para los sectores de izquierda. ¿Qué es lo que propone el trotskismo sobre este aspecto tan exasperante de la situación local?
—Hay dos preocupaciones centrales: la primera es la inflación y la segunda es la inseguridad. Las dos cosas están totalmente conectadas en una crisis de conjunto en relación al cuadro de descomposición social y de un Estado que es garante de someter a la población a la pobreza y de defender los negocios del narcotráfico. Hay que conectar los problemas, porque si no pareciera que son de dos ámbitos diferentes. Son consecuencia uno del otro y se potencian. El tema de la inseguridad es muy caro para la izquierda porque para un sector del campo del progresismo, del propio Frente de Izquierda, tenemos un debate interno sobre esto. Nosotros estamos en contra del reforzamiento represivo porque sabemos que se usa contra los luchadores, termina siendo para reprimir la protesta social, etcétera.
Hay una izquierda que tiró la toalla, que prefiere patear la pelota afuera y no hablar del tema, entonces nos quitan todo un ángulo de intervención política que lo termina capitalizando la derecha con una salida reaccionaria. Acá el narcotráfico le da de comer a mucha gente, pero no a las familias de los barrios ni a los soldaditos, que son el último eslabón de la cadena. Tenemos una sobresaturación de presos en Santa Fe, una tasa carcelaria altísima y, al mismo tiempo, una tasa de homicidios que cuadriplica la del país. Está demostrado que aumenta el encarcelamiento y los homicidios y, sin embargo, se sigue insistiendo en meter presa a la juventud en lugar de darle trabajo genuino, de buscar un espacio para que pueda tratar los consumos problemáticos de sustancias psicoactivas ilegales y legales, como el alcohol.
—Eso es un análisis de la situación, pero ¿y la problemática de la violencia? ¿Qué acciones prevén para mitigarla en Santa Fe y en Rosario?
—Desde la izquierda tenemos medidas transitorias: en primer lugar, hay que abrir los libros de las comisarías a los vecinos para que vayan y puedan observar dónde estuvo detenida una persona, en qué lugar fue demorada, qué estuvieron haciendo los patrulleros, a modo de denunciar las zonas liberadas. Esto permite un armado de asambleas populares y poner la responsabilidad en el Estado y no en dedicarse a cazar ladrones. El segundo punto que planteamos es que habría que desmantelar la Policía de Santa Fe, porque está podrida hasta el tuétano. No es una manzana podrida, son el cajón de manzanas entero. Proponemos sustituirlo por una fuerza de seguridad ciudadana electa y revocable, bajo control de los organismos de derechos humanos. Sería una contribución para desmantelar la complicidad policial.
El tercer punto es la elección popular de jueces y fiscales, porque la complicidad del Poder Judicial es total y, sin embargo, son vitalicios y es completamente venal. Lo vimos con el caso de (el fiscal regional de Rosario Patricio) Serjal y de su segundo, (Gustavo) Ponce Asahad. Y el cuarto punto es el poder de revocatoria. Creemos que todos los cargos de los funcionarios políticos tienen que ser revocables.
—En las elecciones de medio término, el Frente de Izquierda tuvo un buen desempeño a nivel nacional, tal vez producto de votos que migraron desde el Frente de Todos. ¿Cómo observan este nuevo período electoral?
—Ya gobernaron todos y fracasaron. Creemos que la izquierda, los trabajadores, tenemos que ser gobierno y plantear una transformación real porque todas las otras medidas, devaluación, dolarización y convertibilidad ya fracasaron. Vinieron con los parches de la economía popular y la población está muerta de hambre. Se plantea más mano dura y sigue habiendo cada vez más delitos con lo cual han fracasado en todas sus propias premisas. Creemos que en la izquierda tenemos una oportunidad frente a esta crisis de desarrollar nuestro programa y llamar a los trabajadores a organizarse para luchar por un gobierno propio.