Enrique Estévez tuvo su bautismo de fuego en la crisis de 2001. Vinculado a la política casi de nacimiento, empezó a militar en la época del «que se vayan todos». Hijo del fundador del Partido Socialista Popular, Guillermo Estévez Boero, con sólo 16 años ya participaba de las actividades del brazo universitario del socialismo, el MNR, aunque todavía le faltaban dos años para ingresar a la Facultad de Abogacía. Fue concejal de 2015 a 2019 y a partir de ahí ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación. El nuevo desafío para él es aspirar a la Intendencia de Rosario. Dentro del frente de frentes, enfrentará al actual intendente Pablo Javkin y a referentes del PRO y del radicalismo. Propone la necesidad de focalizar la tarea de gobierno en los barrios más castigados por la violencia y piensa en «una respuesta extraordinaria» para solucionar «un problema extraordinario». Rescata la mirada estratégica de las administraciones socialistas y cree que es tiempo de repensar la ciudad entre todos los sectores: «Una mirada a mediano plazo que tenga a toda la ciudad detrás, a través de sus instituciones, desde el club del barrio más pobre de Rosario hasta la Bolsa de Rosario».
«Estuve vinculado a la política de nacimiento, mi participación arrancó cuando tenía 16 años y empecé a participar en la Juventud Socialista y en el MNR a la vez. Todavía no era estudiante universitario pero iba a dar una mano a la Facultad de Abogacía, que fue donde empecé a estudiar en el 2002. La militancia estudiantil claramente fue lo que más me formó. Después armamos una agrupación en Derecho, donde fui presidente del Centro de Estudiantes, y a partir de ahí tuve responsabilidades en la Federación Universitaria Argentina», relató Estévez en el inicio de la charla con El Ciudadano. Y abundó sobre aquellos inicios y el resto de su trayectoria: «Fue un tiempo, en el 2001, donde estaba todo puesto en discusión. Había asambleas en la facultad, con todos los claustros, docentes, graduados, no docentes, había una crisis de representación muy grande y una discusión en torno a las metodologías de construcción política. Y bueno, un momento de mucha catarsis, pero también muy reflexivo, en torno a que si lo que estábamos haciendo tenía un sentido o no. Y ahí surgieron un montón de expresiones políticas, independientes, de estudiantes que se nucleaban en torno a agrupamientos que no venían con una trayectoria, en el marco de los centros de estudiantes de la universidad. Muchas asambleas se hacían en la plaza San Martín, replicando las asambleas que se hacían en muchos otros puntos de la ciudad y del país. Eso fue mermando y volviendo a los cánones de representación más tradicional, pero fue un momento muy importante, formativo, que yo, por supuesto no había vivido nunca. Después me tocó compartir con Hermes Binner, que fue presidente del partido en el mismo período en el que yo fui presidente de la Juventud Socialista a nivel nacional. También trabajé dos años en la Municipalidad, con Mónica Fein, en una época donde había falta de entendimiento entre el Concejo y el Ejecutivo, y Mónica propuso armar una coordinación de relaciones parlamentarias, en la cual tomaba temas que la intendenta me pedía para trabajar con distintos bloques en el Concejo. Esa fue una experiencia muy interesante. En el 2015 fui concejal, hasta el 2019. Y desde el 2019 en adelante diputado nacional.
—¿Ves hoy algún punto de contacto con aquella primera experiencia política que tuviste en el 2001?
—Hay rasgos muy comunes, si bien la situación es distinta porque justamente en el 2001 surgieron redes de contención social que anteriormente no existían. Me refiero a una asistencia del punto de vista estatal que antes no existía y desde el punto de vista territorial, con organizaciones sociales que tampoco existían. Surgen a partir de ese 2001. Desde ese punto de vista hay una similitud. Desde el punto de vista político-institucional también. Hay un descreimiento y una falta de legitimidad. Hay una crisis de los partidos políticos que persiste en el tiempo y hay una desconfianza hacia las instituciones, desde el punto de vista que no dan una respuesta en virtud de la cual fueron creadas. En el 2001 había también una crisis económica, social, pero también había una crisis institucional. Es decir, ¿las instituciones de la democracia representan lo que las estatuye legalmente? Bueno, no. Hoy hay una crisis, ¿lo que se está discutiendo en el Parlamento tiene un eco con lo que pasa en la realidad? ¿Es un ámbito donde se discuten soluciones o se construyen acuerdos para dar respuesta a estos problemas? ¿Hay un servicio de justicia que brinde una respuesta a problemas que se vienen arrastrando en el tiempo, que tienen que ver también con un rasgo de impunidad que tenemos lamentablemente en nuestro país? ¿Existe una evolución hacia una justicia restaurativa? Todos esos debates quedan pendientes y esas instituciones hoy por hoy siguen sin dar una respuesta directa a los problemas de la gente. Entonces, está claro que la desconfianza en la política como una herramienta para construir soluciones y de las instituciones para poder dar respuestas, es algo que se ve, en los distintos poderes y en los distintos organismos públicos.
