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Dos relatos de varios sucesos sin explicación en el primer hospital público de Rosario: el Provincial

Enfermeras, ya retiradas, cuentan experiencias vividas por separado y afirman que episodios similares resistentes a la lógica experimentaron otros profesionales y pacientes. Pasos fantasmas, puertas que se abren y cierran solas, fuerzas que oprimen cuerpos sobre las camillas, un ascensor inquietante

 

El Hospital Provincial de calle Alem 1450 fue inaugurado en 1855 con el nombre de Hospital de Caridad y bajo la gestión de la Sociedad de Beneficencia de Rosario. Es el primer hospital público que tuvo la ciudad, en la entonces calle llamada General Belgrano y cuando los habitantes de la urbe apenas llegaban a 3.200. Hoy, allí donde hay gran tránsito de pacientes, profesionales, empleados y familiares, ocurren episodios extraños de lo que poco se habla, pero que tienen testigos dispuestos a revelarlos. Dos de ellos, enfermeras retiradas, le contaron a El Ciudadano las experiencias «paranormales» que atravesaron durante su trabajo en el área de quirófanos.

Los hechos narrados sucedieron hace algunos años, pero quienes los cuentan sostienen que continúan inquietando al personal. “Me pasaban cosas raras”, cuenta una de las ex enfermeras. “Siempre fue en momentos en que estaba sola, sin otra compañera, sin instrumentadora, sin mucama, cuando no había cirugías ni médicos dando vueltas», pone en contexto. Y sigue: «Por ejemplo, puertas que estaban abiertas y trabadas con cuñas de repente se cerraban solas. O puertas vaivén de dos hojas que se cerraban al mismo tiempo». Eso, aclara, en «un subsuelo donde no hay corriente de aire ni ventanas”.

Las dos mujeres que aceptaron relatar sus experiencias prefieren mantenerse anónimas y explican que intentaron, y aún lo hacen, encontrar una explicación racional a esos hechos. Pero hasta hoy no lo consiguieron.

Ambas mujeres, incluso, vivieron un episodio similar por separado, en diferentes momentos, y afirman que no son las únicas. Describieron que estando en las camillas, reposando de noche cuando no había una tarea que hacer, sintieron una especie de fuerza que las tironeaba contra las camillas y no las dejaba incorporarse. Una de ellas es más específica: cuenta que su jefa apagaba las luces cuando finalizaba el servicio, y entonces aprovechaba para recostarse en la camilla con su celular. Fue en ese momento que la asaltó la «fuerza». Estaba boca abajo y no podía moverse, sigue. Quería gritar, pero no le salía la voz, y lo que hizo fue rezar. Asegura que, tras eso, la fuerza que la presionaba cedió hasta desaparecer. Su compañera intenta una relación con un fenómeno investigado por la ciencia: la parálisis del sueño, en la que hay un desfasaje entre el estado onírico y el de vigilia y por eso el cuerpo permanece un rato con las funciones motoras inhibidas a pesar de que la mente haya recuperado la conciencia. Sin embargo, hay algo que no encaja, admite: sólo atravesó esos episodios en el hospital y cuando se recostaba en la camilla por la noche.

Otro suceso que cuentan las dos ex empleadas del Provincial refiere al ascensor. Cuando aún no tenía un sistema electrónico de memoria para la marcación de piso o el regreso a uno determinado después de un tiempo, descendía al subsuelo donde trabajaban sin que nadie lo haya llamado. “La pasaba mal, muy mal, cuando me tocaba estar sola ahí, tenía mucho miedo”, expresa una de las mujeres.

En contraste con los sitios en los que sufrían esos momentos inquietantes, había uno que sentían como una especie de «refugio». Donde hoy está el quirófano era la sala de cuidados intensivos para adultos, y había una suerte de cuarto con casilleros donde se cambiaban, con un mechero para calentar el agua del mate. “En ese lugar estaba protegida”, asegura una de las ex enfermeras. Ahora, en ese espacio donde encontraban calma se realizan los preparados de materiales y están los jefes y subjefes. Es “donde se van a pedir los pacientes”, agrega sobre un ambiente más que familiar para ella. Tras la reforma, asegura, el lugar mantuvo la misma sensación protectora.

