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Migrantes sin respuestas: navegantes inciertos de la “nave de los locos”

"La nave de los locos", una embarcación utilizada durante el Renacimiento para sacar a los "raros" de circulación, hoy es reversionada por el Gobierno británico como destino para migrantes

Por: Elisa Bearzotti 

El devenir de la humanidad -al menos desde que dejáramos atrás el confortable reino animal, fuente de paz y sosiego- es praxis y símbolo, hechos y pensamientos, camino y relato. No hay modo de separar “aquello que somos” de “aquello que contamos” porque ambas cuestiones nos configuran y definen. De allí, la enorme importancia de la figura del filósofo en la construcción de la cultura, encargado de hacernos comprender el porqué de las cosas, su destino, implicancias morales, derroteros y consecuencias. Uno de los más representativos de nuestra época es el francés Michel Foucault (1926-1984), dueño de una obra controvertida y abundante que pone el foco sobre temas álgidos como “normalización”, “disciplinamiento”, “biopoder”, “biopolítica”, y más. Por ejemplo, en su libro “Historia de la locura en la época clásica” analiza el esfuerzo que realiza la sociedad bien pensante para lograr que los individuos quepan en el molde de la “normalidad”, y el peculiar destino reservado para los “raros”: el destierro, el exilio. Con ese objetivo, a fines de la Edad Media se decidió implementar una medida extrema: poner a navegar un barco sin rumbo y sin destino habitado por “anormales”: “La nave de los locos”. En un párrafo del libro leemos: “Un objeto nuevo acaba de aparecer en el paisaje imaginario del Renacimiento; en breve, ocupará un lugar privilegiado: es la Nef des Fous, la nave de los locos, extraño barco ebrio que navega por los ríos tranquilos de Renania y los canales flamencos”.

La referencia viene a cuento porque esa imagen potente y desgarradora, evocadora del errante eterno, sin hogar, sin puerto, sin patria, ha sido tristemente actualizada por el gobierno británico, ya que días atrás el primer ministro Rishi Sunak decidió que los solicitantes de asilo llegados a sus costas desde Francia, a través del Canal de la Mancha, fueran alojados en el “Bibby Stockholm”, una barca anclada en la isla de Portland, al suroeste de Inglaterra. Según informó la agencia de noticias AF, el barco que albergará a los migrantes tiene 93 metros de largo y 27 de ancho, y fue modificado para agregarle 222 cabinas y recibir hasta 500 personas. Los bomberos del lugar realizaron una inspección para descartar potenciales riesgos de incendio, y calificaron a la embarcación como una “posible trampa mortal”, lo cual no fue tomado en cuenta por el  Gobierno que insiste con el proyecto. La ONG de defensa de migrantes Care4Calais manifestó su estupor frente a esta decisión denunciando que se trata de un sistema “cruel” e “inhumano”, y argumentó que algunos solicitantes de asilo ya “sobrevivieron a la tortura y la esclavitud moderna, y tuvieron experiencias traumáticas en el mar”, como para continuar agregando infortunios. Pero las autoridades británicas, desbordadas por los pedidos, y con más de 130.000 expedientes pendientes de evaluación, hacen oídos sordos a los reclamos. De los datos proporcionados se desprende que durante 2022 más de 45.000 migrantes intentaron cruzar el canal, y en 2023 ya van 15.000. Mientras tanto, la ONG mencionada se encuentra trabajando arduamente para impedir que los migrantes sean trasladados a la barcaza, a pesar de las presiones que amenazan con retirar la asistencia para la vivienda, dejándolos literalmente en la calle. “Si los solicitantes de asilo no aceptan una oferta de alojamiento adecuado sin una explicación razonable, no esperen que se les ofrezca un alojamiento alternativo”, dijeron fuentes gubernamentales, según informó la cadena Sky News. A su vez, el director de los derechos de migrantes y refugiados de la organización humanitaria Amnistía Internacional (AI), Steve Valdez-Symonds, afirmó que se trata de “una forma completamente vergonzosa de albergar a personas que huyen del terror, el conflicto y la persecución”. En redes sociales, muchos activistas señalaron a este sistema como una “cárcel flotante”.

La cuestión de los migrantes y el modo en que arriesgan sus vidas para escapar de las insoportables condiciones de sus países de origen (hace un tiempo se viralizó la foto de tres africanos que soportaron una travesía de 11 días en la pala del timón de un petrolero para llegar a España) trasciende la anécdota de quien busca tocar un sueño con la punta de los dedos. Más bien tiene su raíz en causas diversas, de las cuales una no menor es el modo de producción capitalista que deja sin recursos económicos a gran parte del planeta para alimentar sobreabundantemente al otro. Según Amnistía Internacional, “el problema no son las personas”. En su portal encontramos la siguiente declaración de principios: “Hay 35 millones de personas refugiadas en todo el mundo. Mucha gente se siente abrumada por la cifra y ve a quienes se mueven a través de las fronteras como una crisis global. Nosotros no estamos de acuerdo con que sea una crisis de cifras. El problema no son las personas, sino las causas que empujan a familias e individuos a cruzar fronteras y las formas miopes y poco realistas en que responden los políticos a ellas”. A esto se refiere Foucault cuando lanza el concepto de “biopolítica”: una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los procesos biológicos de la población. En otras palabras los funcionarios actuales (y sus asociados en las esferas más altas de poder) manipulan los procesos económicos y definen cómo vivir, donde vivir, cómo morir. Una situación genialmente expresada por un poeta y cantor popular muy querido, el gran Joan Manuel Serrat, cuando dice: “Disculpe el señor/ si le interrumpo, pero en el recibidor/ hay un par de pobres que/ preguntan insistentemente por usted/ no piden limosna, no/ ni venden alfombras de lana/ tampoco elefantes de ébano/ son pobres que no tienen nada de nada/ no entendí muy bien/ si nada que vender o nada que perder/ pero por lo que parece/ tiene usted alguna cosa que les pertenece”.

Para finalizar, volvemos a Foucault y su certero análisis sobre las sociedades contemporáneas: “Encerrado en el navío de donde no se puede escapar, el loco es entregado al río de mil brazos, al mar de mil caminos, a esa gran incertidumbre exterior a todo. Está prisionero en medio de la más libre y abierta de las rutas: está sólidamente encadenado a la encrucijada infinita. Es el Pasajero por excelencia, o sea, el prisionero del viaje. No se sabe en qué tierra desembarcará; tampoco se sabe, cuándo desembarca, de qué tierra viene. Sólo tiene verdad y patria en esa extensión infecunda, entre dos tierras que no pueden pertenecerle”. Una descripción triste y eficaz para señalar las múltiples incongruencias de una sociedad superada por su propia locura, porque en el mundo de hoy todos somos un poco migrantes, viajeros perdidos, navegantes inciertos, polizones ingenuos de la “nave de los locos”.

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