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La emoción de la mamá de Alejo Véliz, el 9 que la rompió como arquero y fue campeón de malambo

Andrea contó la historia del killer de la Sub 20, que lleva dos goles en dos partidos en el Mundial

“Siempre le digo lo mismo: ‘Ale, dale para adelante: vale la pena’”. Andrea atiende al diario deportivo Olé desde Bernardo de Irigoyen y hace un esfuerzo para no quebrarse. A la mamá de Alejo Véliz le cuesta procesar todo lo que está ocurriendo. Y lo rápido que todo pasó.

Ayer nomás el nene estaba ganando el premio al malambo solista en Cosquín y hoy es el 9 goleador de la Sub 20: metió uno frente a Uzbekistán y otro ante Guatemala, ambos de cabeza.

“Acá en el pueblo barrí calles, trabajé para la comuna… Y no me avergüenzo de decirlo: todo lo que yo ganaba y sacaba era para Alejo, para que pudiera seguir su carrera. Su sueño. Y ahora él me está dando la mejor alegría”, dice mientras mira por la tele como su hijo se sube al micro para viajar rumbo a San Juan.

“Él tuvo que dejar de lado un montón de cosas, sacrificó a sus amigos. Pero dio sus frutos”, repite, orgullosa de relatar la historia de Véliz, ese killer que de arriba está siendo letal en el Mundial de Argentina.

“Me lloré todo. Todavía no caemos. Mucho menos que esté jugando en la Sub 20 defendiendo los colores de esta Argentina. No está el país muy bien que digamos pero esto nos da un plus a todos”, arranca Andrea.

-¿Pudo hablar con él?

-Sí, un ratito después del partido. Pero no quiero molestarlo tanto. Emocionado, me dijo: “Ma de a poquito se me está cumpliendo”.

-¿Qué le dice del Mundial?

-Está contento, emocionado. Cada vez que hablo con él trato de no tocar el tema fútbol porque uno lo quiere disfrutar un ratito. Antes de viajar me mandó: “En horas nos vemos”. Y es que sabe que vamos a estar apoyándolo en San Juan. Donde tenga que seguirlo, voy a hacerlo.

-¿El bailecito fue para usted?

-Yo se lo venía pidiendo, y también se lo prometió a TyC Sports. Y bueno, cuando metió el gol y lo hizo, se me caían las lágrimas sentada en el sillón junto a mi hermana y mi sobrino. Fue algo emocionante para todo su pueblo, que lo vio crecer.

Historia de un goleador

Véliz nació en Bernardo de Irigoyen, una localidad de 2.000 habitantes ubicada a 82 kilómetros de Santa Fe capital. Sin embargo, de muy chiquito vivió cinco años en Gödeken, adonde su papá Sergio, albañil, debió trasladarse por trabajo.

“Allá a los tres años y medio arrancó con todo con el folclore. Después volvimos a Bernardo, empezó acá primer grado y con el fútbol también. En un momento tuvo que elegir, y se inclinó por el fútbol. Pero lleva el folclore muy adentro: cuando escucha una chacarera le nace bailar”, dice Andrea.

-Siempre le fue bien en las selecciones: representando a Santa Fe fue campeón en Cosquín…

-Sí él bailó con el seleccionado de la provincia. De todos los grupos de la región quedaron Alejo una nena más. Pero sobre la marcha el profe me dice: “Lo ponemos también en malambo solista juvenil”. Yo le dije que si Ale se animaba, sí… Y salió primero. Tenía 12 añitos…

Con tres años y medio, Alejo Véliz empezó a bailar folclore en la Academia Folclórica Comunal de Gödeken: Flavia Villalba era la profe que lo guiaba en las danzas que elegía. En su caso, el malambo; su hermano mayor Sebastián prefería los bailes más estilizados.

Y una vez de vuelta en Bernardo de Irigoyen, la pasión siguió en la Agrupación Tradición Gaucha, guiado por los profes Yaquelín y Germán. Y profundizó su amor por la música regional.

Alejo, de hecho, abandonó la práctica constante del malambo aunque en las fiestas familiares despunta el vicio cuando su primo Damián interpreta a Jorge Rojas y a Los Nocheros, dándole el gusto a la tía Marcela. Y también a Cata y Heraldo, los abuelos maternos del delantero quienes fueron fundamentales para su carrera.

“Mis viejos estuvieron siempre al pie del cañón. Yo laburaba en la comuna y lo poco que sacaba era para Alejo, para llevarlo a las prácticas, como cuando se fue a probar a Colón”, recuerda Andrea.

“Ahí quedó y teníamos que viajar todos los días. Y a mí la plata no me alcanzaba. Entonces sus abuelos lo llevaban: arrancaban temprano y volvían a la una o dos de la mañana. Y al día siguiente, otra vez…”.

-Era un sacrificio enorme.

-Claro. El tema es que en Colón no había lugar en la pensión y teníamos que trasladarnos. Así estuvimos un año viajando hasta que él mismo se dio cuenta de que la plata no alcanzaba, porque mis viejos son jubilados. Entonces dijo “hasta acá llegué”.

Véliz, el polifuncional del fútbol

Alejo Véliz no recorrió el camino de los jugadores de élite tradicionales: su formación fue en Unión Deportiva y Cultural de Bernardo de Irigoyen. “Luego dejó, pasó por Arocena, por Maciel, hasta que volvió al club antes de quedar en Central a los 16”, narra mamá Andrea, quien se enojaba cuando los entrenadores lo cambiaban de posición.

“Discutí con el director técnico porque veía que Alejo jugaba adelante, en el medio, hasta llegó a atajar. Como su categoría no competía por puntos, en Uninón lo ficharon para dos categorías más grande. Y él estaba dispuesto a jugar en cualquier puesto”, dice A.

-¿Se defendía en el arco?

-¡Sí, demasiado!

-Debe ser raro verlo meter goles, ahora.

-¡Es algo increíble! No caigo todavía. Verlo en Central obviamente es algo hermoso, pero con la Selección no tiene precio.

-En Central también tuvo que pelearla.

-Claro: él se fue a probar a los 16 años, estaba a punto de cumplirlos, tuvo que pasar muchas pruebas porque vino la pandemia. Había quedado, lo agarró el parate por el coronavirus y tuvo que arrancar de cero. Le hicieron hacer otra prueba, y la pasó. Pero también luchó para poder estar y ganarse un lugar en Central.

-En las redes no sólo demuestra su cariño por su hermano Sebastián, sino que Alejo también le dedica posteos a su princesa: su hermanita Bruna.

-Sí. Bruna ama a sus dos hermanos, pero cuando uno le pregunta quién es su novio, para ella es Alejo. Grita los goles, tanto en la cancha de Central cuando fuimos a verlo en Santiago. Es adoración, pide fotos con su hermano y a su hermano se le cae la baba. Es la chiquita.

-La vida los unió mucho a usted y a Alejo.

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