Irene Gamboa empezó a militar cuando tenía 15 años. La desaparición de Julio López y el alegato de Myriam Bregman la acercó a la política y la hizo querer afiliarse a su partido. En diálogo con El Ciudadano, la precandidata a intendenta por el PTS en el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) opinó que existe una desilusión de la sociedad frente a la actual gestión y propuso gobernar para las y los trabajadores, reducir la jornada laboral, nacionalizar el puerto y legalizar las drogas.
—¿En qué momento de tu vida decidiste dedicarte a la política?
—Empecé a militar a los 15 años. Había desaparecido Jorge Julio López, era todo el proceso de inicio de los juicios a los genocidas y la conocí a Myriam Bregman que era abogada de Julio López. Yo estaba en la escuela secundaria y en el normal N°1 empezamos a armar el centro de estudiantes. Vengo de una familia militante, mi papá fue exiliado político y preso político, así que toda la lucha de los 70 y la resistencia contra la dictadura era algo muy presente. La desaparición de Julio López me marcó mucho y verla a Myriam Bregman diciendo en el juicio contra Etchecolatz que había sido un genocidio me pareció espectacular y dije «yo quiero ser del partido de ella», y así empecé a militar.
—¿Qué es lo que más te gratifica de la militancia?
—En un momento de tanta crisis como la que estamos viviendo, donde se tratan de ponderar mucho los valores individuales, ver que las salidas son colectivas y tratar de construir eso desde cada espacio es lo que más me gratifica. Sentir que estás acompañada y tratar de poner sobre la mesa un proyecto colectivo para que este país sea gobernado por los trabajadores y las trabajadoras.
—¿Qué análisis hacés de la actual gestión y qué propuestas tenés para las próximas elecciones?
—Venimos de unas elecciones ejecutivas en 2019 donde mucha gente sintió de nuevo ilusión por la política para terminar con el desastre que había sido el gobierno de Macri, pero esas ilusiones se fueron perdiendo día a día. La pandemia fue un desastre, un montón de gente se quedó sin laburo, yo entre ellas, y un montón de amigos y amigas tuvieron que salir a hacer lo que podían mientras veíamos que los ricos cada vez se hacían más ricos y que para la juventud la vida se hacía más difícil. Hay una gran desilusión entre la gente. Soy militante de la izquierda hace muchos años pero la gente que viene de votar al Frente de Todos o al Frente Progresista creo que siente una gran desilusión, más aún en esta ciudad donde el Frente Progresista ingresa con esa misma derecha que dijeron combatir.
La desilusión se ve todos los días. Tengo un grupo de whatsapp con mis amigas de la escuela secundaria donde todas somos monotributistas, el aguinaldo es un sueño, las vacaciones pagas también y para los sectores laburantes y de los barrios esa realidad es peor todavía. Poder vivir, alquilar, tener un sueldo que llegue a fin de mes, llenar las heladeras, que nuestros abuelos puedan tener jubilaciones, que no estén por debajo de la línea de la pobreza, fueron las cosas que motorizaron a votar a estas gestiones y que hoy se pulverizaron. Lo que está en discusión es si la juventud, si los trabajadores y las mujeres podemos pelear un presente diferente para tener un futuro que no se lo vendan al FMI, a la cerealeras, a los que prenden fuego los Humedales, a los grandes empresarios.
—¿Cuál es la propuesta desde el partido?
—En primer lugar, la idea colectiva de que toda transformación la vamos a hacer entre todos. La historia de este país mostró que todo cambio tiene que ser colectivo como en 2017 enfrentándonos al recorte de la jubilaciones del macrismo, como demostramos las mujeres conquistando el derecho al aborto, como lo demostró la juventud el año pasado poniendo en discusión la necesidad de la ley de Humedales, como lo demostraron las personas que durante la dictadura pelearon para que vuelva la democracia.
Vivimos en una ciudad y en una provincia desiguales. Tenemos un puerto por donde salen el 80% de las exportaciones por todo el cordón industrial y la mayoría de los jóvenes no tiene derecho a un trabajo. Tenemos que poner en discusión la nacionalización de los puertos, que es una herencia del menemismo y que ningún gobierno quiso tocar, y la necesidad de repartir las horas de trabajo sin afectar el salario: trabajar seis horas, cinco días a la semana para que todos trabajemos y trabajemos menos.
En la provincia de Santa Fe y en la ciudad de Rosario hay que poner en discusión el problema de las drogas que es un negocio que se asienta sobre la ilegalidad. Hay que discutir la legalización de las drogas, la nacionalización de los puertos para discutir qué entra y qué sale por ahí, y un plan integral de salud para aquellas personas que tienen consumos problemáticos.