—¿Cuál es la reacción de la política frente a lo que acabás de describir?
—Por supuesto que generalizar no es correcto, pero sí hay que decir que las expresiones políticas tradicionales en nuestro país no están teniendo una actitud que muestre una comprensión de lo que le sucede a la gente. Creo que hoy el rasgo de la política es el de la confrontación, de la decisión de no construir acuerdos. La dirigencia política, independientemente de sus ideas o sus miradas, debe abocarse efectivamente, desde un lugar de menor soberbia o de mayor humildad, a entender que los problemas estructurales de la Argentina se vienen arrastrando y se vienen profundizando desde hace décadas y si no hay una dirigencia que actitudinalmente reflexione sobre esto y se acomode en su lugar respecto de la responsabilidad que tenemos, bueno, claramente esa actitud está muy alejada de lo que la gente hoy requiere o anhela. Por eso las expresiones autoritarias o antisistema como la de Javier Milei particularmente, que busca una solución a través de un discurso que es muy autoritario por un lado, pero que también viene a profundizar las contradicciones que tiene la ciudadanía respecto del funcionamiento de lo público, de la política, del rol del Estado, y lo hace desde un lugar autoritario y violento por momentos y de antisistema, lógicamente conectan con el enojo de la gente.
—¿Te preocupa de cara al futuro el crecimiento político-electoral de una figura como la de Milei?
—Yo creo que en general hay actores de la política, de distinta extracción, hay una cuestión bastante transversal, pero en particular de Milei, que utilizan como una herramienta la sobreactuación, profundizar las diferencias y que claramente ese es un camino que, en todas las sociedades donde ocurrieron estos procesos, los resultados fueron muy malos, empeoró la situación. Entonces, creo que claramente es una preocupación que en el debate público existan expresiones que convoquen más a la destrucción que a la construcción, más a la confrontación que al acuerdo, y más al autoritarismo que a una mirada democrática de nuestra sociedad.
—¿Cuál creés que es hoy la debilidad más importante de la política?
—La incapacidad de hablar de futuro. Es la incapacidad de convocar, cada uno desde su mirada o desde sus ideas, a la construcción de un futuro distinto. Hoy el debate público de la política se basa en discutir el pasado. En quién fue peor o menos peor. Y a la ciudadanía se la convoca a elegir entre lo peor y lo menos peor. Cuando la consecuencia que estamos viviendo hoy es responsabilidad de distintos gobiernos, por supuesto que cada uno con su responsabilidad más puntual en base a la cantidad de tiempo que gobernó y las decisiones que tomó. Pero hay una incapacidad de la política de construir una esperanza hacia el futuro. Y hay una resignación, que se ve en estar todo el tiempo volviendo a discutir el pasado, el pasado reciente. Creo que la mejor forma de mejorar esta situación es reconstruyendo la política, y esa reconstrucción para mí se tiene que dar en dos o tres pilares: el primero es hablar con la verdad, necesitamos recuperar la verdad, por supuesto que todos somos poseedores de verdades parciales, pero digo recuperar la verdad en el sentido de no sobreactuar relatos que están muy lejos de lo que vive la gente cotidianamente; en segundo término, creo que la política tiene que hacer un eje o una base fundamental en el ejercicio de la función pública transparente, en la honestidad; y el tercer punto es un compromiso de trabajo real, de laburar 24/7 para resolver los problemas de la gente. Esas son tres cuestiones que uno ve que no existen en el debate público. Cada uno tiene un cassette que está más pensado para pelear con el adversario político que con dar una respuesta a los problemas de la gente, o con debatir un tema puntual, como es por ejemplo la inflación. En este ejemplo pasamos distintos momentos: primero, negar el problema, segundo echar culpas, tercero promover soluciones mágicas. Ninguna de estas etapas en el abordaje de un tema como es el de la inflación ha dado ni siquiera una solución parcial. Al contrario, el problema se viene profundizando, esta dinámica de la política de repartir culpas sin hacerse cargo de cuál es la responsabilidad y sin rendir cuentas de qué es lo que uno hizo, es parte del problema. Necesitamos recuperar una práctica política que pueda mirar de frente a la gente, que pueda mirar a la cara y rendir cuentas, lo que hoy no está pasando.
