Patricia Lezcano
Cada 28 de mayo se celebra el día de los jardines de infantes y de las maestras de nivel inicial, la fecha honra a la educadora Rosario Vera Peñaloza que fundó el primer jardín de infantes argentino. El nivel inicial, a través de sus instituciones y los trabajadores/as que las llevan adelante, abre el camino educativo a las infancias.
Recuperamos la palabra de tres docentes del nivel inicial de escuelas públicas que, con desafíos y preocupaciones, llevan adelante la cotidiana tarea de educar.
Viviana Almada es directora del Jardín 74 Inti Huasi, ubicado en el distrito centro de la ciudad de Rosario. “Nuestro Jardín nace en 1983, estamos cumpliendo 40 años junto con la democracia y el edificio está ubicado en una cortada que lleva el nombre de uno de primeros desaparecidos de la dictadura: Ángel Brandazza”. La cortada, recientemente señalizada, se localiza entre las calles Ovidio Lagos, Amenábar, Gálvez y Rodríguez.
El jardín cuenta con 14 secciones, siete en turno mañana y siete en turno tarde donde concurren 280 niñas y niños de varios barrios de la ciudad. Viviana destaca que es una institución requerida por dos características, “El trabajo sostenido con la integración y la atención a infancias con discapacidad, garantizando así el derecho a la educación”.
Un nuevo contrato para fortalecer vínculos
Para la educadora, el desafío del nivel inicial se resume de este modo: “Tomándolo como el primer nivel en el que los niños y las familias socializan, donde es la primera etapa de convivencia, donde aparecen las diferencias, donde debemos trabajar en el respeto de las diferencias sociales y culturales, así como de todas aquellas que puedan existir. Es como un nuevo contrato que debemos generar con las familias para fortalecer los vínculos, a través de un trabajo sostenido y comprometido”.
A la hora de definir la importancia del nivel inicial, Viviana cita a una compañera diciendo que “el nivel inicial es aquel que solo puede ser transitado durante una etapa de la vida, que es la infancia. Los otros niveles no tienen esa condición, pero el nivel inicial en el que trabajamos nosotros sí. Es una etapa irrepetible”.
El jardín como espacio de aprendizajes significativos
Fabiana Vera, docente con 20 años de experiencia en el nivel inicial, trabaja en el jardín N° 239 Grillitos de pan, ubicado en Colombres 2800, en la zona Oeste de Rosario que acoge 14 salas divididas en dos turnos y alberga a 300 niñas y niños. Según Fabiana, en su jardín “los niños no trabajan, sino que producen y crean a través de talleres, además de enfocarse en la oralidad y la alfabetización”. La modalidad pedagógica y de rotación implementada permite que todos los docentes conozcan a todos los niños.
Fabiana expresa que uno de los desafíos del nivel inicial es la constante capacitación para mantener un nivel educativo elevado y convertir al jardín en un espacio de “aprendizajes significativos”; también hace foco en la intensificación de usos tecnológicos en niños y niños desde muy temprana edad. “Es importante que los chicos puedan tener un contacto real con los otros niños, que puedan compartir de otra manera”.
Durante la semana del Día de los Jardines, la institución llevó a cabo diversas actividades como carreras de rodados, fiesta de disfraces y cine compartidas con las familias. Fabiana comenta que “las familias disfrutan mucho de estas actividades. El equipo docente trata de mantener una actitud optimista porque trabajamos en contextos muy complejos, estas actividades son de encuentro, de comunidad”.
Centrarse en lo pedagógico sin olvidar las necesidades de la comunidad
Betina Gierini es vicedirectora del jardín 70 Pedacito de Patria, ubicado en el barrio 7 de Septiembre, que recientemente fue amenazado y atacado por balaceras y sufrió la suspensión de clases. Betina describe a la comunidad como “muy vulnerable, sin fuentes de trabajo, dependiendo mucho de los centros de Salud”, pero destaca que el jardín sigue siendo un lugar de utopía, que convoca a la familia y atiende las demandas de la comunidad.
Para Betina, el desafío actual es dejar de ocupar un papel de asistencia y “centrarse en lo pedagógico, sin olvidar las necesidades de la comunidad”. El trabajo en conjunto con la comunidad es otro desafío importante, por lo que se han establecido redes con otras 20 instituciones para promover cambios en el territorio, apoyándose en la participación de todas las instituciones educativas.
En el jardín 70, se garantiza el derecho a la educación de 400 niñas y niños, con 20 salas divididas en dos turnos. Betina destaca también que la pandemia ha generado una mayor dependencia de las pantallas, lo cual dificulta la tarea docente. Asimismo, resalta la participación de las familias en la institución.
“La docencia es la principal herramienta de transformación, un lugar que abraza, que acoge y que contiene a estas infancias con las que elijo trabajar”, afirma Betina y concluye: “La educación es el espacio de transformación que permite mostrar que hay un futuro posible”.