Siempre de noche y en soledad

Ambos relatos concuerdan en que los episodios que las intranquilizaron sucedieron siempre de noche y en la mayoría de los casos cuando estaban solas. “Es un lugar donde hay gente enferma con mucho sufrimiento y el ambiente queda muy cargado, yo entraba al sector y me sentía observada sin que haya pacientes alrededor”, describió sensaciones una de las ex enfermeras.

Otras cosas extrañas que, contaron, vivieron varias veces, por separado: escuchar pasos cuando no había más personas alrededor, sentir que les tocaban la espalda, como una especie de llamando la atención, darse vuelta y no ver a nadie. “Algunas chicas me han contado que se prendía alguna luz sola, pero yo eso no lo viví”, agrega una de las ex empleadas de la salud.

El sacerdote y lo maligno

Hace 7 u 8 años, cuando modificaron el sector del quirófano, el padre Jorge, sacerdote de la capilla del hospital, fue a bendecir el lugar. “Estábamos con el sacerdote, otra enfermera y una mucama en el sector del lavado 1 y 2 en el quirófano y el padre, que estaba dando la bendición, hizo una pausa. Nos agarramos fuerte las manos y de repente se escuchó un grito. contó una de las enfermeras: «El sacerdote nos dijo que estábamos vivenciando la presencia del demonio”.

El cura tomó nuevamente la biblia y comenzó a leer y rezar. La enferma asegura que el mismo sacerdote adelantó la pandemia de coronavirus iniciada en 2020. “Él anunció que iba a venir una enfermedad que iba a atacar a muchos, fue una premonición”, interpretó la mujer.

Las puerta ante la muerte

La misma enfermera que relató lo del sacerdote contó que la primera muerte que presenció en el hospital fue la de un chico que ingresó a la guardia por una apendicitis, un cuadro que en principio no era de suma gravedad. Ya en quirófano, descubrieron que tenía una malformación, y falleció producto de una hemorragia interna. “Mientras esperábamos que llegara el anestesista o el cirujano, estuve hablando como más de media hora con el chico. Y luego, tuvo con otra compañera que prepararlo para la morgue. «Esa noche hicimos guardia y escuchábamos del sector de adentro, nosotras estábamos fuera del quirófano, que las puertas vaivén se abrían y cerraban solas todo el tiempo. Ninguna de las dos se animó a ir esos metros más adelante y corroborar qué es lo que pasaba”, recuerda el episodio, también inquietante.

Los pacientes, también

Las enfermeras concuerdan que hay pacientes que también atravesaron situaciones que describen como paranormales a falta de otra explicación, cuando estuvieron internados en el hospital. Una recuerda el caso de uno. “Vino la enfermera rubia y ya me sacó la chata”, le dijo el hombre, pero en ese turno no había ninguna profesional con ese color de cabello.

Un caso con explicación: chanza

En 2017, dos empleados quisieron asustar a un compañero de trabajo. Ataron tanzas a la camilla y la hicieron moverse. Al principio el video causó mucha conmoción hasta en medios nacionales, hasta que se descubrió que estaba todo armado.

Historia del hospital

El 4 de octubre de 1855, la Sociedad de Beneficencia fundó el Hospital de Caridad, hoy Hospital Provincial de Rosario, sobre calle General Belgrano, actual Leandro N. Alem. Construido mayoritariamente con fondos aportados por la comunidad y aportes oficiales. Contribuyeron a este emprendimiento: general Justo José de Urquiza, Nicasio Oroño y el gobernador Crespo.

Se utilizó para internar a los soldados de las batallas de Cepeda, Caseros, Pavón y la del Paraguay.

El Caridad fue, durante 36 años, el único centro médico público organizado de la ciudad administrado por mujeres altruistas. Fueron numerosos los médicos que se destacaron en el hospital, no sólo por sus condiciones profesionales sino también humanitarias y desinteresadas: Francisco Rodríguez y Amoedo, Bartolomé Vasallo, Mauricio Hertz, Luis Vila, Marcelino Freyre, Francisco J. J. Riva, Domingo del Campo, Lavallén, José Sempé, Artemio y Lelio Zeno, y Camilo Carones, entre otros

En 1963 toma su actual nombre de Hospital Provincial.

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