—Metido en la pelea local a la Intendencia, ¿cómo analizás la convivencia en este frente electoral de miradas tan diferentes como las del PS y el PRO?
—Los problemas en nuestro país son tan graves, tan profundos y tan urgentes que este tiempo requiere que, independientemente de las diferencias políticas, podamos construir acuerdos que nos permitan garantizar una estabilidad política, y en función de eso poder dar respuestas a temas que son bastante básicos. Cuando nosotros decidimos aportar a este frente Unidos para Cambiar Santa Fe, lo hacemos desde nuestra mirada, con nuestras banderas, y por supuesto que existieron, existen y existirán diferencias con otros partidos políticos, porque por algo somos partidos políticos distintos, pero también lo hacemos con la determinación de que necesitamos construir una alternativa en la provincia de Santa Fe para proponerle a la gente un gobierno distinto. Un gobierno que pueda dar respuesta, por ejemplo, para no ser la provincia reconocida a nivel nacional por ser la que menos días de clase tuvo en 2022. O que haya una discusión en torno a si los fondos públicos tienen que estar en un plazo fijo o tienen que estar en programas, proyectos, planes, que puedan socorrer y sostener a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Si nosotros podemos tener un gobierno que tenga planes para abordar el drama de la violencia que estamos viviendo todos los días. Si nosotros podemos tener un gobierno que tenga un plan de seguridad, concreto, que pueda ser medible, verificable, discutido también, públicamente, esa forma de gobierno es lo que estamos trabajando para construir. Y esto lo hacemos en un programa básico común, que es el compromiso que tenemos todos estos partidos políticos. Y quien gane las primarias va a ser el encargado de llevar adelante y de conducir ese proceso político. Bueno, el socialismo aporta a esta construcción, desde su lugar, con su experiencia, con su mirada de la sociedad, pero también con el entendimiento de que si no construimos acuerdos la situación va a ser cada vez peor. Y esto tiene un antecedente, que es el Frente Progresista. Cuando a mediados de los 90 se crea el Frente Progresista -que en aquel momento se llamaba Alianza Santafesina- los partidos políticos estaban más consolidados de lo que están hoy, pero tanto el socialismo, como la UCR, o como el PDP, también tenían diferencias y había dirigentes que tenían distintas características. Te diría muy distintas características. Y sin embargo se logró construir un acuerdo electoral, que con el tiempo también no sólo fue un acuerdo electoral sino también un acuerdo de gobierno. Y esto también posibilitó que el Frente Progresista pudiera tener tres períodos de gobierno en la provincia de Santa Fe, que con aciertos y con errores, promovió otra mirada del Estado, otra mirada de la provincia, y que pudo dar respuestas y trazar algunos caminos que en nuestra provincia no existían. Esa es nuestra mirada respecto de por qué y para qué trabajamos para formar este espacio que se llama Unidos para Cambiar Santa Fe.
—Antes de seguir con tu mirada de lo local, ¿podés hacer un balance de tus años como legislador?