—¿Cómo se aborda la violencia en Rosario?
—A nivel nacional hay un nivel de estigmatización muy grande. Si estas bandas ilegales avanzan es porque la juventud no tiene nada, porque conseguir trabajo en blanco es una odisea y en una metalúrgica cobrás mucho menos que en un bunker. También avanzan porque tienen amparo policial y estatal, sino no se explicaría por qué está lleno de fiscales, de jueces, incluso de senadores implicados en el armado de las bandas narco, pero también por qué mes a mes se remueven las cúpulas policiales. Hay una relación necesaria para que sea un negocio rentable y que siga funcionando. Las gestiones, incluidas aquellas que dicen hacer nueva política, militarizan con Fuerzas Armadas creyendo que más policías resuelven el problema. Acá hubo decenas de desembarcos de Gendarmería y fuerzas federales y no sólo no bajaron los índices de criminalidad sino que aumentaron los índices de gatillo fácil. Nosotros que acompañamos la pelea de los familiares de Pichón Escobar, de Jonathan Herrera, de Bocacha Orellano sabemos muy bien que llenar los barrios de fuerzas policiales lo único que hace es aumentar la estigmatización, la persecución y el gatillo fácil hacia la juventud.
—¿Qué opinas de las expresiones vinculadas a la antipolítica y qué le dirías a alguien que la proclama?
—La antipolítica se expresa porque hubo un montón de gente que votó pensando que iba a haber un cambio real y que se iban a llenar las heladeras, que se iba a poder pensar en otro futuro y planificar otra vida, y eso es imposible. Es entendible que haya ese sentimiento, pero la política no es eso. Ésa es la política de la casta, aunque (Javier) Milei quiera apropiarse de esa palabra que desde el Frente de Izquierda la decimos desde hace un montón de años. Somos los únicos legisladores que cobran lo mismo que un docente, que no vivimos como empresarios, que somos laburantes, que queremos hacer política por y para los laburantes. Tenemos que construir nuestras propias herramientas y eso se hace todos los días desde cada lugar de estudio y de trabajo. A la antipolítica hay que oponerle un proyecto colectivo para pelear este presente y cambiar el futuro.
También es un discurso muy servil a los gobiernos. Inflar y levantar a personajes como Milei es bajar una vara. Hay un montón de cosas del discurso de Milei que las toma el gobierno nacional, recortando los planes sociales, reprimiendo a las familias que toman un pedacito de tierra abandonada para construir una casita, como hizo el gobierno del Frente de Todos o como hizo acá el gobierno de Perotti con las familias de Circunvalación y Maradona. Todo gira más a la derecha para hacer pasar el ajuste. Tratan de convencernos con un mal menor y no hay mal menor frente a la crisis que estamos viviendo.
—A 40 años de la democracia, ¿cuáles te parece que fueron los principales logros y deudas?
—El principal logro que dejaron los organismos de derechos humanos y la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo es que todo se conquista en las calles. Argentina es una referencia a nivel internacional de gente muy valiosa que no vendió sus ideales para recuperar la Justicia.
Faltas creo que hay muchas, sobre todo una muy grande: la dictadura militar nos dejó una deuda brutal que cada gobierno democrático profundizó. Tenemos que tomarla en nuestras manos con el ejemplo de las madres que no se achicaron frente a la Policía, los gobiernos negacionistas y denunciaron la complicidad con el caso Julio López que es emblemático.
—¿Cómo analizás las conquistas de los feminismos y cuáles son las materias pendientes?
—Nos convertimos en una marea. Empecé a militar hace 17 años en un momento donde estar a favor del aborto era difícil y fue necesario que hubiese mujeres que dijeran eso para que después en 2018 prendiera una llama enorme. Lo más grandioso que tiene el movimiento de mujeres es la capacidad de salir a las calles sin importar qué gobierno hay del otro lado porque es un movimiento que luchó frente a todos los gobiernos que hubo.
Hay muchas deudas. Una muy importante es el acceso al trabajo para las personas travesti-trans. Me parece que es una conquista enorme el cupo laboral trans, pero se debería aplicar al 100% porque estamos hablando de personas que tienen una esperanza de vida de 35 años. También el problema del trabajo que hacemos las mujeres dentro de nuestras casas que son cargas enormes de dinero que se ahorran las grandes empresas y capitalistas. La lucha de las mujeres y de la diversidad trata de conquistar y arrancarle cada uno de los derechos a este sistema capitalista. Sabemos que no vamos a vivir en un mundo sin explotación y sin opresión si no cambiamos el sistema.