Especial para El Ciudadano
Hay ciertos esquemas recurrentes en las series que se vuelven conflictivos. El extraño fenómeno manifestado, hace años, con una serie de referencia como Lost, configura el sello de la cuestión (y lo extraño del fenómeno masivo se arraiga en lo endeble de aquella propuesta). Se trata fundamentalmente, en ese y otros casos posteriores, del modo en que se aborda y explota la estructura de la serie, una estructura abierta y sin resolución prevista, tomada apenas como la posibilidad de una continua acumulación de misterios inusitados.
Sucesos y acontecimientos extraños que se apilan capítulo a capítulo para ir expandiendo el espectro abarcado por el misterio de base. Para expandir el enigma, todo vale, claro, desde agujeros en la tierra hasta osos polares, pero el problema que se va decantando en esa proliferación de extrañezas, y más allá de la fácil efectividad inicial, es el tema proyectado hacia la resolución. ¿Cómo, tras semejante exponencial expansión del enigma, no frustrar finalmente con una explicación reductiva?
¿Hasta cuándo se puede agigantar lo enigmático sin que la resolución traicione su postulado? Finalmente, ¿estaban todxs muertxs? ¿Era eso? Si es así, no se trataría de un enigma bien planteado sino de un fraude sin sustento. Lost fue la prueba de la banalidad y el desencanto, pero sin embargo el modelo funcionó, y se sigue repitiendo livianamente en numerosas series. Solamente alguna que otra vez, con cierto tino, se han elaborado esas estrategias con estricta coherencia. Se pueden destacar a la memorable The leftovers y a la juguetona Wayward Pines.
From, ligada en muchos aspectos a ese modelo y particularmente a Lost (creadores incluso: Jack Bender), acaba de lanzar su segunda temporada, aún atractiva y sostenible, pero sin definir del todo su posición con respecto a ese tema, y amenazando por eso con caer estrepitosamente en cualquier momento, aunque aún, se puede decir, se mantiene erguida con cierta solvencia entre dudas y reparos.
Es cierto que, en principio en From, desde la primera temporada, se juega eficazmente con ciertos aspectos del miedo que fortalecen la proliferación del misterio. El abordaje del terror y sus momentos privilegiados logran darle una atmósfera fecunda no sólo anclada en el misterio acumulativo, sino en la pura sensación de miedo que se vive en el asedio demoníaco de cada noche.
Al respecto, cabe recordar: la serie relata la situación de un grupo de personas que permanecen “cautivas” en un pueblo sin salida. Por alguna razón, en medio de un trayecto interrumpido, han caído en ese sitio y ya no pueden salir. La comunidad del pequeño pueblo está conformada por todxs estxs náufragxs que, además de verse obligadxs a lidiar con tal estrafalario encantamiento, deben enfrentar también el continuo asedio nocturno de criaturas espeluznantes, lo cual configura los mejores momentos de la serie.
Momentos dignos de lo mejor del género
Es allí que From sabe, con habilidad y firmeza, seguir ahondando sin estridencias en ese hueco profundo del terror que es lo siniestro de la oscuridad como amenaza ante lo que no se puede ver, pero que atrae con engañosos sortilegios sensuales. Todo lo (efectivamente) aterrador, en ese punto que aún se sostiene, se limita a lo que en el encierro nocturno amenaza, desde la intemperie, como sonido reconocible o como rostro ominosamente familiar.
Nada más que algunos ruidos, algunas voces, algunas fisonomías familiares, cuerpos habituales que se acercan con malicia a la puerta o a la ventana. No es mucho lo que puede verse (aunque ya si lo que se sabe al respecto). Y eso basta para tensar esas cuerdas del miedo como lo han hecho, en ciertos y pocos momentos históricos, los buenos exponentes del género. En ese aspecto From se distingue con momentos dignos de lo mejor del género.
Pero el problema de la serie, que persiste y se profundiza, es lo planteado aquí al comienzo: la apuesta por una estructura dada en la desatinada acumulación de misterios. Allí todo lo logrado tambalea y amenaza con repetir fracasos anteriores.
Equilibrio entre el logrado corazón del miedo y la endeble acumulación de enigmas
Como primer problema, si la primera temporada cerraba en un punto álgido, prometiendo ciertas revelaciones sustanciales, esta segunda da varios pasos atrás y reduce aquel punto a la emergencia de nuevos enigmas, y nada cambia demasiado, apenas se prosigue con la acumulación de extrañezas. Volvemos, de algún modo, al mismo punto.
Como segundo problema, otra parte de la nueva apuesta es la de agregar nuevos personajes: un ómnibus recala en el pueblo quedando también atrapado, lo cual suma personajes y potenciales víctimas, pero sin haber desarrollado muy bien hasta ahora a los originarios. Y volvemos también, en cierto modo, al mismo punto…
Allí, entonces, se encuentra ahora está segunda temporada de From, una serie que podría realmente haber sido (o podría ser aún, quien sabe) una de las notables aproximaciones contemporáneas al género de terror, como la virtuosa y poco conocida Chapplewhite (de la misma cadena MGM), y la siniestra La hora del diablo. Habrá que ver como sigue, en lo que queda de la temporada, balanceando el delicado equilibrio entre ese logrado corazón del miedo y la ya endeble acumulación de enigmas.
Y es que finalmente, las preguntas que se suscitan ante el tamaño del enigma finalmente no dejan de ser siempre las mismas. ¿Se trata de un experimento? ¿Un universo paralelo? ¿Un limbo? ¿El purgatorio? Lo que se abre es demasiado, y la resolución se presiente indefectiblemente frustrante.
Habrá que ver hacia donde apunta, pero hay algo que es seguro: que estén todxs muertos, claro, sería inaceptable.
From / MGM+ / 2 temporadas
Creador: Jack Bender
Intérpretes: Harold Perrineau, Catalina Sandino Moreno, Eion Bailey, David Alpay, Elizabeth Saunders