Mientras Estados Unidos rechazaba en la noche del sábado último cualquier negociación con Wikileaks respecto a la planeada divulgación de documentos confidenciales –tras una jornada en que sus funcionarios se pusieron en contacto con países que pueden verse afectados– pocas horas después se concretaba la publicación en los principales medios internacionales. Muchas de las grandes cadenas, decidieron aceptar los compromisos a los que The New York Times llegó con el Departamento de Estado para evitar la difusión de determinados documentos, por cuestiones de “seguridad”. Se trata de reportes secretos de funcionarios diplomáticos estadounidenses que –por lo que decantaron hasta ahora las grandes corporaciones mediáticas–, sólo dejan ver obvias desconfianzas estadounidenses y comentarios despectivos, algunos muy hirientes, sobre líderes de distintos países del mundo, entre los cuales también está el gobierno argentino (ver parte). Hay espionajes sobre distintas personalidades como el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), secretos de alcoba e indiscreciones que levantarán polvareda.
Diarios de Europa y Estados Unidos, comenzaron a revelar a partir de ayer, no sin cierto recorte, el contenido de “la mayor filtración de documentos secretos a la que jamás se haya tenido acceso en toda la historia”.
Son 251.287 mensajes del Departamento de Estado de Estados Unidos, obtenidos por la página digital Wikileaks hasta febrero de 2010, en los que se descubren episodios ocurridos en los puntos más conflictivos del mundo, así como otros muchos sucesos.
Los datos de gran relevancia “desnudan por completo la política exterior norteamericana, sacan a la luz sus mecanismos y sus fuentes, dejan en evidencia sus debilidades y obsesiones”, adelantó ayer, el diario madrileño El País. Aunque, también, el mismo medio aclaró que “con la intención de causar el menor daño posible” entre otras precauciones decidió “aceptar los compromisos a los que The New York Times llegue con el Departamento de Estado para evitar la difusión de determinados documentos”.
Entre lo más saliente que destacó El País, se encuentra que “queda en evidencia, por ejemplo, la sospecha norteamericana de que la política rusa está en manos de (el primer ministro)Vladimir Putin, a quien se juzga como un político de corte autoritario cuyo estilo personal machista le permite conectar perfectamente con Silvio Berlusconi”.
“Del primer ministro italiano se detallan sus «fiestas salvajes» y se expone la desconfianza profunda que despierta en Washington. Tampoco muestra la diplomacia estadounidense un gran aprecio por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, a quien se sigue con gran meticulosidad acerca de cualquier movimiento para obstaculizar la política exterior de Estados Unidos”, añadieron los editorialistas.
Los informes también muestran “la intensa actividad de EE.UU. para bloquear a Irán, el enorme juego que se desarrolla en torno a China, cuyo predominio en Asia se da casi por aceptado, o los esfuerzos por cortejar a países de América latina para aislar al presidente venezolano Hugo Chávez”. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Pero habrá que esperar algunos días más –y una mayor cantidad de análisis por fuera de las grandes corporaciones mediaticas– para tener una idea clara de la verdadera importancia de las filtraciones y sus repercusiones y consecuencias.
Según el mismo medio, la propia secretaria de Estado, Hillary Rodhan Clinton, telefoneó a los gobiernos de los países más importante afectados por esta fuga de información, entre otros los de China, Alemania, Francia y Arabia Saudita, para alertarles de lo sucedido y ofrecer algunas justificaciones
En Gran Bretaña, Israel, Italia, Australia y Canadá, entre otros socios de Estados Unidos, portavoces de sus respectivos ministerios de Relaciones Exteriores confirmaron que habían recibido información de parte de los embajadores norteamericanos, aunque no revelaron detalles sobre los datos precisos que habían sido puestos en su conocimiento.
También, según el diario español, el Departamento de Estado negoció con uno de los periódicos que publicaron los cables, algunos contenidos particularmente lesivos para sus intereses o peligrosos para ciertas personas, y “está especialmente preocupado por el daño que esto puede causar en la guerra contra Al Qaeda en algunas regiones en las que la libran de forma encubierta, como Yemen o Pakistán, así como los efectos que puede tener para las difíciles relaciones con otras potencias, como Rusia y China”.