—La experiencia en la Cámara de Diputados ha sido muy interesante porque me ha permitido estar en un lugar desde el cual podía defender y reclamar por los derechos de la provincia de Santa Fe. En todo su espectro: desde el punto de vista de la seguridad, la necesidad de tener una Justicia federal acorde a los tiempos que estamos viviendo; desde el punto de vista también de la inversión que hace el Estado nacional en materia de seguridad en la provincia de Santa Fe; desde el punto de vista de la infraestructura que necesita nuestra provincia, tenemos muchas rutas nacionales que son una deuda histórica de los gobiernos nacionales, porque son rutas por donde sale el 80 por ciento de lo que producimos y exportamos desde nuestros puertos; desde el punto de vista económico y productivo, la defensa de una industria como es la de los biocombustibles; desde el punto de vista de la ciudad de Rosario, como de la ciudad de Santa Fe, la necesidad de actualizar un fondo como es el fondo del conurbano, pelear por el fondo federal solidario, el famoso fondo sojero, que en su momento se retiró; por una mayor equidad en los subsidios al transporte público, que es una enorme injusticia que vivimos en nuestro país, y que todavía sigue sin saldarse; es decir, pelear por Santa Fe, pero también pelear por el federalismo, creo que eso fue, independientemente de muchísimos otros proyectos que presentamos, y temas que trabajamos del bloque socialista del que soy parte, trabajamos para defender los intereses de la provincia de Santa Fe y reclamar para que se cumpla con nuestros derechos. Somos argentinos y argentinas iguales a todos, y no estamos en un segundo lugar.
—Balance positivo.
—Es un balance positivo, creo que hemos logrado trabajar en conjunto en muchas oportunidades los 19 diputados y diputadas de la provincia de Santa Fe, creo que hemos podido trabajar temas en conjunto y ha sido importante para nuestra provincia.
—Y ahora el desafío de pelear por la Intendencia de una Rosario cada vez más complicada.
—Nos queremos hacer cargo. Una característica de la política es echarse culpas cruzadas: la responsabilidad la tiene uno, la responsabilidad la tiene otro, nadie se hace cargo. Y nosotros nos queremos hacer cargo porque creemos que desde el municipio de Rosario se pueden hacer muchas cosas que se hacían y hoy no están haciendo, y que también la ciudad de Rosario tiene una dinámica muy positiva. Que en cada barrio de la ciudad hay instituciones que todos los días hacen un trabajo formidable desde el punto de vista de la contención, de la solidaridad, desde el punto de vista de trabajar en la reconstrucción de un tejido social que nos permita pacificar a nuestra ciudad. Pero para pacificar a Rosario nosotros tenemos que reconstruir la autoridad. La autoridad en Rosario está totalmente desvanecida. Hay un Estado provincial y nacional que se retiró de la ciudad de Rosario se abandonó a la gente a su suerte y hoy vemos las consecuencias de eso.
—¿A eso te referís con la autoridad desvanecida o también incluís a la Intendencia?
—A la propia Intendencia también, y doy un ejemplo concreto: el 80% de los homicidios en nuestra ciudad se dan en 12 barrios de Rosario, 12 barrios de más de 180 que tenemos en Rosario. Hoy son estos y en otros tiempos fueron otros. Bueno, si hay un problema extraordinario tiene que haber una respuesta extraordinaria, por parte de todos los niveles del Estado, pero del Estado municipal, en particular. En estos 12 barrios es donde mejor tienen que funcionar los centros de salud, y no es algo que esté pasando. Es dónde mejor tienen que estar los servicios públicos, la recolección de residuos, no puede haber basurales a cielo abierto, es dónde mejor tienen que estar la frecuencia del transporte público, porque eso está directamente vinculado a la seguridad y al derecho de una persona a trabajar o a estudiar, por ejemplo. Nosotros creemos que tiene que haber un fiscal a cargo de cada uno de esos barrios, en esos barrios tiene que haber deserción escolar cero. Las escuelas de esos barrios tienen que ser las que más se las cuide, las que más recursos tengan asignados, porque es ahí donde nosotros tenemos que cuidar a nuestros chicos, que son los que más sufren y los que menos oportunidades tienen. Pensemos que vivimos en un país con más del 50% de los chicos por debajo de la línea de pobreza. Pobreza y «no educación» es un combo que condena a nuestra sociedad del futuro. Entonces, todas esas cosas que se pueden hacer hoy no se están haciendo. Para esta ciudad tiene que haber un plan y ese plan lo tiene que tener el intendente en su cabeza. No un plan solamente de un gobierno, un plan de la ciudad, una mirada estratégica a mediano y largo plazo. Es esa mirada estratégica lo que a nosotros nos permite recuperar un rumbo, no estar cuatro años al frente de un gobierno tapando la coyuntura. El rumbo te lo da una mirada a mediano plazo, y esa mirada a mediano plazo la tiene que impulsar un gobierno, pero tiene que ser una mirada a mediano plazo que tenga a toda la ciudad detrás, a través de sus instituciones, desde el club del barrio más pobre de Rosario hasta la Bolsa de Rosario, pasando por cientos y miles de instituciones intermedias que existen. Tenemos que trabajar en esa mirada, eso fueron los planes estratégicos en Rosario.
