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El fin de una era: Harrison Ford le dice adiós a su icónico Indiana Jones

Cuatro décadas después del debut del arqueólogo más famoso de la pantalla grande, el veterano actor se calza por última vez el fedora y el látigo en la quinta entrega de esta franquicia que, con su paso por salas locales, se despide de un ícono absoluto del cine de aventuras

Cuatro décadas después del debut del arqueólogo más famoso de la pantalla grande, el veterano Harrison Ford se calza por última vez el fedora y el látigo en Indiana Jones y el dial del destino, quinta entrega de esta franquicia que se despide de un ícono absoluto del cine de aventuras.

Un poco lejos de ser el héroe inusual que el público recuerda, listo para esquivar trampas y golpear nazis, el protagonista que encuentra su periplo final no es el mismo de siempre: al borde de la jubilación, solitario, algo abrumado por su entorno, un poco mal llevado y sarcástico como de costumbre, el paso del tiempo también le tocó al profesor Jones. Pero para Ford, justamente, esa era la partida ideal.

“Es un gran lugar para empezar, nunca te hubieras esperado verlo en ese contexto, y a la vez encaja con su conducta de una manera hermosa”, afirmó el actor de 80 años, de semblante serio pero simpática predisposición, en diálogo con la agencia de noticias nacional Télam y junto al director James Mangold, sobre el tono con el que elige retirarse uno de los personajes que más marcaron y acompañaron su trayectoria, desde el lanzamiento de la genial Los cazadores del arca perdida en 1981.

Para entonces ya había saboreado la fama de la mano de George Lucas con Star Wars y su Han Solo en La guerra de las galaxias (1977) y su secuela, El imperio contraataca (1980); y fue una coincidencia entre el autor de esa ópera espacial y su colega Steven Spielberg -que venía de dirigir Encuentros cercanos del tercer tipo (1977)- lo que engendró este segundo hito en su carrera.

De vacaciones en Hawái, la idea que Lucas tenía guardada sobre un tal “Indiana Smith” y sus ganas de modernizar los antiguos seriales cinematográficos de los 40 conocieron el interés de Spielberg de encarar un proyecto del estilo James Bond. Hijos prominentes de un Nuevo Hollywood que cada vez se fusionaba más con la reaparición de los grandes estudios en busca de tanques, la dupla de realizadores vio el potencial, le dio algo de forma y se fue directo a Paramount a firmar un contrato por cinco películas.

Ahora, tras una precuela de 1984 y dos secuelas -una en 1989 con Sean Connery como el padre de “Indy” y otra no tan bien recibida en 2008-, llegó el momento de cerrar esta saga que ocupa un espacio indiscutido en la cultura pop, con un patrimonio ampliado de series de televisión, cómics, novelas y hasta videojuegos que impulsaron aún más su influencia en el mundo del entretenimiento.

La tarea, en manos de Disney luego de adquirir Lucasfilm en 2012, quedó a cargo de Mangold, quien adoptó el desafío de suceder a Spielberg luego de cosechar elogios por Logan (2017) y Contra lo imposible (2019) y que, rescatando el espíritu de Indiana Jones pero sin dejar de aplicar sus propias herramientas, puso en marcha la producción después de cuatro años de idas y vueltas.

En El dial del destino, un episodio del pasado intrépido del protagonista se vuelve a manifestar a fines de la década del 60, cuando su ahijada, Helena Shaw (una refrescante Phoebe Waller-Bridge), lo sorprende con la misión de buscar la otra mitad del Anticitera, un artefacto creado por Arquímedes que tiene el riesgoso poder de controlar el tiempo y viajar a través suyo.

También codiciado por Jürgen Voller (Mads Mikkelsen), un exmiembro del Partido Nazi y actual empleado de la NASA, el objeto es, como en cada entrega, la excusa perfecta para desatar la secuencia de persecuciones internacionales, peleas y escapes trepidantes que hacen a la esencia de esta franquicia. De paso, su sintonía -no necesariamente metafórica- con el sentido de la historia, con la tentación de volver atrás o escapar del presente, hace que funcione en un nivel más emotivo y acorde a este adiós a un personaje que ya cumplió con lo que vino a hacer.

Respecto a la evolución del personaje, Ford aseguró: “Siempre me pareció necesario que cada película nos trajera no sólo una nueva historia, sino una nueva información sobre el personaje, y creo que eso fue muy útil en nuestros esfuerzos para que fueran más enfocadas. Fuimos conociendo a su padre, también sabemos de su relación con Marion, y cada una de esas tramas incorporaron diferentes personas y diferentes aspectos suyos. Ahora estamos contando una historia que se ubica 15 años después de la última vez que lo vimos, y yo envejecí en este tiempo”.

“Por eso quería contar una historia sobre lo que le hace la edad a un personaje como Indiana Jones, quería ver qué le hace la vida que vivió a un personaje como ese, encontrarlo en el fin de su carrera académica, con la demostración de cuán pequeño es el interés que tienen los estudiantes a los que les enseña, y sabiendo que su vida doméstica y familiar está un poco desordenada. Estuve muy complacido con la oportunidad de ver a este personaje en ese punto, y ver de qué manera la historia introduce personajes y circunstancias que lo traen una vez más a la vida, para hacerle frente a sus responsabilidades, a sus desafíos, para enfrentar el camino de lágrimas que dejó detrás suyo. Para mí fue una realidad emocional la que se nos presentaba, era innegable”, agregó al tiempo que James Mangold confesó: “Esta es una película muy inusual para mí, porque entré en una especie de campo de juego en el que otras personas que admiro mucho ya jugaron, y muchas cosas que hicieron las quería continuar o retomar, pero sin pensarlo simplemente en términos de nostalgia o de estar al servicio de los fans. Yo también soy fanático de estas películas desde que vi la primera a los 17, y para mí fueron inspiradoras, así que la idea de poder jugar en este terreno con este equipo fue maravilloso, y también un trabajo muy grande el continuar con la tradición que existe, porque es una forma de hacer cine que resuena en mí desde que estaba en el secundario. Pude conocer a Steven Spielberg haciendo esta película, pero siento que estuvo susurrándome al oído a lo largo de 50 años, así que no sentí que tuviera que adoptar una especie de estilo alienígena, extraño, para poder entrar a este mundo. Claramente no era el mismo director, pero tampoco se sentía antitético para mí, porque las aspiraciones clásicas, el amor por el cine de la era dorada, por las comedias de acción alocadas, por los personajes y la fantasía, son todas cosas que ya me resultaban atractivas naturalmente”.

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