Lula enumeró una serie de conflictos y orígenes de las crisis que aquejan al planeta, entre ellos la pandemia de Covid-19, el cambio climático, la inseguridad alimentaria, el racismo y la intolerancia, y luego razonó: “Si tuviéramos que resumir estos desafíos en una sola palabra, sería desigualdad”.
También enfatizó que “en Guatemala existe el riesgo de un golpe de Estado que impediría que el ganador de las elecciones democráticas asumiera el cargo”, y en otro orden aseguró que “la guerra en Ucrania expone nuestra incapacidad colectiva para hacer prevalecer los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.En el comienzo de su discurso recordó que hace 20 años habló en el foro y se mostró confiado en que la humanidad sortearía todos los problemas que la aquejaban, aún cuando “en ese momento, el mundo aún no se había dado cuenta de la gravedad de la crisis climática”, que “llama a nuestras puertas, destruye nuestros hogares, nuestras ciudades, nuestros países, mata e impone pérdidas y sufrimientos a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres”.
“Vuelvo hoy para decir que mantengo mi confianza inquebrantable en la humanidad”, afirmó, pero señaló que “el hambre, tema central de mi discurso en este Parlamento Mundial hace 20 años, afecta hoy a 735 millones de seres humanos, que se van a dormir esta noche sin saber si tendrán qué comer mañana”.
“Los 10 mayores multimillonarios tienen más riqueza que el 40% más pobre de la humanidad», lamentó.
«El destino de cada niño nacido en este planeta parece trazarse en el vientre de su madre: la parte del mundo donde vivan sus padres y la clase social a la que pertenezca su familia determinarán si ese niño tendrá o no oportunidades a lo largo de la vida”, entre ellas si tendrá acceso a todas las comidas diarias, a una atención sanitaria digna y si podrá estudiar y tener un trabajo de calidad.
“Para reducir las desigualdades dentro de los países es necesario incluir a los pobres en los presupuestos nacionales y hacer que los ricos paguen impuestos proporcionales a su riqueza”, subrayó en su mensaje, cuyo texto completo fue distribuido por el Gobierno brasileño.
Dijo que hoy regresó a la Asamblea General como presidente de Brasil “gracias a la victoria de la democracia en mi país”. “La democracia ha garantizado que superemos el odio, la desinformación y la opresión. La esperanza, una vez más, venció al miedo”.
Respecto de la crisis climática, aseguró que actuar contra ella “implica pensar en el mañana y afrontar las desigualdades históricas”.
“El 10% más rico de la población mundial es responsable de casi la mitad de todo el carbono liberado a la atmósfera. Nosotros, los países en desarrollo, no queremos repetir este modelo”, insistió, y destacó que “en Brasil ya hemos demostrado una vez y volveremos a demostrar que un modelo socialmente justo y ambientalmente sostenible es posible”.
Además, sostuvo que “cuando las instituciones reproducen desigualdades, son parte del problema, no de la solución”. “El año pasado, el FMI puso a disposición de los países europeos 160.000 millones de dólares en derechos especiales de giro y sólo 34.000 millones de dólares a los países africanos. La representación desigual y distorsionada en la gestión del FMI y del Banco Mundial es inaceptable”, expuso.
Puntualizó que “los Brics surgieron a raíz de este inmovilismo y constituyen una plataforma estratégica para promover la cooperación entre países emergentes”. Aseguró que “el neoliberalismo ha empeorado la desigualdad económica y política que aqueja a las democracias actuales. Su legado es una masa de gente desheredada y excluida”.
“Entre sus escombros surgen aventureros de extrema derecha que niegan la política y venden soluciones tan fáciles como equivocadas”, dijo luego, en lo que se podía interpretar como referencias a los Gobiernos de Donald Trump en EEUU o de Jair Bolsonaro en Brasil, pero también a candidatos con posibilidades de llegar al Gobierno en la Argentina como Javier Milei.
“Muchos han sucumbido a la tentación de sustituir un neoliberalismo fallido por un nacionalismo primitivo, conservador y autoritario. Repudiamos una agenda que utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios, que corroe el Estado de bienestar y que ataca los derechos de los trabajadores”, insistió.
Amplió la mirada a la necesidad de “preservar la libertad de prensa”, y detalló: “Un periodista, como Julian Assange, no puede ser castigado por informar a la sociedad de forma transparente y legítima”.
“Nuestra lucha es contra la desinformación y el cibercrimen”, siguió, y concluyó este capítulo del mensaje afirmando que “las aplicaciones y plataformas no deberían abolir las leyes laborales por las que tanto luchamos”. Respecto de los conflictos, aseveró que “No habrá sostenibilidad ni prosperidad sin paz”.
“Los conflictos armados son una afrenta a la racionalidad humana”, agregó, y mencionó que “es inquietante ver que persisten viejas disputas sin resolver y que surgen o cobran fuerza nuevas amenazas. La dificultad de garantizar la creación de un Estado para el pueblo palestino lo demuestra claramente”.
“A este caso se suman la persistencia de la crisis humanitaria en Haití, el conflicto en Yemen, las amenazas a la unidad nacional de Libia y las rupturas institucionales en Burkina Faso, Gabón, Guinea-Conakry, Mali, Níger y Sudán”, enumeró. Advirtió sobre la crisis en Guatemala y también admitió que “la guerra en Ucrania expone nuestra incapacidad colectiva para hacer prevalecer los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.
“No subestimamos las dificultades para lograr la paz, pero ninguna solución será duradera si no se basa en el diálogo. He reiterado que es necesario trabajar para crear un espacio para las negociaciones”, reiteró. “Brasil seguirá denunciando medidas tomadas sin el apoyo de la Carta de la ONU, como el embargo económico y financiero impuesto a Cuba y el intento de clasificar a este país como Estado patrocinador del terrorismo”, detalló, y denunció que “el Consejo de Seguridad de la ONU ha ido perdiendo progresivamente su credibilidad”.
“Su parálisis es la prueba más elocuente de la necesidad y urgencia de reformarlo, dotándolo de mayor representatividad y eficacia”, dijo.
Finalmente, hizo una apelación al plenario: “La desigualdad debe inspirar indignación. Indignación por el hambre, la pobreza, la guerra, la falta de respeto al ser humano”.
“Sólo movidos por la fuerza de la indignación podremos actuar con voluntad y determinación para superar la desigualdad y transformar efectivamente el mundo que nos rodea. La ONU necesita cumplir su papel de constructora de un mundo más justo, solidario y fraternal”.
“Pero sólo lo hará si sus miembros tienen el coraje de proclamar su indignación ante la desigualdad y trabajar incansablemente para superarla”, concluyó.