—¿Creés que esa mirada estratégica desapareció?
— Creo que ha desaparecido y la gestión se abocó a una gestión del día a día que claramente no da respuesta a estos problemas que son más de fondo. Hay que recuperar esa autoridad, porque en esos barrios todos tienen las mismas características. Primero, la impunidad: podés hacer cualquier cosa y nada te va a pasar. Segundo, la injusticia, la Justicia en esos barrios, no existe, claramente, no hay acceso a la Justicia. Y tercero, una profunda inequidad social. Entonces, tienen que existir y repensarse las políticas sociales para abordar la situación de violencia. No solamente políticas de las fuerzas de seguridad, sino también políticas sociales que aborden de manera coordinada con estas instituciones en cada barrio. Yo leo que las instituciones del distrito noroeste de nuestra ciudad se autoconvocan por el drama de la inseguridad. Buenos, esas mesas barriales tienen que existir, pero convocadas por la autoridad, que es el intendente. No autoconvocadas, porque de esa manera no vamos a encontrar una respuesta a esos problemas. Y pasa el tiempo y nosotros necesitamos una respuesta urgente.
—¿Estos son los ejes para recuperar lo que vos llamás «autoridad desvanecida»?
—Exactamente.
—¿Y cuáles serían los ejes de la mirada estratégica, de la planificación a mediano y largo plazo?
—Nosotros supimos ser una ciudad que dejó de darle la espalda al río para poder disfrutarlo. Supimos ser una capital de la cultura. Somos la ciudad que más espacio verde tiene por habitante. Como para dar algunos ejemplos. Eso lo hizo una generación de dirigentes al frente de un gobierno municipal, que visualizó eso y trabajó durante años para que esas cosas se pudieran hacer realidad. Hoy tenemos que tener esa misma energía, con una nueva generación que existe en la ciudad, para construir esa mirada. Si yo te digo una mirada estratégica, por supuesto que es mía. La mirada que nosotros necesitamos construir es una mirada en común. Y esa energía que utilizamos para construir esa ciudad de la cultura, del espacio público, de la salud pública, que no se hizo de un día para el otro, esa energía nosotros la tenemos que poner fundamentalmente en pacificar a Rosario. Entonces, yo estoy convencido de que en 4 años haciendo cosas que se dejaron de hacer y haciendo cosas distintas a las que se hacen podemos pacificar Rosario. Y en ocho años podemos volver a ser esa ciudad en la cual todos sentíamos un enorme orgullo y que todos miraban con una sana envidia. Esa Rosario, no solamente pujante del punto de vista económica, sino una ciudad, con sus problemas, pero integradora, inclusiva, que tenía un rumbo, que se perdió. Y ese rumbo no lo puede construir solamente un intendente. Ese rumbo lo tiene que llevar adelante un intendente pero con la construcción de distintas instituciones de la sociedad civil.
—En esos primeros cuatro años de pacificación, ¿el foco estaría en esos 12 barrios?
—Exactamente. Y esto no es algo que sea una propuesta de campaña, o algo inventado, o un eslogan. Esto es algo que se hizo y que se demostró que tenía resultados que llevaron a pacificar zonas de la ciudad que estaban en una situación muy compleja. Te puedo dar dos ejemplos, uno en el barrio Santa Lucía, uno de los primeros barrios donde no solamente se trabajó con el Plan Abre, sino que le dio una vuelta de rosca a eso, mucha más pormenorizado de cada vivienda, con su realidad familiar, económica, educativa. Lo mismo se hizo, con otra característica, en Grandoli y Gutiérrez, donde se le dio la escritura de la vivienda a la gente, donde se volvieron a generar los consorcios, donde se arreglaron esas viviendas, donde se recuperaron los espacios públicos que estaban ocupados por construcciones ilegales, donde la gente volvió a disfrutar de su barrio. Bueno, en todo eso el Estado se retiró y hubo un enorme retroceso, donde la gente nuevamente vive encerrada, con miedo, donde hay usurpaciones y donde claramente la no presencia del Estado hace retroceder en todos estos avances y el delito vuelve.